Dice que este espectáculo es la historia de un sueño...

En estos inicios reales de mi carrera profesional está muy patente la historia de un sueño porque tengo la ocasión, después de muchas vicisitudes, de cumplir ese sueño que era subirme al escenario y conectar con el público.

¿Cómo se fue materializando ese sueño en la música?

Empecé como músico autodidacta a los 16 años, hice mis primeras composiciones, convencí a mi padre para que me comprara un teclado y un sintetizador. Luego me fui a estudiar Derecho a Madrid y entré en contacto con un grupo. Me di cuenta de la necesidad de formarme y ya empecé con estudios musicales de técnica vocal y piano. Me fui a Londres un año y medio a estudiar canto clásico. Estuve con dos profesores pero no terminé de encontrar el camino de la técnica vocal, así que decidí dejarlo y me volví a España. Ejercí diez años de abogado y luego me incorporé a la empresa de mi familia. Ahora lo he dejado para centrarme en mi carrera.

Empezó en un grupo de funk mientras cantaba en un coro de música antigua. Curiosa mezcla.

Sí, era un poco raro. Empecé en el grupo funky cuando me metí a dar canto clásico y descubrí algo nuevo. O tienes inspiración o tradición familiar, o con la clásico no hay cercanía. Cuando empecé a dar clases de clásico y me fue gustando, montamos un grupo de polifonía. En aquel momento estaba muy verde. La formación clásica es una base fantástica para cualquier estilo. Lo que no es fácil para un cantante de clásico es no sonar a clásico cuando cantas música ligera. Pero siempre he compaginado ambas cosas.

Después de un parón para dedicarse a la empresa familiar, en 2011 volvió de la mano de Jovita Gómez Couto, que le llevó a la ópera.

Me resistí bastante, creo que de alguna manera esta historia de un sueño es real, porque se han ido produciendo circunstancias exógenas que me han ido marcando el camino. Jovita es muy perseverante y gracias a ella empecé de nuevo después de quince años. Las inseguridades de nivel técnico se fueron superando con trabajo y encontré en Jovita el profesor que no había encontrado entonces. Entonces tuve que decidir si era un hobby o si quería dedicarme a ello. Así que me dije, voy a intentarlo y decidí dedicarme cien por cien a la música.

Y así surge White on black.

Pensé en hacer un concierto que combinara ambas cosas y así nació este espectáculo, con música clásica y ligera. Metimos un coro de voces femeninas con temas de los 50, di con un grupo fantástico de músicos de jazz, fuimos haciendo las adaptaciones, metimos también bailarines y se convirtió en mi presentación musical en sociedad. Eso fue en febrero. Ahora lo hemos dejado solo en música swing y me he puesto un nombre más comercial, Javier Robles en vez de Javier Peláez.

¿Y hasta dónde quiere llegar Javier Robles?

Hasta el infinito y más allá. No me pongo límites. Me gustaría poder consolidar mi carrera profesional en el ámbito musical. Lo que más me atrae es el tema de cantar en público. Lo que me llena, lo que me transforma es cantar ante el público. La relación con el público cuando cantas música ligera no tiene nada que ver con la clásica. La música ligera permite un acercamiento mayor al público que te ayuda a sentirte más relajado.