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Desconocido José Estruch

Alicante prepara un amplio homenaje en 2016 al dramaturgo alicantino, Premio Nacional de Teatro, quien renovó la escena española y rescató a los clásicos ante un programa anquilosado en la dictadura

Desconocido José Estruch

Blanca Portillo recibió en la XV edición de los premios Max de Teatro el galardón de Mejor Dirección Escénica en su debut. Sus palabras, su dedicatoria entonces, fue para el alicantino José Estruch, Premio Nacional de Teatro, figura imprescindible para comprender la revolución y renovación del teatro a su llegada del exilio en 1967 cuando se hace cargo de la Escuela de Arte Dramático de Madrid. Su legado, en cambio, ha sido inexplicablemente olvidado hasta hoy, cuando Alicante (Ayuntamiento y otras instituciones) trabajan en un amplio y digno homenaje en la conmemoración del centenario de su nacimiento en 2016.

¿Pero quién fue José Estruch? Un ensayo de reciente publicación, José Estruch: el teatro como nexo identitario (editorial Fundamentos) de la investigadora Vene Herrero, reconstruye esta biografía que arranca de su Alicante natal hasta su posterior traslado a Madrid, en la Residencia de Estudiantes, donde bebe de las vanguardias y las novedades literarias, aunque sus estudios se encaminaran a la Ingeniería.

Al estallar la Guerra Civil, y escapar de los campos de concentración franceses, viaja a Inglaterra con papeles de trabajo facilitados por un amigo inglés, cuáquero pacifista. Una vez en Londres, se encuentra con la verdadera tragedia del conflicto incivil de España, cuando miles de niños vascos evacuados van ocupando colonias, sin padres ni madres ni tutores ni familias en muchos casos, abandonados a su suerte.

Aquella estampa despertó en José Estruch un sentimiento decisivo en su vida, que marcará su curso profesional y el reconocimiento cuando años después fue condecorado con el Premio Nacional de Teatro en 1990.

«Decidí que mi misión no era buscarme un futuro personal, sino dedicarme a aquellos niños. Encontré una misión que cumplir, una misión para un joven intelectual en el exilio, que era la de divulgar nuestra cultura, y nada mejor que este caso de los niños a los que había que enseñar de todo, hacer que siguieran siendo españoles, que mantuvieran el castellano, el castellano vivo, y el más vivo es el teatro», señaló José Estruch, quien puso en marcha entonces una maquinaria pedagógica y cultural con las artes escénicas a todas luces inspiradora, aupándole a cargos honoríficos, nombramientos y distinciones en todo el mundo entre París, Madrid, Roma o Montevideo.

La investigadora Vane Herrero explica esta misma situación así: «Es la salida de España, la necesidad de llevar España allí donde estuviera, la que le conduce a iniciar un vínculo con el teatro que cada vez sería más estrecho hasta convertirse en su manera de entender la vida».

Estruch, tras su trabajo en Londres, se traslada a Montevideo, Uruguay, donde reside su familia y su padre gravemente enfermo. Y lo que iba a ser una estancia corta, se convierte en un viaje largo, esencial en su trayectoria.

Allí se mueve entre los intelectuales, aporta su visión renovadora, rescata a los clásicos españoles, incorpora el verso, actualiza lo anquilosado e incorpora lo denostado. Da vida, resurge el teatro, lo difunde entre todas las clases sociales. Margarita Xirgú, también en tierras uruguayas, capta su talento y le sitúa en la dirección de la Escuela Municipal de Arte Dramático.

Uruguay madura y fructifica de este modo el legado cultivado en Inglaterra por Estruch, que aún evolucionará y ahondará más a su llegada a España, en 1967, a su vuelta del exilio. Y no era para menos.

La dictadura se apropiaba del teatro, de los autores, cuando la cultura escénica se envuelve peligrosamente de propaganda política. Aquella estampa resurge como una pesadilla para el dramaturgo alicantino quien, decepcionado, decide volcarse en la docencia para revolucionar y transformar un teatro que, en la actualidad, cabe buscar sus orígenes en el trabajo de Estruch. El alicantino dio sentido así a la profesión de director y autor teatral en un compromiso total por las futuras (y hoy actuales) generaciones como Blanca Portillo.

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