Umberto Eco, Il Professore, era un humanista integral de nuestra época, un maestro, que debió haber recibido el Premio Nobel en opinión de escritores e intelectuales españoles que han lamentado su fallecimiento.

«No solamente tenía cultura, sino que sabía para qué sirve la cultura», señaló ayer el filósofo y escritor Fernando Savater, para quien el escritor y semiólogo italiano, que falleció el pasado viernes en su casa de Milán a los 84 años, «tenía mucha cultura en muchos campos, algunos de ellos abstrusos y otros muy populares, pero, sobre todo, tenía el instinto, el saber para qué sirve la cultura, cuáles son los fines de la cultura».

Amigos desde hace años, Fernando Savater cree que el intelectual italiano «era un personaje insólito. No es fácil clasificarle; te sentabas a su lado y era como hacer un máster. Abarcaba mucho, pero no te soltaba cosas porque las sabía y ya; lo que decía venía a cuento, no era postizo, era un saber vivo».

Aunque El nombre de la rosa fue uno de sus grandes éxitos literarios, «la gente de mi edad», según el filósofo, le conocía por su faceta de semiólogo, con obras tan conocidas como Apocalípticos e integrados. «Le conocíamos más como un gran profesor, como autor de estudios sobre la cultura de masas, sobre la relación de la cultura de masas con la cultura académica».

El mismo Umberto Eco se consideraba «un ser polifónico, como lo era, pero sobre todo no quería encasillarse. Quería pasarlo bien y una de las cosas que le hacía pasarlo bien era la erudición», recordó Savater.

Umberto Eco, cuyo fallecimiento lamentó también el presidente del Gobierno en funciones, Mariano Rajoy -«Su obra permanecerá en nuestra memoria, descanse en paz»-, era doctor honoris causa por más de 25 universidades de todo el mundo y uno de los diecisiete intelectuales del Foro de Sabios de la Unesco, además de Premio Príncipe de Asturias de Comunicación de 2000. Azote de Berlusconi cuando estaba al frente del Gobierno italiano, Eco fue siempre un intelectual crítico y comprometido.

El también escritor y filósofo Rafael Argullol agregó que Eco, «escritor muy total y muy universal», no hubiera recibido el Premio Nobel, ya que, en su opinión, reunió perfectamente «lo que sería una reflexión teórica y de creación literaria, fue más allá de las fronteras académicas».

Con El nombre de la rosa, el escritor italiano «dio en la diana». En esta novela «compartía su erudición sobre la Edad Media con otra de sus pasiones, como era la literatura policíaca. En ella introducía una especie de Sherlock Holmes de la época», según Argullol.

Editar y publicar la obra de Umberto Eco ha sido «una lección» para Silvia Querini, directora literaria de Lumen, editorial barcelonesa que publica en España los libros del semiólogo y escritor italiano.

«Estoy realmente emocionada porque es un momento difícil para Lumen y para mí en especial», comentó la editora, quien apuntó que ella, personalmente, ha aprendido mucho «del maestro». También, de sus charlas con él, de la manera en que trabajaba los textos «y se empeñaba en que las traducciones expresaran y transmitieran exactamente lo que él tenía en mente. Poseía un carácter muy fuerte y muy decidido a la hora de valorar textos, contracubiertas, imágenes de cubiertas y más. Era un hombre que estaba siempre muy presente».

Silvia Querini recomendó la lectura de Número cero, su último ensayo, en el que «está todo, incluso una reflexión importante y cargada de ironía sobre el trabajo de los medios de comunicación, de cómo estos medios transmiten las noticias. Creo que es una lección que nos ha dejado a todos y que ahora, más que nunca y sobre todo en España, es hora de leer o de volver a leer».

La directora de la Fundación Princesa de Asturias, Teresa Sanjurjo, destacó por su parte la influencia notable que ha tenido en la cultura actual Umberto Eco, quien «deja un hondo vacío en la Fundación Princesa de Asturias».

Eco se convirtió en un «clásico del pensamiento contemporáneo», tal y como le calificó el jurado encargado de la concesión del galardón hace casi dieciséis años. «La lucidez y calidad de su obra y su compromiso ético han influido de forma notable en nuestra cultura», subrayó la presidenta de la Fundación Princesa de Asturias.

El autor de El péndulo de Foucalt era, además, miembro de la Academia Europea de Yuste, con sede en el histórico monasterio cacereño donde se retiró y murió Carlos V. La Fundación de la Academia lamentó también la «enorme pérdida» que para la cultura europea supone su fallecimiento.

El rector de la Universidad de Castilla-La Mancha, Miguel Ángel Collado, en nombre de la comunidad universitaria, se sumó también a las condolencias por la muerte de Eco, quien fue nombrado doctor honoris causa por la Universidad de Castilla-La Mancha en mayo de 1997 en el Sacro Convento del Castillo de Calatrava.