La última vuelta al ruedo de José María Manzanares fue con el tendido puesto en pie aplaudiendo y gritando «¡torero, torero!». El féretro con los restos mortales del diestro salió al albero, tras pasar la noche en la capilla ardiente instalada en la Plaza de Toros, portado a hombros por sus compañeros Enrique Ponce, Pepín Liria, Julián López «El Juli», Miguel Abellán, Juan Antonio Ruiz «Espartaco», Javier Conde, Juan José Padilla y el rejoneador Pablo Hermoso de Mendoza. Así, el «torero de toreros» se despidió de la afición de Alicante, la suya, recibiendo al mismo tiempo el homenaje de profesionales que compartieron cartel con él muchas tardes. Y quienes conocen algo el mundillo del toro saben que ese gesto esconde un significado de profundo respeto, cariño y admiración.

Justo detrás de este triste paseíllo acompañaban al ataúd sus cuatro hijos, José María -junto a su mujer, Rocío Escalona-, Ana, Yeyes y Manuel, así como Yeyes Samper, otros familiares y amigos. Nada más pisar la arena y ver la reacción de las cerca de 2.000 personas presentes la emoción se adueñó de los familiares del diestro que siguieron entre lágrimas el recorrido por el redondel hasta aguardar en los medios mientras Manzanares recibía una cerrada ovación seguida de varios «olés» desde el tendido número 4 donde se concentró la mayor parte de asistentes. Tras este emotivo momento empezó a sonar el himno de Alicante y varios de los toreros fueron relevados por miembros de la cuadrilla del matador para dar una segunda vuelta al ruedo.

Además de los toreros que portaron el féretro también formaron parte del duelo Curro Vázquez, Uceda Leal, Manuel Caballero, Manolo Sánchez, los alicantinos Juan Antonio Esplá, Manuel Amador y Francisco José Palazón, el empresario de la plaza Nacho Lloret y el humorista Arévalo, entre otros. También banderilleros y picadores, entre los que se encontraban los hermanos Oliver, Daniel y Álvaro, y Manuel Molina. Ya para el oficio en la Concatedral de San Nicolás se unieron Sebastián Palomo Linares, Vicente Ruiz «El Soro», el ganadero Samuel Flores, el apoderado y suegro de Enrique Ponce, Victoriano Valencia y el cocinero Quique Dacosta.

Una vez concluida la segunda vuelta al ruedo y entre aplausos la comitiva se encaminó hacia la puerta grande por la que salió por última vez el matador cubierto por el capote de paseo con la imagen de la Santa Faz que padre e hijo lucieron en sus alternativas. Allí le esperaban decenas de personas para despedirse al grito de «¡Viva el torero de Alicante!» y el coche fúnebre para trasladarlo a la Concatedral. Tres coches más portaban parte de los cientos de coronas que han llegado a la Plaza de Toros desde el pasado miércoles. La familia se desplazó en un minibús negro y se había dispuesto un autobús para los toreros y amigos que llegó hasta la Rambla. Desde allí continuaron a pie hasta la Concatedral, en cuya plaza decenas de personas aguardaban para mostrar su cariño a los Manzanares. Una vez concluído el emotivo y multitudinario funeral, la familia junto con sus amigos más cercanos se dirigieron al cementerio donde el cuerpo del torero recibió sepultura en el panteón familiar en la más estricta intimidad.

A las puertas de la Concatedral el ganadero Samuel Flores lamentó la «pérdida irreparable de un torero que marcó una época, que ha sido respetado y admirado por sus compañeros y que era una persona maravillosa y entrañable con quien tuve la suerte de compartir tantos momentos únicos».

El Soro indicó que la despedida de Manzanares «es muy triste porque era un ser muy querido y un gran torero». «El maestro ha sido una auténtica biblia taurina andante», aseguró y añadió que «para mí era como un padre. Que Dios lo bendiga». Y Padilla se emocionó al hablar de la última vuelta al ruedo de Manzanares «a hombros de amigos, de toreros y con el pueblo volcado hacia un maestro que deja huella».