Olivia y Eugenio, de Herbert Morote y dirigida por José Carlos Plaza, ha pasado ya por varias plazas. ¿Cómo la ha acogido el público?

Estupendamente. Y eso que no es una obra frecuente, alguien puede pensar que es para asociaciones de síndrome de down.

¿Cómo la definiría?

Es una tragicomedia, el género que más me gusta. Habla de una mujer con cáncer terminal que tiene un hijo con síndrome de down y que es rechazada por la sociedad en la que ella vive: es una mujer rica, poderosa, y todo su entorno, al dedicarse al hijo, le da de lado.

Aborda la normalidad y la anormalidad, pero ¿quién está cualificado para definir una cosa y la otra?

Esa es una de las mejores escenas. Ella le dice a Eugenio «el día que naciste me dijeron que no serías normal y cuando te tenía en brazos me parecías la persona más normal de este mundo». ¿Que quién es normal? ¿Son normales los corruptos, los terroristas...?

La obra es también un ajuste de cuentas con el mundo.

Sí, pero con el mundo de Olivia. Hay escenas que me cuesta horrores hacer. Hay varios momentos con los que no estoy de acuerdo y que no tienen nada que ver conmigo. Se trata la eutanasia. Incluso los políticos hablan de la muerte digna; yo estoy educada en otra cultura, religión, y familia distinta a Olivia. Hay momentos en los que en realidad me duele lo que estoy diciendo.

La muerte planea sobre la obra, pero de algún modo es también un canto a la vida.

Así es, si no, no la hubiera hecho. Tengo la suerte de hacer personajes que luego me influyen en mi manera de ser y también de pensar.

¿Quién salva a quién en la obra?

Eugenio a Olivia. Ella tiene un sentido del humor muy ácido y eso es lo que le ha enseñado a su hijo. Él sabe que la actitud antipática de ella es porque pasa algo. La risa y el humor están por encima de todo, aunque ella insiste en el suicidio hasta el final.

¿Cómo es trabajar con Hugo Aritzmendiz, su compañero con síndrome de down?

Maravilloso. Al principio difícil porque los ensayos los hacíamos por separado.

También la vemos en televisión, en Bajo sospecha.

¡Y con cine! Me acaban de ofrecer dos películas. Estoy en la línea de papeles de señora mayor que gusta. Bajo sospecha ha sido una alegría. Tras Gran Hotel pensé que no me contrataría nadie más, después vino Herederos; lo mismo me pasó con Santa Teresa,..

Siempre ha dicho que no se retirará hasta que haga La Celestina.

Ese es un personaje que lo hacen las grandes. La última fue Núria Espert, así que tengo que tomar distancia. No tengo su talento. Ella es mi ejemplo. Hice Hécuba porque es la única tragedia que no ha hecho ella [risas].

Además también repite con José Carlos Plaza.

Yo solo trabajo con directores que sepan más que yo.