«Yo no hubiese querido escribir poemas, lo que hubiese querido es que no existiesen gran parte de las razones que llevan a los seres humanos a escribir poemas». Así, tras recordar que sin Troya no habría escritura de Homero ni Picasso sin Guernica, el poeta chileno Raúl Zurita desgranó por qué la historia de la poesía «es el gran catastro de la adversidad» y de los «incontables nombres que toman las desgracias: Helena, Menelao, Héctor, Andrómaca y las cenizas de sus palacios arrasados: Auschwitz, Hiroshima, Nagasaki, Bagdad, Gaza».

A sus 65 años, este poeta de barba blanca y hablar pausado, represaliado por la dictadura de Pinochet, fue ayer investido doctor Honoris Causa por la Universidad de Alicante, la primera que lo acuerda, al igual que sucedió con su colega uruguayo Mario Benedetti en 1997.

El autor de Purgatorio, Anteparaíso o La vida nueva, el mismo al que de niño su abuela recitaba fragmentos de la Divina Comedia, como recordó en la laudatio su amigo y padrino en la investidura, el catedrático de Literatura Hispanoamericana José Carlos Rovira, no puede desvincularse de una fecha, el 11 de septiembre de 1973 del golpe militar en Chile, que marcaría toda su su obra y moldearía al creador de «un lenguaje nuevo y difícil en la poesía chilena y latinoamericana», apuntó Rovira sobre un poeta «que se estaba jugando la vida y la poesía al azar más difícil de la palabra» y donde la historia mezclada con la autobiografía y la naturaleza sería una constante en su obra.

El propio Zurita describió ayer en su discurso de agradecimiento su detención y encarcelamiento ese fatídico día de 1973 en un carguero utilizado como campo de detención y tortura, hacinados cientos de personas en un espacio para no más de cincuenta, donde sentía «el pálpito de la humanidad entera confinada en la bodega de un barco» y donde un pequeño trozo de cielo era su único contacto con el exterior, cuya intensidad quedaría siempre en su memoria.

El nuevo Honoris Causa aseguró que la poesía es el registro de la compasión, «todos los grandes poemas son el intento más vasto y desesperado por erigir desde este lado del mundo una piedad que preserve a los que vengan de los horrores que esos poemas tuvieron que narrar» y añadió sobre la lengua que «las razones por las que debemos morir siempre están expresadas en un idioma extranjero, en un idioma que jamás entenderemos». De ahí que reconociera su intento por escribir en un lenguaje nuevo «porque ninguno de los que existían antes servían para dar magnitud de lo que había sucedido y continuaba sucediendo».

«Yo viví en Chile en los años de la dictadura y sobreviví a ella y a mi propia autodestrucción», aseguró Zurita. «Escribir esos poemas fue mi forma íntima de resistir, de no enloquecer, de no resignarme. Sentí que frente al dolor y al daño había que responder con un arte y una poesía que fuese más fuerte que el dolor y el daño que se nos estaba causando», se sinceró el poeta, que comparó la escritura a las cenizas que quedan de un cuerpo quemado: «Para escribir es preciso quemarse entero, consumirse hasta que no quede una brizna de músculo ni de huesos ni de carne (...) Escribo porque es mi ejercicio privado de resurrección».

El recién investido doctor Honoris Causa no quiso terminar su discurso de agradecimiento sin abrir una puerta a la esperanza que él mismo nunca abandonó, porque «en un mundo de víctimas y victimarios la poesía es la esperanza de lo que no tiene esperanza». «La poesía ha sido mi militancia en la construcción del Paraíso, aunque absolutamente todas las evidencias que tenemos a mano nos indiquen que ese propósito es una locura», concluyó, antes de leer el poema final de Anteparaíso cuyas estrellas sigue mirando desde hace 42 años.

Antes, José Carlos Rovira apenas si pudo concluir su laudatio a Zurita y, emocionado, recordó algunos nombres vinculados a su universo cultural, social y poético «que pedirían lo mismo que yo en este caso» en relación al requerimiento del doctorado Honoris Causa. «Estarán corroborando lo que pido, sin duda, Pablo Neruda, Víctor Jara y Salvador Allende», apuntó antes de reclamar la distinción para «este ejemplo de palabra, historia, naturaleza, desolación y esperanza».

El rector de la Universidad de Alicante, Manuel Palomar, cerró el turno de los discursos con el símbolo de Raúl Zurita como ejemplo del fortalecimiento del compromiso de la UA con Chile y Latinoamérica tras recordar los estrechos lazos que vinculan al Campus alicantino con proyectos compartidos en tierras latinoamericanas.

Palomar consideró al autor de Purgatorio como «uno de los mejores poetas de la segunda mitad del siglo XX» y cuyo poema Canto a un amor desaparecido se erige «en un canto universal de dolor y memoria». El rector agradeció al escritor, considerado el poeta chileno de mayor repercusión mundial tras Neruda, su apoyo a la Universidad de Alicante, así como su compromiso cultural, social y artístico del .

Al acto de investidura asistieron, entre otras personalidades, los rectores de las universidades chilenas Viña del Mar y Técnica Federico Santa María, los embajadores de Chile en España y en Alemania, así como el director general de Universidad, Estudios Superiores y Ciencia.