«Cuando se llega a un descubrimiento de este calibre no se puede atribuir a una persona sola, responde al trabajo de muchos otros». Lo dice Francisco Juan Martínez Mójica, del departamento de Fisiología Genética y Microbiología de la Universidad de Alicante, que fue quien inició hace más de 20 años la investigación que ha culminado con la técnica galardonada el jueves con el Premio Princesa de Asturias de Investigación Científica y Técnica. No es que lo diga él, es que una de las galardonadas, la bioquímica Emmanuel Charpentier, así lo ha manifestado. Por eso, afirma el alicantino que «la satisfacción es enorme porque un reconocimiento es muy grato, pero lo más importante es ver que teníamos razón y dónde ha llegado la investigación».

Y es que a partir de su investigación, Emmanuelle Charpentier y Jennifer Doudna han conseguido desarrollar una tecnología que permite «editar» genomas de manera sencilla y precisa, y manipular el ADN de plantas, animales y humanos.

Martínez Mójica comenzó a trabajar en unos elementos que aparecían en las bacterias y que nadie sabía qué función tenían. «En el 93 realicé la primera publicación sobre el tema y a nadie le llamaba la atención hasta que conseguimos demostrar que eran el sistema de defensa de las bacterias y eso podía aplicarse como herramienta y transferirlas a organismos vivos», explica Mójica.

Esa conclusión llegó en 2000, cuando «descubrimos que había muchos organismos que tenían esos sistemas de defensa que no se sabía para qué servían y sugerimos que tenían que estar cumpliendo un papel relevante si estaban en tantos organismos». En 2005, fue cuando el investigador y su equipo propusieron que era un sistema inmune de las bacterias «y hasta ahí llegamos».

«Gracias a este trabajo y otros que aparecieron después en el mismo sentido fue tomando fuerza nuestra teoría». De hecho, en 2007, otro grupo científico consiguió demostrar experimentalmente sus hipótesis y desde 2008 hay congresos anuales en la Universidad de Berkeley en Estados Unidos. «Allí estaba ya Jennifer Doudna», una de las investigadoras ahora galardonadas con el «Princesa de Asturias».

Entre 2005 y 2007, Martínez Mójica recibió financiación estatal para su investigación. «Durante esos años tuvimos apoyo porque habíamos descubierto el posible papel de esos sistemas y eso era tremendo, descubrir que existía un sistema inmune que había pasado desapercibido después de tantos años de investigación con bacterias era impresionante y había expectativas de que eso tuviera muchas aplicaciones biotecnológicas y biomédicas».

Sin embargo, la investigación se estancó. «No conseguimos publicar mucho porque seguíamos intentado demostrarlo y chocamos con muchas piedras». Por eso, en 2008 el ministerio les retiró la ayuda. «Me parece normal que quitaran la subvención, porque eso ocurre cuando la investigación no produce. El nivel de la investigación en España es muy alto y el dinero es el que hay y por eso hay que tener criterio para ver qué grupos se financian y a cuáles no. El que produce mucho merece más la financiación que uno que no produce así que fueron objetivos cuando nos retiraron la ayuda», subraya.

Ahora, desde la distancia, afirma que «nunca se sabe si hubiéramos llegado allí (donde han llegado las ganadoras del premio); nosotros somos de investigación básica», pero «cuando otros empiezan a reconocer que tu trabajo está bien hecho es muy reconfortante, especialmente cuando uno mira hacia atrás y se acuerda de que hace diez años contabas esto en un congreso y a nadie le interesaba, lógicamente porque a quién le interesa algo que tienen las bacterias y que no se sabe para qué sirven».

Para Martínez Mójica «esto anima» y «la situación ha cambiado enormemente». De vender algo que casi nadie se creía «por lo grande que era», a la situación actual en la que «todo el mundo lo conoce y sabe dónde puede llegar esto».

El trabajo sigue. «Nosotros seguimos en ello, en la investigación básica, creemos en ello y nos ha dado la razón la historia. Gracias a la investigación básica se ha conseguido llegar hasta donde hemos llegado». Alguien tiene que hacer ese trabajo, o más bien, «alguien se tiene que sacrificar, diría yo. En este caso, nosotros sacrificamos tiempo y años empecinados en que esto servía para algo y al final teníamos razón».