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Luis Magrinyà

«La riqueza léxica ostentosa no es más que cursilería»

El lexicógrafo saca los colores en esta obra a los ídolos de la telebasura y a los políticos que cometen faltas de ortografía

Luis Magrinyà. información

¿Es Estilo rico, estilo pobre una guía para escribir bien?

Es una guía para demostrar que cuando nos esforzamos por escribir bien, caemos en trampas que hemos oído por ahí que chirrían. No se puede ser hinchado o florido ni simplón o facilón.

¿En qué categoría mete a la concejala de Cultura de Valencia que cometió 30 faltas de ortografía en apenas 19 frases, anunciando su retirada?

En la de analfabeta. Es un problema que demuestra que la cultura nunca se ha valorado en este país. Es además triste, vergonzoso e imperdonable.

¿Cómo influye en la forma de expresarse de los jóvenes el lenguaje en las redes sociales?

El lenguaje de los jóvenes es muy creativo y territorial. Hablan para diferenciarse, es una especie de jerga que no aspira a salir de su círculo ni a modificar la lengua.

¿Cómo influirá el que ahora los exámenes de acceso a la universidad sean tipo test?

No es un estímulo para escribir bien.

¿Qué riesgo corro si quiero emplear un estilo rico?

El solo hecho de planteárnoslo es ya un riesgo. Hay que expresarse con naturalidad, pensando lo que se quiere decir e intentando reconocer las relaciones convencionales y naturales entre las palabras. Por ejemplo, el verbo «cometer» se relaciona con «asesinato», pero el «realizar» no. Se comete un asesinato, no se realiza un asesinato.

Escribe Rafael Sánchez Ferlosio que huimos de las palabras llanas por un motivo ritual, a veces hilarante. ¿Qué quiere decir?

Creemos falsamente que las palabras llanas son vulgares porque son muy habituales. ¡No lo son! Pensamos además que no son ricas y que son vulgarismos. Un vulgarismo es decir «cocreta», pero no botella, ni mesa, ni dormir.

¿Hasta qué punto estamos preocupados por casar bien las palabras?

La clave de un buen estilo consiste en casar bien las palabras y saber que unas van con unas y otras con otras. No hay que tener miedo a las palabras más usadas y frecuentes.

Así que las palabras hay que verlas en comunidad y con las relaciones de dependencia que tienen entre sí, ¿verdad?

Por supuesto. Las alianzas se establecen por la costumbre y hay que evitar siempre alianzas que estén gastadas como por ejemplo «paréntesis vacacional».

¿Qué le pasa a ese «paréntesis vacacional»?

Que es una locución gastada que ya chirría.

¿Hasta qué punto nos pueden ser útiles los diccionarios?

Los diccionarios no nos ayudan mucho con el estilo pero sí nos indican las relaciones entre las palabras, si tienen o no plural o si llevan o no artículo. Me gusta el diccionario Redes, que es combinatorio, y el María Moliner.

¿Qué pasa con el de la Real Academia Española (RAE)?

Es flojillo. Los académicos aceptan o rechazan palabras de forma arbitraria sin una base científica. Si la abuela de un académico sigue utilizando una palabra arcaica no pondrán a esa palabra el símbolo de poco usada solo porque la usa la abuela de uno. ¿Cómo puede indicar el diccionario de la RAE que los verbos «espetar» y «mascullar» son coloquiales?

¿En qué acabará la pugna entre quienes sostienen que los verbos «oír» y «escuchar» significan lo mismo y quienes defienden que «escuchar» es «oír con atención»?

El estado natural de la lengua es que haya tendencias contrapuestas y es la propia lengua la que decide qué tendencia gana con el paso del tiempo. Yo apuesto por diferenciar entre «oír» y «escuchar».

¿Cómo lo pagan quienes administran la riqueza léxica como nuevos ricos?

No lo deben de pagar mucho porque el panorama literario y periodístico español está lleno de esos nuevos ricos. Es un vicio. Nos quieren enseñar todas las palabras que saben pero sin pararse a pensar si quedan bien o no.

