Dolor, emoción, silencio y respeto. Así despidió ayer Alicante a uno de sus toreros más ilustres. El fértero con los restos mortales de José Mari Manzanares llegó a las 13.10 horas a la Plaza de Toros y accedió por la puerta de caballos, por donde tantas tardes entró para torear en su plaza, y donde ya se agolpaban decenas de aficionados deseosos de dar su último adiós al maestro. Tras el coche fúnebre, los vehículos de sus familiares, uno conducido por su hijo José María acompañado por su mujer, Rocío Escalona, y otro por su hijo Manuel donde presumiblemente -los cristales negros impedían comprobarlo- llegaban también su madre, Yeyes Samper, y las otras dos hijas del diestro, Ana y Yeyes. Sólo en ese instante los aplausos y los gritos de «torero, torero» rompieron el silencio. Desde ese momento las inmediaciones de la Plaza de Toros se convirtieron en un hervidero de aficionados y amigos de la familia que aguardaron pacientemente una larga cola para poder mostrar su respeto y arropar a sus allegados. Cerca de 10.000 personas fueron entrando a la capilla ardiente, instalada en la puerta grande, hasta las 22 horas en que cerraron las puertas del coso.

Su capote de paseo con la imagen de la Santa Faz bordada, el mismo que lució en su alternativa el día de San Juan de 1971 y que también acompañó a José María hijo cuando se doctoró 32 años después, cubría su ataúd. Presidiendo la capilla un crucifijo y una gran fotografía de José María Dols Abellán vestido de luces sentado en una silla con el capote de paseo echado sobre el hombro y varios ramos de flores blancas. Y a su lado su familia que fue recibiendo el pésame.

Sus compañeros de profesión y amigos Enrique Ponce, Pepín Liria y Juan José Padilla, visiblemente afectados, coincidían en señalar que la familia Manzanares estaba «destrozada y rota por el dolor». De hecho, el murciano reconocía al borde de las lágrimas que «muchas veces pensamos que como somos toreros somos fuertes, pero cuando pasa algo así nos damos cuenta de que no lo somos tanto», en alusión a los hijos del torero. Y también destacó que pese a todo están contentos por recibir «tantas muestras de cariño y comprobar cómo quería la gente a su padre». «El maestro Manzanares fue para mí un ejemplo a seguir, te enseñaba con la muleta dentro de la plaza y con sus sabias palabras fuera», aseguró.

En la misma línea se pronunció Ponce. «Era mi referente y el de los toreros de su generación y los que han llegado después». «Desgraciadamente se ha ido muy pronto y de forma inesperada, la verdad es que aún no me lo puedo creer», añadió el de Chiva. De su toreo destacó «la clase, naturalidad y elegancia que emanaba por sus poros». «Fue una de esas figuras que sólo salen de cuando en cuando», concluyó.

Padilla aseguró que «el mundo del toro está de luto por el maestro, una persona entrañable y cercana que nos dejó tantos momentos de gloria que engrandecieron el toreo y por los que le estaremos eternamente agradecidos».

El consuelo de todos ellos, así como de otros compañeros que también se acercaron ayer hasta Alicante como Juan Antonio Ruiz «Espartaco», Dámaso González, Javier Conde, Curro Díaz y Manolo Sánchez, entre otros, es que deja el legado de su arte y de su forma de entender el toreo en su hijo mayor. También acudieron toreros alicantinos como Juan Antonio Esplá, Julio Martínez, Arturo Blau o el novillero Alfredo Bernabéu, así como los alumnos de la Escuela Taurina de Alicante, acompañados por su director Antonio Martínez «Rondeño». «Ha sido un figurón del toreo que ha hecho historia y que ha llevado el nombre de Alicante por todo el mundo. Un torero de muchos matices al que siempre, en cada tarde, le veías algo. Desde luego como profesional daba gusto verlo», resumió Esplá, a quien le hubiera gustado compartir más tardes con él en el mismo cartel.

