El Nobel de Química 2015 reconoció ayer a tres investigadores por revelar los mecanismos de reparación del ácido desoxirribonucleico (ADN), lo que ha mejorado la comprensión de males hereditarios y hecho posibles nuevos tratamientos contra el cáncer.

El sueco Tomas Lindahl, el turco Aziz Sancar y el estadounidense Paul Modrich han cartografiado y explicado cómo las células reparan su ADN y salvan la información genética, ayudando a entender mejor su funcionamiento, señaló en su fallo la Real Academia de las Ciencias Sueca.

Sus estudios han desvelado una aparente imposibilidad química: cómo cada copia del material genético humano es sorprendentemente similar a la original a pesar de que todos los procesos químicos sean propensos a errores aleatorios y que el ADN esté sometido además a radiación dañina y a moléculas reactivas.

Mientras hacía un posdoctorado en Princeton a finales de los 60, Lindahl empezó a estudiar la estabilidad de la molécula de ADN, en una época en la que la comunidad científica creía que ésta era muy resistente. De vuelta a Suecia, sus experimentos probaron que su sospecha era cierta y que el ADN sufría un deterioro lento pero notable, por lo que debían existir sistemas moleculares para reparar esos defectos. Empezó a buscar enzimas reparadoras hasta encontrar una que eliminaba los restos dañados de citosinas (una de las cinco bases que forman parte de los ácidos nucleicos). Lindahl fue capaz de recrear en 1996 el proceso de reparación humano in vitro. Si Lindahl abrió las puertas a un nuevo campo de investigación, Sancar resolvió otra incógnita: cómo las células afrontan los daños provocados por la radiación ultravioleta. Modrich descubrió cómo cortar las cadenas de ADN.