Es fácil caer en la cursilería ¿verdad?

¡Claro! Esa riqueza léxica ostentosa no es más que cursilería. Para escribir bien es imprescindible que no se note que quieres escribir bien. Hay que huir de la prosa exhibicionista aunque reconozco que la tradición española es de alabar a la prosa hinchada. En inglés y francés también hay escritores que tienden a la floritura pero son más dados al uso de la palabra justa.

¿Hacemos el ridículo cuanto más fino queremos hablar?

¡Desde luego! Hacemos el ridículo con la finura empalagosa y también con la recia y castellano-vieja de algunos escritores que no es más que una cursilería. Juan Manuel de Prada o Sánchez Dragó son exponentes de esa cursilería.

¿Por qué tenemos tanta manía a verbos tan polivalentes como «hacer» y «tener»?

Porque los identificamos con palabras vulgares que no deberían salir del ámbito coloquial. No nos damos cuenta de que son verbos que nos dejan siempre bien. Buscar permanentemente sinónimos es cansino y cantoso.

¿Le resulta incorrecta nuestra obsesión por no repetir palabras para escribir bien?

Es bueno no repetir palabras, pero la solución no está en buscar sinónimos, si no en repasar la frase a ver si hay algo que sobra.

¿Por qué cree que Terelu Campos y demás ídolos de la telebasura son tan adictos a la preposición «hacia»?

Porque creen que es muy fina. No saben usar las preposiciones y además han dado un falso prestigio a ese «hacia». Tienen «sensibilidad hacia la luz» y «animadversión hacia mi persona». ¡Tremendo!

Otra preposición de moda es «desde».

«Desde el cariño y desde el respeto» te dan todo tipo de puñaladas. Piensan que son más elocuentes y es mentira.

¿Por qué no dominamos la semántica de las preposiciones?

¿Tienen significado las preposiciones? Creo más bien que son nexos, puras relaciones entre palabras que fusionan creando relaciones con consecuencias sintácticas.

Usted mismo reconoce que la sintaxis léxica es bastante enrevesada?

Y lo es porque a veces es difícil saber qué acompaña a un verbo o a una palabra. ¿Es amor a o amor por? Lo que está claro es que nunca será «amor hacia».

¿Está de acuerdo con la doctora Elena Fernández Ochoa en que debemos hablar del sexo con naturalidad sin circunloquios?

Es muy difícil usar un estilo neutro al hablar de sexo. La palabra «coito» en sí está muy bien, pero acompañada de un verbo suena muy raro. «Ejecutar el coito» da risa. No es fácil ser neutro y fino al hablar de sexo, pero somos muy creativos al inventar formas de aludir a esa realidad.

¿Por qué nos da tanto corte hablar de sexo?

Nos da corte cuando tenemos que escribir o hablar en público sobre sexo. Siempre tendemos a buscar soluciones muy raras. Por eso creo que la doctora Ochoa se confunde cuando confunde términos científicos con naturalidad.

Dígame por favor por qué le gusta tanto Francisco Ayala cuando escribe «En el fondo del vaso» la siguiente frase : «?la tontería que el mentecato de Luisito amenazaba perpetrar»?

Me encantan el verbo «perpetrar» y la palabra «interfecto». Las dos vienen del ámbito criminal. «Perpetar» es graciosa a pesar de referirse en un principio a un delito de sangre. Ayala le perdió el respeto y le dio otro uso cómico que debería aceptarse ya. «Interfecto» era muerto, pero pronto se usó para referirse a cualquier persona de forma despectiva.

Veamos el fallo de García Márquez en Cien años de soledad cuando escribe que «los obreros habían obedecido la orden de evacuar la estación, y se dirigían a sus casas en caravanas pacíficas».

Es el plural distributivo que se usa ahora por influencia del inglés. García Márquez podría haber dicho que los obreros se dirigían a su casa porque al decir a sus casas puede dar la sensación de que cada obrero tenía varias casas. Es como lo de los niños que se rascan sus cabezas cuando solo se tiene una cabeza. En la lengua, menos siempre es más.

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