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Yasmina Khadra

«El paraíso no está tras la muerte, sino en tu propia mano»

El argelino afirma que en Occidente no se supo entender bien el fenómeno de la primavera árabe

YASMINA KHADRA Rafa Arjones

Camisa rosa Polo Ralph Lauren, bermudas beige, sandalias negras, sombrero y un reloj Cerruti en la muñeca. Saluda con una sonrisa, antes de comenzar a andar con las manos cruzadas a la espalda. Comenta que desde que conoció Alicante le gustó: el sol, el mar, la tranquilidad... que todo está cerca. Ahora vienen a temporadas, pero cuando sus hijos terminen la Universidad se instalarán definitivamente. Y dice que hasta tiene un amigo librero, Fernando, que le hace promoción. «La gente es encantadora y me ha adoptado».

Muchos alicantinos recelan de la población argelina que reside o comercia en la ciudad ¿Diría que es por racismo?

El racismo es un fenómeno mundial pero es normal que la gente reaccione mal cuando los extranjeros no se integran. Lo llamaría xenofobia. La mínima exigencia es mantenerse digno en un país que te acoge, e integrarte. Vivimos una época peligrosa. Nadie se siente seguro con lo que está sucediendo en el mundo, las personas se sienten amenazadas y se cierran sobre sí mismas; pero estamos aquí para decir que una mayoría no puede desfigurar a una minoría. Una comunidad es como una comparsa, con uno que se salga de la fila descontrola el conjunto. Muchos argelinos han venido a España porque les gusta e intentan alimentarse, visto lo que ocurre en su país de origen. Y la mayoría de los que viven en Alicante son muy dignos.

Se define oriental y occidental, con Argelia en el alma.

Sí, soy un ciudadano del mundo. Mis libros son traducidos en el mundo entero y donde voy la gente me respeta. El problema es que no soy representativo de una nación, sólo represento al escritor que soy. Y, por supuesto, sigo siendo argelino. Por desgracia, el talento no puede ser más espectacular que la barbarie y la barbarie está más mediatizada que el talento.

¿Por qué no vive en su país?

Porque mi estatus de escritor se veía amenazado, allí se compara con una herejía. Argelia no ha alcanzado todavía la madurez. En mi país toda mente que sobresale debe ser decapitada. Mis mayores enemigos se encuentran en los círculos políticos e intelectuales argelinos, que me difaman porque la conciencia les molesta. La envidia también es una enfermedad y un argelino traducido a todos los idiomas... ¡Uff! Y eso que soy el escritor argelino más leído en Argelia. (sonríe).

¿A qué difamaciones se refiere?

Dicen que soy un espía, que no soy el autor de mis libros, que plagio.

Usted sostiene que no hay un choque de civilizaciones entre el mundo islámico y el occidental, sino de mentalidades. Explíquese.

La civilización es de la humanidad, es la trascendencia y la genialidad que han contribuido a que que el hombre viva hasta nuestra época. La civilización no es inherente a un continente. Por tanto es un choque de culturas y la cultura se apoya en las mentalidades, en las tradiciones. Hay culturas que han conseguido desarrollarse y otras que han decidido no progresar. De ahí viene el desequilibrio. Estamos en el siglo XXI y hay conductas tribales que siguen vigentes en muchos países.

¿Cree que es cultura que una mujer tenga que llevar burka? O que...

Obedece a la tradición. Es la mentalidad. Yo no puedo considerar cultura algo que no se desarrolla. La cultura es educación, avanzar, tomar de los otros lo que está bien.

También defiende que tras el fundamentalismo se ocultan las mafias políticas y financieras ¿Y qué papel juega la religión?

Los fundamentalistas se mueven por ambición, por la voluntad de algunos soberanos de conquistar y dominar otros territorios.

Pero apelan a la cruzada por la "Guerra Santa" y los terroristas suicidas se inmolan convencidos de que irán al paraíso.

