Ha ganado el Premio Europeo del Espacio Público Urbano, exaequo con un proyecto realizado en Marsella por Norman Foster; ha recibido el Premio Tendencias a la Moda y el Diseño en la cateogría de Arquitectura; es finalista del prestigioso Premio Enor 2014, que se fallará en noviembre, y también compite como finalista en los Premios FAD, en la categoría de Ciudad y Paisaje, cuyo ganador se dará a conocer en julio. Todo eso es lo que, de momento, ha conseguido el Valle Trenzado de Elche, un proyecto gestado y desarrollado por el arquitecto Francisco Leiva y el Grupo Aranea para la recuperación de las laderas del río Vinalopó que atraviesa la ciudad.

Sin embargo, nada se puede encontrar de su éxito en la web del Ayuntamiento de Elche, ni en ningún cartel que así lo indique, como sucedería en cualquier municipio orgulloso de un proyecto local. De eso y de «la necesidad de blindar los proyectos estratégicos de las ciudades de los intereses partidistas de nuestros políticos, con lo que yo llamo pactos de continuidad» es de lo que Francisco Leiva hablará esta tarde, junto a la ingeniera pasiajista de Aranea, Marta García Chico, a partir de las 20 horas, en un acto del Club INFORMACIÓN.

La historia se remonta al concurso internacional de ideas que lanzo el Ayuntamiento de Elche en 2009 para unir las dos partes de la ciudad. Fallado un año después, fue la propuesta de Leiva la elegida. Antes de comenzar su ejecucion, Aranea abrió una oficina para fomentar la participación ciudadana y recoger las necesidades y opiniones de la gente. En 2011 empezó la ejecución de la primera de las tres fases de las que consta el proyecto, coincidiendo con el cambio de gobierno municipal y, a partir de entonces, «se convierte en un infierno».

Leiva asegura que «lo que realmente complicó todo fue el cambio de corporacion municipal. El nuevo promotor se convirtió en el principal escoyo del proyecto». El arquitecto destaca que «como no consideran que es su proyecto lo han obstaculizado al máximo pero nosotros reivindicamos que hay ciertas iniciativas que deben estar alejadas de intereses partidistas porque son relevantes para las ciudades». Además, cree que «los profesionales de urbanismo tienen que ser independientes y buscar el interés público».

El problema también es que «la mayoría de los arquitectos creen que el cliente es el político, pero se equivoca, el político representa a sus clientes que son los ciudadanos».