La risa, para Andrés Barba, es caníbal porque al reírnos de alguien nos lo estamos comiendo. Lo estamos devorando con colmillos sonoros, gestuales, plásticos que son la mejor arma para demoler las certidumbres que sustentan la impostura del yo. Barba (1975) ha llegado a la cuarentena con el morral cargado de reconocimientos a su labor literaria y ensayística, entre ellos el "Anagrama" de ensayo por 'La ceremonia del porno', escrita con Javier Montes.

En 'La risa caníbal', Barba se las arregla para, en apenas 150 páginas, destilar las esencias de lo que, en dos milenios, se ha escrito sobre la risa e ir más allá. Separando el grano de la paja y arrancando siempre de la peripecia histórica (Chaplin, Garganta profunda, Bush, el punk, Diógenes€), recupera pensamientos casi olvidados, de insospechada utilidad para entender, es un ejemplo, por qué yihadistas fanáticos asesinan a humoristas. Y explicarnos que "ofenderse por la risa del otro es reconocer una privada falta de fe en (€) el propio dios". Ni más ni menos.