Para mí la verdadera guerra santa es la que hacen Cruz Roja o Médicos sin Fronteras. Hay que hacer la guerra contra el hambre, contra la violencia. Las personas que se dedican a labores humanitarias son los verdaderos profetas. Teresa de Calcuta y Gógol, el escritor ruso, son mis ídolos. Y los terroristas suicidas son producto de la locura, del adoctrinamiento, gente que ya no tiene nada, ni cree en nada. El paraíso no está al final de la vida de un hombre, sino en la punta de su mano. La puerta de entrada al paraíso es el amor, hay que saber amar.

¿Es creyente?

Soy creyente musulmán y practicante. Y no se puede amar a dios sin amar al hombre, porque es su más bella creación. El odio pertenece a la animalidad y la violencia es el fracaso del sentido común.

Cuando surgió la primavera árabe, ¿pensó que podían cambiar las cosas?

No. Cuando fue tan exaltada en muchos medios de comunicación fui de los primeros en decir que se avecinaba una tragedia. Y muchos me criticaron por ello. La insurrección popular carecía de proyecto social. Era un cabreo que sólo tenía como objetivo derrocar al régimen, pero el terreno no estaba preparado para una democracia porque ni la sociedad estaba organizada, ni en el plano político ni en el económico. Sólo podían sacar provecho los extremistas, que llevaban años trabajando y sí tenían sus redes, su proyecto y su financiación. Se han apoderado de la victoria del pueblo. Occidente no lo vio, porque nunca ha entendido la mentalidad de los árabes. Occidente tiene que entender que no tenemos el mismo concepto de la política, no tenemos capacidad crítica, no reconocemos nuestros defectos y rechazamos razonar. A pesar de los esfuerzos que hacemos una minoría intelectual, los pueblos árabes sólo escuchan su propia frustración. Para madurar tenemos que hacer más esfuerzos que ahora y sería necesaria más solidaridad de nuestros intelectuales, pero la envidia y el sentimiento de fracaso lo impiden.

¿Piensa que algún día podrá haber una convivencia pacífica?

Todo es posible. Sólo hay que quererlo. Pero la paz supone un desempleo técnico, porque hay un gran "staff" alrededor de la guerra. Demasiados intereses. La gente no entiende que estar vivo es una suerte magnífica. Cuando el hombre ponga la vida por encima de cualquier otro interés se habrá dado un gran paso a favor de la humanidad. Ningún bien, ninguna ideología, ninguna religión merece sacrificar una vida.

¿Le preocupa el avance del integrismo?

Claro que me preocupa. Fui de los primeros en denunciarlo en mis libros. El avance del integrismo es el retroceso de la democracia y de la paz. Y la islamofobia es el recurso esencial del fundamentalismo islámico, porque es injusta. Nuestro principal deber es mantenernos lúcidos y saber hacer las cosas bien. Y evitar, como la peste, meter a todo el mundo en el mismo saco. Siempre recuerdo que las principales víctimas del integrismo son los países musulmanes. Hay que ser solidarios en vez de estigmatizarlos. Todo mi trabajo de escritor va en ese sentido.

Militar de carrera, ha dedicado 36 años al ejército argelino, que abandonó en el año 2000 con el grado de comandante. Y sabe del horror de la guerra, porque combatió en el frente a los rebeldes islamistas.

¿Las palabras son más eficaces que las armas?

No. Vivimos una época de violencia, de mentiras y desinformación. La gente como yo no tiene sitio. Fui militar a los 9 años, porque mi padre -ex combatiente -quiso que entrara en la Escuela de cadetes; para mis padres era muy importante y para nosotros el respeto a los padres es sagrado. Pero la literatura es mi vocación esencial y empecé a escribir con 12 años. Todo lo que me ha ocurrido negativo viene motivado por mi vocación, porque me vi forzado a escribir en la clandestinidad durante 11 años.

Tras haber publicado seis obras con su nombre real, Moulessehoul, decidió en 1989 utilizar un pseudónimo para evitar la autocensura en sus novelas a la que le obligaba su condición de militar. Su alias está formado por los nombres de su esposa.

