Convertido el ADDA en uno de los edificios claves de la ciudad, tanto como contenido como continente, el mantenimiento y limpieza de los alrededores del auditorio deja mucho que desear. Un fin de semana cualquiera, la aparición de botes, vasos, papeles y plásticos se convierte en una imagen habitual, algo que se une a los desperdicios que se han ido acumulando en las zonas que tienen vegetación y que no responden a la actividad nocturna de un día sino al descuido en su limpieza a lo largo de semanas.

La suciedad, a la que contribuyen también los excrementos de animales y los desperdicios que se arrojan al suelo sin ningún tipo de civismo, se une la falta de mantenimiento de los elementos que conforman la plaza.

No hay más que echar un vistazo a los bancos. Su estructura de madera se encuentra totalmente desgastada por los efectos del uso y del sol, de manera que precisan una mano de barniz. El suelo está ennegrecido y lleno de manchas, igual que las escaleras de acceso que no dan una imagen adecuada a la categoría del edificio.

Incluso las farolas que se encuentran en la plaza y que forman parte del entorno del ADDA están llenas de publicidad, en muchos casos ya con papeles desgastados y medio rotos.