El subtítulo de su libro asegura que «el próximo 11-S empezará en un clic». Dan ganas de meterse en una cueva y sin «wifi».

No necesariamente, la tecnología tiene cosas fantásticas, pero también tiene una parte secundaria que es la utilización de gente que no la ve como nosotros.

Anonymous le acaba de declarar la guerra al Estado Islámico. ¿A qué guerra hay que tener más miedo, a la cibernética o a la que tira bombas?

A ambas. Hoy en día a través de internet o un virus se puede hacer saltar por los aires una central nuclear. Se puede hacer más daño con medios tecnológicos que con una bomba física. Hay pocos países que tengan capacidad nuclear, pero todos los países tiene acceso a ciberarmas que se replican con facilidad.

¿En qué se parecen Merkel, el papa y el ciudadano de a pie?

En que todos somos espiados, controlados. Vivimos en un estado de libertad vigilada por parte de las agencias de seguridad. El 11-S, y con el avance tecnológico, es la excusa para tenernos controlados. Se nos vigila por defecto porque la tecnología lo permite.

¿Es posible mantener la privacidad de alguna forma?

Imposible. La gente piensa que como no eres un criminal no te vigilan. Con nuestros teléfonos móviles pueden saber en todo momento con quién hemos estado y dónde. La privacidad ha pasado a un segundo plano por la seguridad.

Entonces, los móviles nos han «condenado» a estar siempre expuestos.

Son dispositivos de seguimiento que circunstancialmente sirven para hablar por teléfono. Los móviles más antiguos son más difíciles de rastrear.

Las tecnológicas de EE UU por ley han de facilitar información de ciudadanos al Gobierno.

Tienen acceso a dónde hemos estado, con quién, nuestras agendas, chats, quién nos llama, qué paginas visitamos...

En España hay mucho usuario de un fabricante determinado de EE UU y hasta nuestros políticos...

Los servicios de seguridad prohíben a Obama usar un iPhone, mientras que aquí los regalamos a diputados y senadores.

¿Cómo anda España en materia de ciberseguridad?

Mal tirando a muy mal.