¿Por qué eligió un pseudónimo femenino?

Como homenaje. Porque siento un profundo respeto por la mujer. Me declaro feminista y quiero que la mujer, en los países árabes, vuelva a ocupar el lugar que merece. Ella supone la emancipación del hombre. Nuestra lacra respecto a otras culturas reside en la descalificación de la mujer. A mí me ha construido mi mujer. Ella es mi primera lectora.

¿Y sus padres? ¿Están orgullosos de usted?

Sí. Mi madre es analfabeta, pero la respetan en Orán y mediante ese respeto admira a su hijo. Ella no sabe que es un escritor, pero sabe que es importante. Y mi padre está muy orgulloso. No soporta las mentiras que dicen de mí. Se enfrenta a los medios argelinos que me atacan y casi puso su vida en peligro por defenderme.

¿Visita a menudo Argelia?

Sí. Voy con frecuencia. Es mi país y ningún régimen puede impedirme ir.

Cambiemos de tema, su próxima novela saldrá al mercado en España a finales de septiembre, editada por Alianza ¿De qué trata?

Se titula "A qué esperan los monos" y salió en Francia en abril. Habla de la Argelia de hoy, de la mafia política, mediática, de la injusticia social y la descomposición moral. Siempre he dicho que la guerra es una monstruosidad que tiene como excusa instruirnos, pero nuestra guerra en Argelia no nos ha aportado nada nuevo. En el libro, tras el asesinato de una chica, una mujer lleva a cabo la investigación y conforme avanza va descubriendo el horror del país.

¿Sigue una rutina al escribir o se deja llevar por la inspiración?

Tengo una disciplina. Primero construyo la historia en mi cabeza, del principio hasta el final. Luego tengo que encontrar el momento de escribir y cuando llega ya no me detengo, para mantener el ritmo. Puedo escribir 12 ó 14 horas diarias, sin comer ni beber como en el Ramadán. Suelo tardar un año en construir una historia y tres o cuatro meses en escribirla.

¿Cuáles son sus referencias literarias?

Soy la suma de todos los escritores que he leído. Leo indistintamente a escritores árabes, asiáticos u occidentales. Gógol, Steinbeck, Jack London, Kessel, Naguib Mahfuz... y es injusto detenerme ahí.

¿Qué opina de la literatura española actual?

Empieza a imponerse al mundo. Carlos Ruiz Zafón es un éxito mundial, por ejemplo. España está imponiéndose en varias disciplinas, en deporte, en cine, al que cada vez soy más aficionado porque es uno de los más inteligentes de Europa. España está pasando por momentos difíciles, pero estoy seguro de que es el país que mejor va a salir de esta crisis. Es una de las razones por las que he decidido instalarme aquí. Tengo confianza en el pueblo español.

¿Se puede vivir bien de la literatura?

No siempre. Yo dependo de mis lectores, si se alejarán de mí viviría en la miseria.

De momento, no vive mal.

Razonablemente bien. Vivo de mis libros. También escribo guiones para actores americanos y he hecho el guión de un par de películas, una en Francia y otra que se desarrolla en Cuba. Además tengo tres novelas adaptadas al cine. Las conferencias no las cobro, en general.

¿Por qué no escribe esa novela erótica que asegura es su sueño?

Tal vez porque aún no tengo la historia o no me interesa hacer lo que los demás. Y, sinceramente, la gente necesita entender su época. Como tengo la cultura árabe y occidental intento calmar los espíritus, que es lo más importante.

¿Y el suyo?

También. Entender ya es un alivio. El pánico viene cuando no se comprenden las cosas.

¿Es un hombre comprometido?

No lo sé. Las personas comprometidas son las que se mojan en el terreno, privándose de su tiempo y su confort por una labor humantaria. Sólo soy un escritor que intenta ayudar a la gente a entender su época.

Retrátese

Soy aquel que piensa que la existencia no es nada y nuestra tarea es convertirla en algo bueno.

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