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La historia de Miró en Alicante

El MACA recupera los personajes y máscaras diseñados y pintados por el artista catalán para el montaje teatral Mori el Merma del grupo La Claca, pertenecientes a la Diputación y ocultos al público desde 1980

La historia de Miró en Alicante pilar cortés

Joan Miró se puso la bata blanca y pidió una escoba y un cubo de pintura negra. Entonces se acercó a una gran tela estirada en el suelo y empezó a pintar dando vueltas al gigantesco pincel. Ese en apariencia sencillo gesto dio como resultado una espiral con la que el artista dejó plasmado en un telón el espíritu de Ubú, el personaje teatral ideado por Alfred Jarry convertido en paradigma de los dictadores del siglo XX. Pero esa mañana de marzo de 1977 empezó algo más. En ese momento dio comienzo una historia que dura ya 40 años y que supuso la incursión teatral más importante de Miró. Todo ocurrió en el taller del grupo catalán La Claca. Allí se gestó, se diseñó y se pintó a los personajes de Mori el Merma, la trasposición al catalán del desalmado Ubú que tanto marcó al pintor.

Parte de esos personajes y esas escenografías, tras una curiosa historia de la que forma parte Eusebio Sempere, acabaron siendo adquiridas por la Diputación en 1980 y, ahora, tras una restauración en el Ivacor (Instituto Valenciano de Conservación y Restauración) que ha durado cerca de un año, se podrán ver en el Museo de Arte Contemporáneo de Alicante desde el próximo domingo y hasta el 17 de mayo, gracias a la colaboración del Consorcio de Museos, el Ayuntamiento de Alicante y la Diputación, como una exposición enmarcada en el Año Sempere.

¿Y qué tiene que ver el artista de Onil con Mori el Merma y con Joan Miró? Pues mucho. Cuando en 1980 la cooperativa La Claca, un grupo de teatro integrado por anarquistas, independentistas, vanguardistas..., decidió parar su actividad, su director, Joan Baixas, quiso seguir adelante con el espectáculo. «Necesitábamos dos millones de pesetas y se lo dijimos a Miró, así que nos dio permiso para vender los decorados iniciales», asegura mientras supervisa el montaje de los personajes en el MACA. «Parte de esas piezas, ya que de algunas hay más de un ejemplar, las entregamos a la Fundación Miró de Barcelona y otras se vendieron». Y aquí es cuando aparece Sempere. «Él quería tener más obra de Miró en su colección y fue a verle a su casa. Se quedó entusiasmado con los muñecos y le dio una señal de 500.000 pesetas».

La historia entonces se traslada a Alicante. Sempere, que acababa de donar su Colección Arte Siglo XX a la ciudad, le dice al entonces alcald José Luis Lassaletta que quiere que el Ayuntamiento compre esas piezas para La Asegurada. La respuesta es no. Entonces se lo pide al presidente de la Diputación, en ese momento Luis Díaz Alperi, y éste le da su aprobación y los dos millones de pesetas.

Tras su adquisición en 1980, las piezas se exhibieron en el Museo de la Asegurada, pese a la oposición del alcalde. Y lo que iba a ser una exposición de tres meses se amplió a catorce. No se han vuelto a exponer desde entonces. «Un día Sempere volvió y los desmontó -afirma Rosa Castells, conservadora de las colecciones municipales- y se guardaron en un despacho del museo». Y ahí estuvieron hasta que en 1998 la Diputación, haciendo inventario de sus fondos, vio que no estaban estas obras y las recuperó.

Mori el Merma, La Dona y El Ministro son los tres personajes que se podrán ver en el MACA, además de cuatro máscaras del «pueblo» y uno de los dos telones que creó Miró para la obra. Eso se completa con dos carpetas de litografías de la Fundación Joan Miró de Barcelona sobre el personaje de Ubú; una serie de dibujos sobre el espectáculo de la Fundación Miró de Mallorca, y diez fotografías del fondo Catalá Roca, procedente del Archivo del Colegio de Arquitectos de Cataluña. Precisamente Catalá Roca realizó un documental de los trabajos de Miró con La Claca, que también se proyectará.

«Es la obra más grande del final de su vida», asevera Baixas, «y lo hizo con gente de teatro, anarquista, y eso explica el mensaje de cómo era Miró». En este sentido, destaca que «yo estuve un año yendo a su estudio una vez al mes. Allí hablábamos, comíamos y compartíamos también muchas horas de silencio. Él conocía nuestro trabajo y en realidad fue él quien nos eligió a nosotros». Habla también de su generosidad. «Me dijo que me olvidase de que era Miró».

Joan Baixas recuerda el día del estreno. Fue en 1978 en el Liceo de Barcelona. «Nosotros, que íbamos siempre a tirar tomates y a abuchear a la aristocracia que salía del Liceo, estábamos allí dentro, actuando. Miró estuvo con nosotros y cuando acabó nos subimos al escenario con unas máscaras reivindicando la libertad de expresión. Él también se la puso».

Ahora, dice que se ha cerrado la herida que tenía con Alicante. «Hay una colección buenísima y estaba oculta. Verla ahora así, restaurada, me llena de felicidad».

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