Un 2 de marzo de hace quince años la sala Stereo abría sus puertas con el grupo madrileño Los Enemigos, «estaban en su gira de despedida de los escenarios, a mí me encantaban desde chavalín y qué mejor concierto para empezar», apunta José Piñero, director y fundador del local, al que poco después se sumaron Ángel Pérez y Luisa Digón. El cartel de aquel primer concierto, que luce en el salón de casa de Piñero, recuerda que el nombre de la sala estaba mal escrito («Estereo»), que la entrada se vendía aún en pesetas (1.500), y que las tiendas donde comprarla ya han desaparecido (Tipo, Discos Merlín, Music Center...), «pero se vendió todo y ese día tuvimos mil problemas: el personal iba loco, yo tuve que estar todo el rato con un ventilador para que no saltara el cuadro eléctrico y se fuera la luz y terminamos de soldar el escenario a las 3 de la tarde. Josele Santiago [líder de Los Enemigos] vino y dijo que esto parecía la fragua de Vulcano. Nadie le pondría una pega a ese concierto pero yo solo lo escuché deseando que terminara sin que se fuera la luz».
Desde ese primer bolo «no hemos parado» y ni siquiera llevan la cuenta de conciertos: «Setecientos», señala Ángel primero, y corrige: «Más de mil seguro». Entre ellos, Sex Museum, New York Dolls, Buddy Miles, The Fleshtones, Heavy Trash, Dick Dale, The Flammin' Groovies, Vetusta Morla, Izal, Lory Meyers... Rock, pop, indie, punk. «Hemos traído de todo, grupos australianos, japoneses... Nos encanta la música y hemos hecho lo que hemos querido, aunque algunas veces nos haya costado más de lo que pensábamos, como con los Supersuckers, o hayamos perdido dinero en traer bandas que han dado prestigio a la sala, como los Flammin' Groovies, que si te quedas quieto esperando a que vengan no haces nada», explican.
Tres lustros después tienen más experiencia pero funcionan igualmente con promotoras -como Santa Leonor o Un fulgor de moda antónima- o programando conciertos. «Ahora ya no hay tantos llenos, pero Alicante está como está, la crisis hace que la gente no tenga tanta pasta, el IVA tampoco ayuda, y el público selecciona más. Ahora un bolo es un riesgo tanto para el promotor como para la sala o el grupo», señala Piñero, que antes tenía otros locales de música (Black Dog) y recuerda que cuando se quedó con éste -antiguo Apache- «era el momento porque había un hueco, no había prácticamente salas de conciertos con un buen equipo donde los grupos pudieran tocar».
El público de entonces, apostaba más por la música en directo «o comprabas la música o ibas a conciertos porque no existía Internet, ni Youtube, ni festivales con 40 grupos. Asistir a un concierto era un clásico y ahora puedes verte un concierto entero en Internet», apunta Ángel, que añade que «quien hoy viene a un concierto es porque de verdad le gusta, no viene a acompañar».
Hoy el público sigue siendo de la «escena clásica» y a los jóvenes «les cuesta más engancharse a los conciertos». Por eso desde hace un año aquellos de 18 a 24 años entran gratis a las actuaciones «para ir haciendo cantera para el futuro», y ofrecen ahora más conciertos entre semana: «Hay que arriesgar, o sigues adelante o te quedas quieto y no sabemos hacer otra cosa que estar en la música», apunta Piñero, que agradece los buenos momentos vividos con grupos como los New York Dolls, «que lo montamos dos días antes porque nos cayeron de rebote y, después de dos horas de concierto lleno acabamos cenando en mi casa a las 3 de la mañana; o Antonio Vega, que tocó unos meses antes de morir y ya le costaba subir al escenario pero amaba la música».
En estos quince años y con muchos vaivenes, la escena musical en vivo cuenta con alguna sala más - Las Cigarreras o incluso el Arniches- y Stereo sigue estando ahí. «Piensas dónde hubiesen tocado muchos grupos de no estar la sala. Quitando Clan Cabaret, que también ha sido un generador de contenidos, Stereo es un referente importante. Hemos aguantado tormentas pero un sitio así no puede faltar en la ciudad», indica Piñero.
