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En el día del daño cerebral

El daño cerebral puede producirse en la persona por distintas circunstancias. INFORMACIÓN

¿Qué es el daño cerebral y cuándo surge? ¿Podemos nacer con él? Como su nombre indica, supone la existencia de una lesión en las células del cerebro, las neuronas, que puede ser congénita, por una enfermedad genética que heredemos, por ejemplo porque acumulamos en ellas sustancias, o hay sufrimiento intrauterino y el feto se daña por la falta de oxígeno, nutrientes, un golpe o un tóxico. Por ejemplo si se desprendió la placenta materna por donde le llega el oxígeno, o en el momento del parto se encaja el feto, o se le hace daño con los fórceps.

¿Podemos iniciarlo de mayores? Sí, y eso es muy frecuente. Por ello es muy importante considerar el daño cerebral adquirido que nos puede afectar a todos.

¿Cuál es su origen? ¿Puede su causa estar fuera del enfermo? Es una enfermedad que deriva de otras. Por supuesto, y así puede suceder, por ejemplo, al sufrir un accidente de tráfico, deportivo o doméstico, si se nos golpea con fuerza en la cabeza con un palo, una piedra, bala o el puño en el boxeo. O si nos golpeamos al caer.

Otras veces se debe a una falta brusca de oxígeno, por ejemplo una práctica inadecuada de submarinismo, si permanecemos bajo el agua más tiempo del que las neuronas pueden resistir sin él. También su causa podría ser que nos ahorquemos, nos asfixien o incluso nuestro corazón se pare, por ejemplo al sufrir un infarto. Unos 4-5 minutos sin una buena oxigenación le dañan de forma importante. O puede suceder por la aspiración de vómitos o comidas que llenan nuestros bronquios y los vacían de aire.

Otras veces resulta de actuaciones médicas inadecuadas, por ejemplo en la colocación de un stent, un catéter o tubo para proteger un vaso del cerebro dañado (por una dilatación o aneurisma) o estrechado. También si hay daño en la musculatura respiratoria, eso sucedía en muchos de los que padecían poliomielitis, que es un virus que daña las neuronas, y si afecta a las que regulan los músculos de la respiración, para poder vivir debían hacerlo en un «pulmón de acero», que les ayudaba a respirar. O por padecer enfermedades neurodegenerativas como la esclerosis lateral amiotrófica, o por tumores cerebrales que favorecen la rotura de vasos, sangrados o también si hay infecciones en la zona, pueden ser agentes diversos como virus del herpes, toxoplasmosis o neurosífilis.

En otras ocasiones el accidentes es interno, éste surge en la propia persona como si sufre un ictus, un accidente en un vaso cerebral, que puede ser isquémico, si ese vaso se le cierra por acumular grasa en sus arterias (arteriosclerosis), o si estas se rompen, por una subida de la tensión arterial o existencia allí de células tumorales que al crecer rompen un vaso sanguíneo, ello deja sin riego una zona y crea un hematoma que comprime el cerebro contra los huesos de la cabeza. O al cerebro le faltan nutrientes, por ejemplo, si nos pasamos de insulina provocamos hipoglucemias, que si son graves dañan las neuronas.

¿Cómo se expresa? Tras la agresión puede haber pérdida de conciencia, el enfermo se relaciona mal con su entorno e incluso luego no recuerda lo que pasó (hay amnesia postraumática).

En el cerebro hay zonas (lóbulos) que regulan funciones de todas las partes de nuestro cuerpo. El daño de esas neuronas se expresa de forma cruzada porque la señal de esa neurona camina por una parte fina de ella, como una fibra que se llama axón o cilindroeje y se cruza, de forma que la lesión de un lado se expresa en el contrario. Ese daño genera limitaciones físicas, motoras o sensoriales. Por ejemplo, no se puede andar, mover un hemilado, hay alteraciones del tono muscular (estado de contracción involuntaria del músculo) o del equilibrio, y por ello se añaden deformidades en los miembros o cuello, o no notan que se les toca, a veces no pueden hablar, articular palabras o las repiten de forma incoherente. Pueden aparecer otras deficiencias: perceptivas y visoespaciales, así pueden ver o no ver, pero no interpretan o integran lo que ven (negligencia), a veces surge desorientación en tiempo y/o en espacio, pueden aparecer problemas de atención y memoria, disminución de la velocidad de pensamiento, o en la resolución de problemas, de planificar y organizar; hay trastornos emocionales y del comportamiento como dificultad para controlar las emociones o agresividad, impulsividad, agitación, apatía, desinhibición, depresión o ideas delirantes; otras veces aparecen trastornos de la comunicación, por ejemplo dificultades en la comprensión y en su expresión o en la articulación de las palabras, hay además daño de la funcionalidad motora y otras pérdidas que se expresan con limitaciones para realizar las actividades de la vida diaria y requieren cuidadores.

¿Cómo se valora? Además de explorar al enfermo, para reconocer las deficiencias conviene localizar el daño de la zona del cerebro y cuantificar su extensión; los expertos realizan TAC, resonancia nuclear magnética, etc..

¿Mejoría o cura? La gran noticia es que se creía que el daño, la muerte de células cerebrales, era irreversible y no es así, es reversible, lo que abre la esperanza de la recuperación. Pero también resulta difícil definir el grado que alcanzará y el tiempo que precisará. El pronóstico es mejor si el daño es menor, pero ello exigirá no menos de 6 meses de rehabilitación si su causa fue un ictus, y un año si fue por un traumatismo.

¿Cómo activamos la recuperación? Hacerlo exige la participación de muchos expertos, que trabajan juntos en las unidades de daño cerebral, que están proliferando en nuestro país. Ellas incluyen neurólogos que coordinan el equipo, generalistas (de familia o internistas) para prevenir y tratar los muchos nuevos problemas que pueden surgir: necesidades de alimentación, por sonda desde la nariz o directamente al estómago (PEG), lesiones por la inmovilidad, deformidades, infecciones, etc.. Y evitar y tratar las complicaciones que les acompañan y que además hay que prevenir y resolver los nuevos problemas que pueden surgir: fisioterapeutas para rehabilitar los déficits motores, logopedas para mejorar los trastornos de la comunicación verbal y/o alimentación, a lo que también ayudan los nutricionistas, terapeutas ocupacionales, que ayudan a recobrar las actividades de la vida diaria (ducharse, vestirse, trabajo), enfermeros, asistentes sociales por los muchos problemas sociales que pueden precisar, y, neuropsicólogos y psiquiatras para mejorar los trastornos conductuales. Y otros muchos especialistas más: ortopedas, traumatólogos, neurocirujanos. Es curioso pero no hay grandes apoyos de la química (pastillas) para acelerar la recuperación.

¿Qué factores son claves en la mejoría? Importa la zona dañada, su tamaño, el tiempo de amnesia postraumática, la relación con el medio, los hábitos de vida y capacidades previas y especialmente los progresos que se realizan en la rehabilitación. Estos se influyen mucho por el ambiente, la calidad de los cuidados y el interés y cariño que demuestran los cuidadores.

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