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Ignacio Martínez de Pisón

«Escribir es contar cosas de la gente que vive alrededor»

Ignacio Martínez de Pisón. EFE/Fernando Alvarado

Está a punto de sacar novela nueva, ¿qué puede contar?

Sale en abril, está ya entregada y se llama La buena reputación. Es la historia de una familia a lo largo de más de treinta años que empieza en Melilla. El cabeza de familia es judío, su mujer es católica y se sitúa en una época convulsa, en los años 50 algunos judíos se instalan en Israel y los protagonistas tienen que decidir qué hacer. Trata un tema muy común en mis novelas, la familia, y las personas que no saben muy bien cuál va a ser su destino.

Su escritura es muy realista. ¿Se ha colado algo de este momento de tanta incertidumbre?

No, porque intento no hablar mucho de la actualidad, que no suele formar parte de los intereses de los novelistas, al contrario que de los cineastas. La actualidad es complicada para los escritores porque trabajamos mucho con la memoria. Y este momento es bueno y malo, como todos. Se descubren cosas muy feas pero también puede dar lugar a una regeneración y que de ella salgan cosas buenas, como la solidaridad, de la que nadie hablaba hace unos años.

En su anterior novela hablaba de la Transición, que, como el Estado de las Autonomías, ahora está algo cuestionada.

Yo hablo de esa época porque es la mía, yo era jovencillo y me formé como persona. Creo que fueron años en los que pasaron cosas, de los 90 en adelante fueron más plácidos, y se estaba construyendo la España de los siguientes treinta o cuarenta años. El modelo, como todos, tiene que ser reparado cada cierto tiempo y quizá a éste ya le hacen falta unas cuantas manos de pintura.

Esa novela, El día de mañana, obtuvo, entre el aluvión de premios, el de la Crítica. ¿Es difícil escribir después?

Es que mis novelas se parecen entre ellas. Creo personajes que parecen reales y busco matices que les han cambiado la vida o que les modelan el futuro. Escribir es contar cosas de la gente que vive alrededor y tampoco me está costando ahora. Ya estoy pensando en la próxima novela y tengo quince o veinte páginas de fragmentos por desarrollar. Es mi profesión, no sé hacer otra cosa.

¿Escribe todos los días? ¿por la mañana, tarde o noche?

Yo escribo por la tarde en condiciones normales. Intento imponerme un horario de oficina aunque sea breve, y luego mis horas para documentarme o leer. Como dicen, la inspiración te llega antes si estás preparado.

Muchos autores dicen que escriben por necesidad, casi por obligación. ¿En qué momento llega el placer en la escritura?

Para mí es la mejor profesión del mundo, es un juguete maravilloso a tu disposición y encima te permite vivir de ello. Me siento un privilegiado porque se ha convertido en mi medio de vida.

¿Cómo empezó a escribir?

Desde que me recuerdo, me recuerdo leyendo y escribiendo, y a partir de los 16 empiezo a pensar en mí como escritor, aunque lo hacía como un juego, y en la Universidad ya me lo planteo. En mi época, de joven uno quería ser escritor porque los escritores eran muy admirables y al final uno quiere ser como sueña.

Su primer premio llegó con su primera novela, La ternura del dragón, hace 30 años, le animó?

Claro, con 23 años eso fue un espaldarazo enorme porque significaba que lo que yo escribía le gustaba a alguien y formaba parte de más personas.

¿Carretera secundarias marcó un momento importante en su carrera?

Carreteras secundarias fue un libro con el que me hice mayor, lo escribí en el 96, después de tres o cuatro novelas, y fue en el que me encontré a mí mismo. También tiene que ver con la edad para que la vida te dé ocasión de experimentar.

Luego se llevó al cine y tiene cierto parecido con la película ganadora de los Goya, Vivir es fácil con los ojos cerrados...

Sí, tienen algo en común, él mismo [David Trueba] me lo dice. Esa España de provincias, esos personajes que no llegan a ser perdedores... A lo mejor por eso me gusta tanto su película, porque salen cosas que también son muy mías. Me alegro mucho de que David haya ganado y de que se vuelva a ver la película. Ayer [por el martes] lo estuve celebrando con él en Barcelona.

Ha trabajado en guiones de películas como Las Trece Rosas o Chico y Rita, además de Carreteras Secundarias. ¿Cómo es escribir para que dirijan otros?

La diferencia es que no eres tu propio jefe, tienes que negociarlo todo y la autoridad máxima no es la tuya. No tienes la libertad del novelista pero puedes jugar en equipo y salen cosas que no esperabas. He tenido suerte porque se parecen bastante a lo que había imaginado e incluso lo superan.

¿No se plantea dirigir?

No, no tengo carácter para eso.

¿En sus lecturas busca también el realismo?

No, ahora mismo leo más libros de memorias; mis preferencias no tienen por qué ser como mis novelas, pero sí me gusta que los personajes estén vivos, que no sean endebles.

De usted han dicho que es un escritor «de muchos quilates», ¿le gusta la definición?

Está bien, es bonito. No tengo motivos de queja. Llevo muchos años escribiendo, tengo lectores suficientes como para que mis editores me traten bien y siga publicando. O sea, que algo falla (ríe).

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