¿Cuál es el origen de estos relatos breves, algunos ya conocidos por sus seguidores en Twitter?

Prácticamente, casi todos fueron subidos a Twitter en su día. Son historias que me han ido surgiendo a lo largo de los últimos tres años, dependiendo del momento que estaba viviendo. Viene a ser el resumen de mi vida y de mis emociones en estos tres años. Es, como dicen los artistas cuando sacan un disco, [pone voz de artista pedante] mi trabajo más íntimo y personal. Me han ido naciendo y los he ido sufriendo, disfrutando, llorando...

¿Cómo se ve como escritor?

Es una faceta artística que no había experimentado antes. Pero a mí estas cosas me dan muchísimo respeto. Para nada me considero escritor. Este libro es lo que es: una especie de expulsión de mis emociones de la manera que mejor sé hacer y acompañado por unas maravillosas ilustraciones. Soy consciente de mis limitaciones y recursos lingüísticos y literarios, y respeto muchísimo a la gente que publica libros. Es algo muy poco pretencioso. Es como cuando empecé en el cine. Intento hacer las cosas lo mejor que puedo y respeto mucho cada profesión.

En casi todos los cuentos subyace una sensación positiva. ¿Deberíamos mirar a la vida con más optimismo?

La gente me conoce por la comedia y los monólogos. Soy el tipo gracioso, que no te digo que no lo sea, pero también suelo ser soñador. Y la gran mayoría de los cuentos hablan de eso: de la esperanza, de poder ver las cosas desde otro prisma. Creo que es un trabajo de empatía y de ir un poco más allá. Es una invitación a mirar las cosas desde otro ángulo.

El libro llega una semana antes del estreno de Ocho apellidos catalanes, película sobre la que hay muchísimas expectivas. ¿No es mucha presión?

Pues si soy sincero, y lo digo sin ninguna intención de ir de sobrao, en absoluto. Tengo cero presión. Al igual que tuve cero presión con la primera película. La semana pasada acudimos al visionado de la película y creo que hemos hecho un buen trabajo. La película está muy bien. Es una muy digna secuela. E incluso podría decir que es mejor película que la primera. Ocho apellidos vascos tenía el factor sorpresa y una maravillosa comedia de brocha gorda. Y esta segunda no cuenta con ese factor sorpresa, pero sí posee una comedia de brocha fina que hace que sea bastante diferente. Lo que ocurrió con la primera nos pilló a todos de sorpresa, no tenemos ningún miedo ni a que triunfe ni a que fracase.

Lo que es innegable es que todo el país está pendiente de Cataluña.

Al igual que con la primera había ciertos miedos a que el pueblo vasco pudiera tomarse la película como una ofensa y al final no se lo tomó nadie mal, pues ahora creo que tampoco pasará. Son películas que tratan de los tópicos, pero que no son políticas, ni adoctrinan ni tienen ningún tipo de maldad o provocación. Todo lo contrario: es una película que seguramente terminará quitándole mucho hierro al asunto. Pero sí que es verdad que los productores tienen que estar muy contentos porque el tema catalán está de moda.

En los Goya si sigue sumando galas...

Sí, como Billy Crystal, que hizo cinco.

¿Le preocupa la duración de la gala?¿Quiere que sea más corta?

Claro que sí. No tengo ningún interés en que sea tan larga. Porque todos los palos al final van para mí. Estamos trabajando en los recortes temporales. Hay que buscar el equilibrio entre dar los 29 premios. Así que hay que dar premios, que sea entretenida, que sea corta, que la gente no se alargue... la duración de los Goya es un problema que me preocupa mucho más que el problema catalán.

¿Qué más proyectos tiene?

Después de los Goya, la película Cien metros, escrita y dirigida por Marcel Barrena. Está inspirada en el caso real de Ramón Arroyo, a quien le diagnosticaron esclerosis múltiple y que lejos de conformarse y quedarse en su casa, empezó a motivarse y hacer deporte hasta llegar a hacer un Ironman.

¿Cómo lleva el éxito?

Pues lo voy llevando mejor, pero la vida no deja de ser un juego de balance. Si los móviles de este país no tuvieran cámaras de fotos, mi felicidad sería ideal. Perfecta. Pero la sociedad es la que es y uno tiene que adaptarse. Supongo que ser famoso hace veinte años era mucho más fácil.