Manolo Tena, que se dice «en recuperación», está «ahora mismo loco por vivir» tras dejar atrás un largo calvario con las drogas, glosado en un nuevo álbum y un documental en los que están muy presentes las personas que le ayudaron a levantarse tras tocar «fondos muy raros».

«No dormí en la calle porque mi familia no me dejó; cuando estaba en la indigencia -y no usa ese término en sentido metafórico-, ellos me acogieron», dijo ayer el músico (Madrid, 1951) en una entrevista en la que tuvo unas palabras especiales para sus padres y su hermano Rafa. Fue él, productor de profesión, el motor de estos dos trabajos que devuelven al intérprete de Tocar madera, Frío o Sangre española a la actualidad tras los siete años de silencio creativo transcurridos desde Canciones nuevas (2008) con un nuevo álbum, Casualidades (DeTena Producciones), que se publica el viernes, y un documental sobre su vida. «Me hizo sentir liberado; de mí solo se veía una parte oscura y desagradable, y en todo juicio tiene que haber un fiscal, un juez y un abogado defensor. Este documental trae un poco de equilibrio en esta historia», justifica su protagonista.

Aunque falta Joaquín Sabina («él está cumplido conmigo desde hace muchos años», justifica), abundan los testimonios que han querido aportar su visión de uno de los más importantes autores de la música española: Rosendo, Víctor Manuel, José Mercé, Rosario, Luz Casal, Alejo Stivel...

Sorprende la presencia del cocinero Pepe Rodríguez, un seguidor de Tena desde sus inicios en el grupo Cuchara allá por los años 70. Dice uno de los testimonios que él es en parte culpable de su «malditismo». «No he tenido nunca mucha autoestima. He sido más bien un tipo acomplejado y tímido. Es ahora cuando he empezado a aceptar que, como todo el mundo, tengo bajas y altas pasiones, virtudes y defectos», confiesa. «Cuando nadie creía en mí, apareció mi hermano, que tenía fe en esto. Me ha hecho creer en mí a pesar de mí», asegura. La poesía fue su salvavidas. «En mis peores momentos, lo que me ha salvado ha sido escribir», afirma.

«A mí, que he sido un barullo mental, poder escribir sobre el dolor, la risa y el llanto me parece mágico y me centra mucho. Ayuda a subir al cielo y a besar la lona. Es una lección de humildad», dice. Ahora le repele hasta la marihuana, a la que es alérgico, aunque eso lo ha averiguado recientemente, y llega aquí tras pasar por centros de rehabilitación, uno de ellos en Cuba, donde escribió uno de sus nuevos temas, La vida por delante.

«Siempre he querido curarme, hasta que tuve la opción buena de salir del infierno. Ahora disfruto cada suspiro», asegura quien se dice «loco por vivir» y «quizás en mejor momento» que cuando hizo Sangre española (1992), su cima como compositor. Se refiere a sí mismo como un «superviviente» que ha tocado la valla por él y por todos los compañeros y amigos que siguieron un camino similar, pero con un destino fatal, véase Antonio Flores, Antonio Vega, Juan de la Rosa y Enrique Urquijo.

«Nadie ha nacido para morir. Lo demás son cosas que pasan. Yo los siento superdignos. Creo que son vencedores. Por eso hablo de ellos en el documental, no solo como inspiradores, también como compañeros de un viaje que solo ellos y yo entendemos».