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Dos autores de la intuición

Mario Vargas Llosa habló con Javier Cercas de la buena y de la mala literatura, en el cierre del ciclo «Conversaciones en el ADDA» del Instituto Gil-Albert

Dice Javier Cercas que cuando uno está delante de un Premio Nobel lo que debe hacer es escuchar en vez de hablar. Y ayer lo demostró Mario Vargas Llosa en un ADDA prácticamente lleno. También el propio Cercas, aunque no ostente ese galardón. Es cierto que la literatura se escribe para ser leída, pero a veces esa literatura toma voz y suena. Como ocurrió con estos dos grandes escritores porque ambos actuaron como un dueto perfectamente afinado. Hablaron de la novela, de las suyas y de las de otros, de la de antes y de la de ahora; de escritores, de personajes, de buena y mala literatura, de su amistad, de su vida. No en vano, el título del encuentro era El oficio de escribir, broche de oro de las Conversaciones en el ADDA organizadas por el Instituto Juan Gil-Albert en los últimos cuatro años.

Como escritores «de la misma estirpe» los definió la directora de Alfaguara, Pilar Reyes, encargada de moderar esta charla en la que «parecemos dos japoneses, a ver quien se inclina más... y al final vamos a tocar el suelo con la frente», bromeaba Vargas Llosa.

Todo empezó con la utilidad de la literatura. Y prácticamente la misma respuesta. «Todo lector que se ha apasionado leyendo un libro se ha sentido luego enriquecido gracias a esa lectura y sabe que tiene efectos beneficiosos porque las buenas lecturas benefician a la sociedad aunque es difícil demostrarlo porque no es inmediato; la literatura no se agota en la lectura», aseguró el autor de La ciudad y los perros.

Sin embargo, algo que lo demuestra es que «todos los sistemas autoritarios han tenido siempre una gran desconfianza hacia la literatura como si fuera peligrosa para su fin... y no se han equivocado porque tiene un efecto subversivo. Cuando terminamos la lectura y volvemos a la vida real somos mucho más críticos frente al mundo y vemos que no está a la altura de lo que debería ser, y es que la buena literatura desarrolla un espíritu crítico muy fuerte en la sociedad, algo que hace falta para que las cosas cambien».

Para Cercas, la novela lo que hace «es sembrar la rebeldía en el lector» y lo que provoca que sean temidas por los poderes totalitarios «es la ironía, como ocurre con El Quijote, que es un antídoto contra la visión totalitaria del mundo».

El autor comparó la generación del autor hispano-peruano y la suya. «La mía nace con un gran escepticismo respecto a la literatura comprometida y la figura del intelectual, frente a la tuya. Para mi generación Sartre era lo peor. Pero todo esto cambió por tu culpa. Cuando yo publiqué Soldados de Salamina, que solo leía mi familia, un señor llamado Vargas Llosa escribió un artículo en el que decía que quien creyera que la literatura comprometida se había acabado que leyera mi novela. Yo me quedé helado. Y cuando el 11 de septiembre de 2001 le conocí personalmente pensé "eso no me lo dices en la cara"... pero entonces él me explicó que comprometida porque sirve para cambiar la percepción de la vida del que lo lee. Entonces entendí que toda literatura que aspira a ser grande debe ser una literatura comprometida».

«Y recuerdo que cuando mi padre leyó ese artículo me dijo: "hijo, este artículo es mejor que tu novela"», apuntó Cercas en tono de humor.

El Premio Nobel retomó de nuevo el tema para asegurar que «la idea de que la novela puede ser un entretenimiento pasajero desnaturaliza la razón de ser de la literatura» y afirmó que «un escritor no necesita ser totalmente consciente de que a través de la historia que cuenta está enviando un mensaje al mundo. Lo que necesita es ser genuino, auténtico, en la manera de describir esa realidad humana».

En este sentido, consideró que «en la novela contemporánea hay una deriva hacia una literatura que se hace solo con el afán de entretener, de ser un juego pasajero, que son los best seller, y yo considero que es una forma de degradación de la novela clásica, de la novela seria». Por eso, «hay que defender la importancia de la novela en la formación del ciudadano si queremos tener una sociedad crítica, que no se deje manipular, necesitamos que la sociedad esté impregnada de buenas ficciones».

Javier Cercas introdujo una cuestión. «¿Cómo convive el hombre que escribe sembrando dudas, incertidumbres y equívocos en el lector con el hombre que interviene en la vida pública y lo hace como tú, de forma inequívoca?».

«No es contradictorio -destacó el autor de Pantaleón y las visitadoras-, tiene que ver con la naturaleza de la novela. El factor preponderante de la novela no es nunca racional, las novelas dominadas por la razón son esquemáticas y por tanto malas novelas. La vida tampoco es puramente razón, es también instinto, intuición, es esa dimensión irracional de la persona. Yo tengo la impresión de que cuando escribo un artículo o hago un pronunciamiento político lo que funciona en mí es lo racional, pero cuando escribo una novela busco que los elementos espontáneos, que escapan a la razón, terminen imponiendo una dirección a la historia». Y es que, en su opinión, «las novelas puramente inteligentes son malas, son como ensayos, algo que ocurre con Sartre» y «la pura inteligencia no produce grandes novelas; el novelista tiene que ser muy intuitivo y trabajar con sus instintos, con sus sueños».

Javier Cercas replicó preguntádose «si el señor que escribe artículos ideológicos no puede acabar matando al novelista». Aunque «tengo la solución: lo que hace el Vargas Llosa novelista es sabotear las ideas de Vargas Llosa ensayista».

«No me lo había planteado así, pero me gusta esa solución; en el campo político creo tener las ideas claras, pero cuando soy novelista trabajo con todo lo que hay en mí». Así respondió el escritor hispano-peruano, un autor que siempre quiso serlo «aunque entonces en Perú, cuando yo era joven, nadie soñaba con que fuera posible ser novelista como profesión».

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