Además de triunfar como actor, Jesse Eisenberg, el Lex Luthor de Batman v Superman o el Mark Zuckerberg de La red social, también escribe. El besugo me da hipo es su primera colección de relatos de humor, en los que trata de seguir el ejemplo de su admirado Woody Allen.

«El humor hay que tomárselo en serio», afirma en una entrevista con motivo de la publicación en España del libro, que transformará en breve en una serie de televisión. «Woody Allen en sus relatos hace muy bien esa distinción. Si intentas ser gracioso, no logras ser realmente divertido».

Eisenberg (Nueva York, 1983) es el protagonista del nuevo filme del director neoyorquino, Café Society, que inaugurará el próximo Festival de Cannes, y también rodó con él A Roma con amor (2012), pero su relación empezó en realidad hace muchos años, y no de la mejor manera. Cuando el actor estaba en el instituto, escribió un guión protagonizado por el verdadero Allen que empezó a circular hasta llegar a las manos del abogado del cineasta, quien amenazó con ponerle una demanda. «Siempre me han fascinado sus libros de relatos y cómo yuxtapone ideas de manera muy divertida», subraya Eisenberg, autor también de tres obras de teatro que se han estrenado con éxito en Broadway: Asuncion, The Revisionist y The Spoils.

El «chico listo» de Hollywood comparte además con Allen su tendencia a la neurosis. «La escritura a menudo nace de una ansiedad profunda. Estos relatos parecen divertidos, pero si la gente supiera de dónde nacen, no me envidiarían en absoluto», afirma. Algo se intuye al leer las Críticas de restaurantes de un niño de nueve años privilegiado con las que arranca El besugo me da hipo y que en principio son una especie de diario que recoge las opiniones de un niño cada vez que su madre le lleva a comer fuera. Pero a medida que la lectura avanza se descubre un sustrato oscuro, un amargo retrato de un hijo de padres divorciados que deja en evidencia «la hipocresía del mundo adulto».

«Creo que los niños pueden tener una visión más acertada sobre el comportamiento humano que los adultos», sostiene Eisenberg, criado en una familia judía secular, cuyo padre era profesor y su madre, durante casi dos décadas, payasa en fiestas infantiles. «Los adultos han pasado demasiado tiempo con otros adultos, y acaban pensando todos igual, mientras que los niños son nuevos y ven las cosas de forma más auténtica», precisa.