Mientras Esplá hablaba a las puertas de la plaza alrededor de las tres de la tarde seguían llegando coronas de flores. Cientos de ellas se distribuyeron por el anillo interior del coso junto a la capilla ardiente. Desde la Junta de Hermandades y Cofradías de Alicante hasta Naty Abascal, pasando por Ortega Cano, El Litri o el Hércules C. F. enviaron una. El presidente de la entidad, Carlos Parodi, su vicepresidente Valentín Botella, y el capitán Javier Portillo, acudieron también por la tarde acompañados del concejal de Deportes, Mariano Postigo.

La alcaldesa, Sonia Castedo, también quiso asistir a la despedida de Manzanares y compartió unos minutos con la familia antes de salir directamente en el coche oficial sin querer hacer declaraciones y acompañada por Juan Seva y Marta García Romeu. Sí habló poco antes Andrés Llorens, teniente de alcalde y concejal delegado de Asuntos Taurinos, para destacar que el diestro fallecido «fue un referente mundial que además hizo gala de su alicantinismo allá donde ha ido». «Manzanares fue único como torero y como persona, un genio, y nos queda su recuerdo y su obra». Llorens resaltó también que es la primera vez en la historia que se instala una capilla ardiente en la plaza y que se ha realizado «por deseo de la familia» que «el Ayuntamiento ha facilitado». Preguntado por si el Consistorio tiene previsto algún homenaje o reconocimiento al torero alicantino recordó que tiene ya una calle con su nombre en el barrio de San Blas y «ahora lo importante es apoyar a la familia».

Precisamente como de la familia Manzanares son Miguel Martínez «Miguelillo», su mozo de espadas durante 17 años, y Manuel Giménez Zamora, el conductor en sus años en activo como matador y que estuvo con José Mari «desde que nació». Ambos estaban conmocionados. «Me parece imposible que se haya ido, iba a venir dentro de poco a vernos porque desde Hogueras no había venido -desde su finca de Cáceres donde falleció el martes- y no ha podido ser», dijo Giménez. «Su cuadrilla éramos su familia y se ha portado maravillosamente bien con todos nosotros. Hay quien dice que era raro y no es verdad, era muy amigo de sus amigos», defendió quien fue su mozo de espadas en los años gloriosos del diestro. Recordó con nostalgia los viajes juntos recorriendo España y América y destacó «su clase excepcional y su gusto en todo desde su toreo hasta su forma de vestir». «El mundo del toro es punto y aparte, hemos vivido muchas cosas juntos», agregó. También acudieron otros hombres de plata que formaron parte de su cuadrilla en algún momento de la dilatada carrera del matador como el picador Alfonso Barroso.

Pero también profesionales de otros ámbitos como el arquitecto Juan Antonio García Solera, fijo en los tendidos en las ferias de Hogueras, el restaurador Miguel García Navarro e incluso el actor Fernando Esteso. El cómico se mostró impresionado por la muerte de Manzanares. «Es increíble que tras 4.000 toros haya podido con él un infarto», dijo. Y recordó una anecdota que guarda como oro en paño. «Tuve la suerte de que me invitara la tarde que cortó las dos orejas en Las Ventas. Esa mañana le regalé una medalla de la Virgen del Pilar y después del triunfo me dijo exultante ¡Fernando, la Virgen del Pilar!».

Y entre los miles de alicantinos anónimos, «manzanaristas» acérrimos como Carmen Baeza que aseguró no haberse perdido una corrida de Manzanares en Alicante desde que lo vio tomar a alternativa. «Se nos ha ido el Curro Romero de Alicante, que además no se achicaba como el sevillano», puntualizó Pepe Moreno, que siguió al padre y ahora al hijo en los ruedos. O Noelia Briones, voluntaria de Cruz Roja en las plazas y que ha atendido a numerosos toreros en sus percances. «Soy vecina de su hijo, los conozco, por eso he venido a despedirme», indicó desde la abarrotada cola en la que sus sinceros admiradores también mostraban fotos y artículos del maestro y recordaban faenas míticas de uno de los grandes. Así fue la despedida a José María Dols Abellán. Con dolor, emoción, respeto y silencio.