Nombrar a Tanizaki es evocar una figura mayor de las letras japonesas del siglo XX. Un escritor cuya vida (1886-1965) estuvo marcada por un recorrido de ida y vuelta respecto a Occidente. Tras un profundo abrazo a la Modernidad, que le convirtió en uno de los grandes puentes entre la tradición nipona y los mutantes cánones occidentales, Tanizaki se volvió refractario a innovaciones que, consideraba, ponían en peligro nervaduras japonesas irrenunciables. Por ahí debe buscarse el hilo conductor de El elogio de la sombra, reflexión estética sobre el claroscuro a la que los lectores llevan accediendo con pasión desde hace casi 20 años en una traducción del francés y que, ahora, podrán disfrutar en versión directa de la lengua madre. Al igual que en la literatura, en el resto de las manifestaciones estéticas niponas son los matices, la gradación, los que concentran las esencias de cada obra. La belleza de los objetos no se extrae quemándolos a la luz sino preservándolos en el juego oscilante de las imperfecciones. Magno.