En el toreo, los odios y los amores fluctúan como la espuma en las olas. Tan pronto un torero es el mimado de Madrid como pasa a ser medido con lupa y puesta en duda su valía. Tal cual ocurre en nuestro gremio, con periodistas que pasan, según algunos aficionados y lectores, del amor hacia unos que, al día siguiente, sufren el más profundo de sus odios. A decir de algunos, conste.

Son los gajes del oficio y el precio del criterio independiente. Manzanares lo sabe, y tiene que sufrir en Madrid las voces intempestivas de algunos que le miden por ser hijo de quien es, o ver cómo en 2011 le llevaban en volandas por la puerta grande como a un nuevo mesías. Ayer, con los tendidos llenos y ambiente de las grandes tardes, tocaron las faltas de respeto a destiempo. Cierto es que no anda el alicantino en su momento más dulce. Le falta a su toreo ese no sé qué que qué se yo que no acaba de dejarle redondear triunfos.

Quizá sea el precio de estar arriba. En su primer paseíllo madrileño, con el segundo de Victoriano del Río, protestado por su presencia (decía mi padre que para los tendidos de Madrid, los hombres bajos no son hombres), acertó con mucho temple a pulir defectos de una embestida al principio descompuesta por el derecho, que acabó franca y larga con la zocata. Surgieron tres tandas por ese pitón de alta nota, un cambio de mano soberbio y varios remates airosos. Pero un pinchazo amainó la pasión del tendido, a pesar de la siguiente estocada de libro. Saludó cariñosa ovación. Fue todo, porque al quinto le vio algo en el ojo, hizo gestos ostensibles el torero al respecto y acabó desconfiado tirando por la calle de en medio. Otra estocada. Silencio.

La tarde fue de Perera. Ayer tocaba el amor. Y el extremeño respondió con auténticas caricias de su muleta al tercero de la tarde. Tras un quite excelente por chicuelinas, con media verónica inmensa de réplica de El Juli, Perera recibió con ceñidos estatuarios al noble animal para luego endosarle tres tandas de excelente trazo con la diestra. Mando, dulzura. De alta nota. También al natural. Todo con medida, raro en este torero. Estocada y dos orejas incontestables. Con todo a favor, al incierto sexto (brindó ambos al público) lo recibió de muleta con pase cambiado por la espalda para luego irlo metiendo en la franela a base de colocación y toques de muleta suaves, alargando las embestidas. Otra vez por ambos pitones. Volvió a agarrar otro buen espadazo y se llevó la tercera oreja de su tarde más rotunda en Las Ventas.

El Juli bailó con un sobrero rajadísimo de Zalduendo que sustituyó a una res descoordinada del titular, y otro de Victoriano del Río incierto y con peligro. Estuvo digno. Silencio y palmas.

La presencia alicantina continúa hoy con el rejoneador benidormí Andy Cartagena, que actúa esta tarde en el serial isidril junto a Diego Ventura y Luis Valdenebro, ante toros de Luis Terrón.