¿Quiénes son los que nos frunjen la fiesta?

Todo el mundo tiene alguien o algo que se dedica a frunjirle continuamente. No es nadie ni nada determinado, aunque hoy día en España hay algunos que se dedican mucho a esto.

Asegura que no interpreta sobre el escenario. ¿Cómo lo hace entonces?

No vengo de la escuela de actor sino directamente de actuar en bares. Y eso te da mucha cercanía con el público y la capacidad de improvisar. Es una escuela muy buena para este tipo de espectáculos. Mi estilo va más hacia el diálogo y ante todo tengo mucho en cuenta lo que sucede en la sala.

¿No requiere eso una concentración extra?

Hay que estar al cien por cien y muy entregado. Y sobre todo hay que estar más atento a los demás que a uno mismo.

Confiéselo, se metió en la música y el humor para frunjir más.

Sí. Sobre todo con la música. Con el humor no tanto porque partes desde el ridículo y no es tan sexy. Al principio no pensé jamás que llegaría a dedicarme a la comedia. Era profesional de la música, y aún sigo haciendo mis cosas, pero no pensaba en la comedia. Fue la masa, el entorno, lo que me llevó a ello.

¿Y cómo fue el cambio del rock al humor?

Pues si te digo la verdad, en ningún momento siento el cambio, aunque se plantee así. Para mí, el espíritu es el mismo. Sigo siendo roquero y tengo mi estilo propio tanto en los monólogos como en la música. Sigo teniendo el espíritu del rock, que es esa anarquía y esa libertad. Y ya lo transmitía en El club de la comedia, donde fui el primer monologuista en hacer música, algo que antes no se permitía. Tuve que luchar mucho para conseguirlo. Me dejaron y abrí la veda. La música no se valoraba como elemento de comedia en stand-up. Y en ese sentido sí que he roto una barrera y he mantenido el rock and roll.

Junto a la música, las nuevas tecnologías son un elemento principal en sus monólogos. ¿No es increíble que haya tantísima tontería on line?

Nuestra generación ha vivido el cambio del analógico al digital. Y sabemos qué es el antes y el después. Y es muy divertido tanto la evolución como la involución de la tecnología, que tiene esas dos partes: una que va para adelante y otra que va para atrás. Por ejemplo, hay tonterías como los filtros antiguos para las fotos. Y eso es una involución dentro de la evolución. Haces una foto moderna a la que le pones un filtro antiguo porque es lo moderno...

La involución también viene porque las redes se han convertido en un lugar en el que lapidar sin piedad.

El problema es darle voz a todo el mundo. Y estoy seguro que todos conocemos a alguien que no debería tener voz...

Eso suena un tanto dictatorial...

No, hombre. Hablo de ese que todos conocemos y que siempre la lía cada vez que dice algo.

¿El público le reclama los monólogos más exitosos que hizo en televisión?

En el espectáculo hago como mucho un 5% de cosas que ya hice en televisión, pero incluso ese 5% lo ejecuto de forma diferente. Creo que la gente viene muy predispuesta a ver gran parte de lo que ha visto en televisión, pero luego salen muy satisfechos porque no conocían lo que han visto y el nivel se ha mantenido. Al menos el feedback que me llega es que vienen con la expectativa de ver algo que ya conocen y se van con el gusto de haber visto algo nuevo y que les ha gustado más. Mi mejor material lo guardo para el teatro. Y el que tengo más quemado, lo llevo a El club de la comedia. Por eso he hecho pocos programas. Para mí, subir material a YouTube es como perderlo para el directo: no encuentro que tenga sentido hacer algo que puedes ver en internet. Y por eso este año tampoco iré a El club de la comedia.

¿Prefiere girar por toda España que un plató de televisión?

Aparte de que el directo mola muchísimo más, creo que El club de la comedia no debería ser algo perpetuo para un cómico sino una etapa. Y para mí ya ha sido una etapa que en cierto modo he cerrado. Aunque no digo que no pueda volver en algún momento como homenaje. Pero creo que quedarte es no dejar sitio a otros. Yo prefiero no estar y que entren otros para que tengan esa oportunidad.