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De terror psicológico

El Festival de Cine de Sitges, de referencia internacional, selecciona el trabajo del director alicantino Fran Gas, que compite a concurso en la sección oficial El cortometraje Tres, rodado en Orihuela y Madrid, fue a coste cero

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David Trueba decía hace unos días en Alicante que el oficio cinematográfico hay que entenderlo en España como un acto de amor donde, a falta de grandes presupuestos, los proyectos se construyen con humildad, ingenio y unas briznas de talento.

Y algo así debió asumir el cineasta alicantino Fran Gas cuando con su primer trabajo «serio», con un equipo personal y técnico sin alardes, muy justito en todos los sentidos, ha conseguido hacerse un hueco en una de las citas cinematográficas del año como el Festival de Sitges.

De absoluta referencia internacional, en el apartado del terror y mundos postapocalípticos y futuristas, con nombres como los de Alex de la Iglesia o Rodrigo Cortés entre la organización, Fran Gas ha convencido a la crítica y jurado con un cortometraje que, a coste cero, y sin apenas medios, ha elevado al cineasta alicantino entre los más prometedores realizadores del género. Y eso fue así casi sin darse cuenta.

«Pensaba que era un premio menor pese a estar en la sección oficial, pero ayer vi la programación y nada de eso. Me quedé alucinado al ver que había directores de todo el mundo, trabajos de mucho presupuesto... Jamás lo hubiera creído», relata.

Tres, que así se llama el cortometraje, es una obra de cine experimental inspirada a partir de la composición musical de Carla F. Benedicto, quien también asume el único papel principal de la cinta. La obra, bajo la etiqueta de terror psicológico, parte de la historia de una mujer que empieza a ceder en su mundo a raíz de la pérdida y muerte de un familiar de la que se siente culpable.

«Lo que hemos hecho es probar muchas cosas a nivel narrativo, y eso es lo que mejor ha funcionado en una pieza corta, de apenas tres minutos», detalla Gas, en un proceso de elaboración y creación que surgió por puro azar: «Todo empieza con la obra sonora compuesta por Carla. Era para un proyecto de danza contemporánea que no salió, y fue ella misma la que me ofreció contar la historia. Y así arranca Tres, un número simbólico, icónico, por lo que representa en la religión, que es además primo, impar, asociado al caos, la inestabilidad... en una trama sobre el sentimiento de la culpa», agrega.

Rodado entre Orihuela y Madrid, en casas de amigos y familiares, a Gas le sorprende lo lejos que ha llegado Tres, a tenor de un presupuesto y producción inexistente. «Es lo más alucinante de toda esta aventura, porque cuando te lanzas a hacer un corto, la producción es quien te empieza a poner trabas. También está el tema de los actores contratados, el equipo, localizaciones... pero en este caso nada de nada. Solo nos hemos guiado por nuestra ilusión y ánimos», añade el cineasta alicantino, quien reconoce que una parte fundamental de Tres es, junto a su proceso narrativo experimental, la electroacústica, los ruidos, fundamentales para originar la atmósfera de terror psicológico deseada.

Fran Gas, con estudios de informática de la Universidad de Alicante, abandonó su formación académica hace unos años para refugiarse en el mundo audiovisual. Así, ha compaginado su labor en la realización de videoclips musicales con una carrera centrada en el cine y los cortometrajes, aunque no ha sido hasta ahora cuando con Tres se ha lanzado al circuito de festivales y pequeños certámenes.

«Toda mi primera trayectoria de cine la he borrado de Internet porque no se corresponde a mi estilo y lo que he hecho. Son más bien juegos con los amigos, procesos en los que he intentado hacer algo, aprender, sin más pretensión», afirma Gas, quien está pendiente ahora de varios proyectos musicales, de videoclips, aunque espera muy pronto retomar su carrera como cineasta. «Yo es que nunca he visto al cine como una industria, y pienso en clave de obras artísticas, porque eso es el cine: la suma de muchas disciplinas artísticas», y concluye: «Una sociedad donde la cultura sea el último de la cola, será una sociedad menos inteligente, con menos criterio. La cultura da posibilidades a la gente, nuevas formas de ver la vida, una capacidad que aporta formas distintas de ver las cosas. La cultura es como si te sacudieran la cabeza y te dijeran: "Piensa". Es una forma idónea de nutrirse de ideas».

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