¿Medusa es una historia feminista: la de una mujer violada y culpable, el sino de muchas a lo largo de los tiempos?

Medusa es una dramaturgia flamenca que retrata la injusticia que sufre. La mitología está llena de mensajes, es verdad, y descubrir que hay una mujer detrás del monstruo te sorprende mucho, pero lo que más duele es pensar que continúa presente hoy en día. El mensaje sirve igual y me ha marcado mucho a la hora de enfocar el espectáculo.

¿Se ha sentido alguna vez como Medusa: culpable o injustamente tratada por ser bella?

No. Nunca, gracias a Dios.

¿Es una idea arraigada la de quitar méritos profesionales por la apariencia física?

Sí, es así, pero he tenido mucha suerte en mi carrera. He cogido una generación que nos valorábamos por lo que éramos y no por ser guapa o fea, hombre o mujer. He hecho personajes femeninos y me gusta anteponer el sentimiento y querer a los personajes, como Mariana Pineda o Carmen, porque si los defiendes desde el corazón los bailas mejor.

¿La pasión es más importante que la técnica en la danza española?

La técnica ha de tener un nivel tan alto que te tienes que olvidar de ella. Ese es el truco. El corazón, la pasión y el sentimiento son los que mandan, han de estar por encima, pero siempre y cuando tu nivel técnico sea muy alto. Si no, cojea. Que la técnica te sirva para tener más riqueza para expresarte, porque el flamenco no es el movimiento perfecto sino lo que de verdad transmitas.

¿Se siente más reconocida en el extranjero, como otros artistas flamencos?

No. Pasamos un momento difícil y raro, como toda la cultura, y creo que tenemos que poner el doble de esfuerzo para estar ahí, pero me sigo sintiendo querida y respetada en España.

¿Está tan mal la profesión como dicen los bailarines de la Compañía Dacional de Danza, que son mileuristas?

La verdad es que sí. Lo mío es una compañía privada y nos movemos distinto, el público responde y ahí seguimos. Pero en general cada vez hay menos compañías y escuelas. La gente joven, por muy preparada que esté, no tiene donde bailar. Nos salvamos pocos que podemos seguir girando y soñando. Es una pena, porque este es un país con arte, con un talento muy señalado, y cada vez, en lugar de levantarnos, va a menos. Nosotros somos muchísimos y hay momentos en que uno se plantea lo que ha de hacer para tirar del carro.

¿Es sostenible un espectáculo como Medusa con 15 bailarines y músicos?

Somos casi 50 en el equipo. Así que si te duele la barriga has de seguir, la responsabilidad es muy grande. Mi hermano lleva la historia y le da 50 millones de vueltas para mover toda la compañía, pero la satisfacción es hacer una gira bestial, como la de La Pepa.

¿Ser su propia productora le da libertad sobre todo?

Libertad absoluta, pero también preocupaciones. Lo importante es dejarse el alma todos. El que tiene la suerte de trabajar en algo que le gusta ha de soñar y hacer soñar. Mi compañía es una gran familia. Y de verdad: mi hermano es el manager; el artista invitado, que baile como los ángeles, es mi marido; mi hermana, mi cuñado, mi sobrino Tano...

¿Una compañía de las de antes?

Sí. Vamos todos a una y equivocarte te duele en el alma. Eso hace que tenga una fuerza y una energía distinta. Hay compañeros con los que estoy 27 años.

En Medusa colabora Javier Ruybal, ¿ha sido complicado?

No. Lo de Medusa ha sido increíble. Mi hermano me dijo que me pegaba un papel de mala, de Medusa. Luego el personaje me enamoró. Le dimos corazón y no sólo los pelos de serpiente; buscar qué había detrás de esa mirada que te deja de piedra. El reto ha sido distinto para mí: meterme en la mitología y bailar la palabra.

¿Se ha cansado alguna vez de bailar?

No. Todavía, no. Me costó mucho pararme para ser mamá, que era mi sueño, y pensé que lo iba a pasar peor, pero tuve la oportunidad de vivir lo más maravilloso del mundo. Claro que he tenido en tantos años dolores, heridas, lesiones y desilusiones, pero soy positiva y nunca el baile me ha cansado. Es más, me pregunto cómo vive la gente que no baila, porque es mi desahogo, mi entrega. Todo el mundo ha de bailar, aunque lo haga fatal.