Gorky, Charles Aznavour, Atom Egoyan, William Saroyan o el grupo System of a Down son armenios. ¿Conocemos tan siquiera dónde está ese país?

Bueno hay un gran desconocimiento sobre Armenia, sobre su historia. Pero a mí me interesaba mucho el país desde que estuve en el barrio armenio de Israel y de Beirut. Conociendo armenios de la diáspora me iban hablando de su país y quise explicar cómo lo había visto yo. En el pasado fue un país muy importante, pero sufrió muchas invasiones a lo largo de la historia y ha quedado reducido desde la independencia en 1991 a una república de menos de 30.000 metros cuadros y tres millones de habitantes.

Habla de un genocidio del que ahora se cumplen cien años, en el que Turquía arrasó a la población armenia, con un millón y medio de muertos, pero que jamás se ha reconocido a nivel internacional. ¿Por qué?

El 24 de abril de 1915 empezó el genocidio y Turquía explica que temía que la población armenia dentro de sus fronteras fuera a rebelarse contra el gobierno musulmán porque eran cristianos y empezaron el ataque y la deportación por el desierto. No se reconoce porque Turquía se sigue negando a aceptar que fue un genocidio y su poder es mucho más grande que el de Armenia. Pero creo que es necesario recordarlo y por eso escribí mi libro, porque el que olvida el pasado está condenado a repetir los errores.

Ha escrito libros sobre Estados Unidos, Australia, Islandia, Hong Kong... ¿Qué le llevó a poner su punto de mira en Armenia, un país tan distinto?

Sí, es muy diferente. Si voy a Australia o Islandia me seduce el paisaje y luego el factor humano. Pero en el caso armenio es distinto. Es la seducción por su larga historia. Un amigo armenio me decía que es un país pequeño pero tiene una gran profundidad. Una antigua nación que antes de Jesucristo ocupaba del Caspio al Mar Negro y del Caucaso a Jerusalén, ahora con 3 millones de habitantes, pero 7 millones de armenios por el mundo.

Es un país que tiene mucho halo de misterio y una historia milenaria. Hace un apartado especial sobre el monte Ararat, hoy en manos turcas, donde se supone que está el Arca de Noé.

Es una zona enigmática y eso me atraía también. El Ararat es un volcán de más de 5.200 metros de altura que se ve desde Armenia aunque ahora sea territorio turco. Te quedas asombrado de su poder. Ellos lo ven como símbolo de eternidad. Ha habido muchas expediciones, pero nadie ha conseguido encontrarlo y los armenios dicen que Dios no quiere que se encuentre. Hasta el astronauta James Irwin, uno de los que pisó la Luna, lo escaló dos veces para ver si lo encontraba.

¿Qué utilidad tiene la literatura de viajes, que en realidad es también un paseo por la historia?

Creo que ha cambiado. En el XIX era puramente descriptiva. Los viajeros iban a lugares que la gente no podía ver. Pero actualmente puedes ver cualquier rincón del mundo y la literatura de viajes pone el foco en el yo, en el punto de vista personal de quien lo escribe, lo que el autor ha vivido, lo que ha visto, que puede ayudar a saber a alguien que lo lee cómo es un país y al que viaje como complemento para saber más.

¿A qué país va a viajar ahora?

Ahora tengo una etapa africana. Me voy a Costa de Marfil el domingo que viene y luego a Malí y Burkina Faso, donde ya he estado en dos ocasiones. Hay que viajar para conocer al otro y a partir del otro conocernos más a nosotros mismos.