¿No le dio reparo a un bonaerense meterse en un asunto como la Guerra Civil española?

A mí el mundo nacionalidades no me toca. Trato de pensar las cosas a nivel humano. Ni siquiera me gusta el fútbol, así que no uso las banderas para nada.

Al fin y al cabo, la obra habla del terror y la dignidad del ser humano ante la muerte, que no deben de ser muy diferentes?

Exacto, cuestiones humanas que todos conocemos. Si el guiso es bueno, eso es lo que cuenta, no importa de dónde sea.

Y algunos decían que la memoria histórica no interesaba?

Es un discurso de esos que circula por ahí, posiblemente porque a algún partido le interesa, y es absolutamente mentira. Basta con ver el interés que ha generado la función. Es una herida abierta atroz, obscena y de gran actualidad hasta que no se resuelva.

¿Entiende mejor España después de este proyecto?

No. Yo no entiendo nada [ríe]. Me cuesta entender cómo funciona la humanidad? Cómo está todo tan mal, el nivel de desigualdad atroz y, al final, lo que nos interesa es resolver lo nuestro? No tengo una visión optimista de la humanidad: me parece que es como los animales, que se comen los unos a los otros.

¿No somos mejores?

No? Creo que hago teatro para intentar entender qué hacemos acá, qué es esta cosa tan rara de estar en el mundo, que las cosas funcionen así y a pesar de todo seguir hasta morir.

El trabajo del director se ve en ocasiones como el de quien destripa un texto?

Y a veces lo hace, y lo lamento. El trabajo con el texto ha de ser de amor. El texto se lleva a escena porque alguien quiere y lo que queremos hay que cuidarlo. Si para que estemos los dos a gusto hay que modificar cosas, se hace.

¿Los actores son entonces meros instrumentos?

No, son parte del equipo, de un nosotros.

¿El director no es un dictador?

¡No! Esa idea acerca de la dirección la detesto. El lugar de la dirección ha de ser el de la contención, porque si quiero obtener lo mejor de los actores han de estar a gusto. Eso es muy difícil y muchas veces no lo he conseguido.

¿No manda nadie?

Sí. El director es el responsable último de todo lo que pasa, yo me siento así, y no siempre me gusta todo, pero has de aprender a soltar, a entender que hay otras personas vivas generando cosas.

¿Y genera insatisfacción?

Genera un gran aprendizaje. También en términos de no darse demasiada importancia, de entender que hacer teatro es aprender a convivir. Es muy estimulante más que decepcionante.

Empezó como actor, pero ¿se ha encontrado a sí mismo como director?

Ahora que he vuelto a actuar he comprobado que el placer físico del sudor es muy gozoso, como el deporte, que yo destesto. La dirección me da el placer de entender qué es esto de estar juntos.

¿Es posible estar juntos?

Es imprescindible, necesario. La soledad me agobia.