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En busca del sueño americano

El periodista Juli Esteve ultima un documental y un libro sobre los miles de emigrantes alicantinos que viajaron a Nueva York para ganarse la vida a inicios del siglo XX, debido a la plaga de la filoxera, el escaso trabajo y una Europa en llamas ante la I Guerra Mundial

Antonia Signes, testigo directo de la emigración alicantina. ESTHER ALBERT/INFOTV

El siglo corto, que dijo el historiador Eric Hobsbawm, fue el siglo XX del horror, la barbarie y la catástrofe. En 1914 estalló la I Guerra Mundial, el conflicto bélico que cerró las puertas de una Europa en llamas. Y la plaga de la filoxera, que arrasó los cultivos de la provincia, acabó con las oportunidades laborales de unas tierras ya en pocas manos. Unas circunstancias que, sumadas a las familias numerosas de la época, con hasta seis o siete niños, pocos ingresos y muchas bocas que alimentar, propiciaron una histórica emigración que alcanzó a miles y miles de alicantinos.

Pego, Dénia, Polop, Jalón, Teulada, Pedreguer, Orba, Jávea, Tàrbena, Benissa, Cocentaina, Planes, Callosa d'en Sarrià, Beniarbeig o Gata de Gorgos (sobre todo las comarcas de la Marina Alta, Baixa y El Comtat) son, entre otras, algunas de las localidades que se vieron especialmente afectadas por esta emigración que fue en busca del sueño americano. ¿Pero cuántos de ellos lo consiguieron? ¿Y hasta qué punto este viaje cambió sus vidas? ¿Regresaron a la provincia, a sus tierras, o se quedaron para siempre allí? ¿En qué ciudades de Estados Unidos trabajaron, y en qué sectores?

El periodista Juli Esteve se hizo estas y otras tantas preguntas cuando un día descubrió la historia de unos familiares de su mujer, en Pego, quienes emigraron a Estados Unidos. Y a partir de ahí nace un intenso proceso de investigación, catalogación y documentación que ahora ultima, con un libro y un documental, en colaboración con la Diputación de Valencia y la productora Infovalència Televisió.

El estudio, denominado Valencians a Nova York, abarca hasta 70 pueblos de toda la Comunidad, con más de 800 entrevistas realizadas para recopilar información de unos 1.500 emigrantes. Entre ellos, se localizó incluso un testimonio directo, el de Antonia Signes, una niña de seis años de Gata de Gorgos que hoy tiene 98 años y cuya imagen acompaña a estas páginas.

Para el documental y el posterior libro donde se analizará muchos de los datos recopilados, se han catalogado 500 objetos y escaneado más de 10.000 documentos y fotografías, un volumen de información que ahora se procesará para seleccionar el material final.

«Hemos estado muchos meses rastreando todos los archivos que hemos encontrado en Internet, así como en las distintas bibliotecas y hemerotecas de Estados Unidos donde había disponible información», apunta Esteve, quien ha tratado, junto a su equipo, de confeccionar una lista completa de todos los emigrantes alicantinos y valencianos, partiendo de un trabajo previo de la profesora de la Universidad de Alicante Teresa Morell, titulado Valencians a Nova York, el cas de la Marina Alta, en un documento con unos 2.400 nombres pero «en el que no están todos».

Lo cierto es que la mayoría de los emigrantes alicantinos viajaron a Nueva York, aunque otros se instalaron en ciudades como Pennsylvania, New Jersey, Connecticut o Delaware, y trabajaron en fábricas manufactureras, obra pública y sectores como el de la construcción de líneas de ferrocarriles, como el que unió en 1920 a Estados Unidos y Canadá.

«No todos se beneficiaron de estos viajes, ni todos alcanzaron el éxito que pensaban. Algunos ganaron en poco tiempo lo suficiente para regresar, comprar un bancal de tierra y vivir de ella. Pero otros sufrieron las distintas crisis de Estados Unidos, como la de 1921 y luego la más fuerte, la del crack de 1929, que dejaron sin trabajo a millones de personas. Otros se quedaron, y hay quienes volvieron. Con todo, el balance que hemos podido hacer es bastante bueno», agrega Juli Esteve, quien destaca la valentía de todos estos emigrantes alicantinos que, sin estudios y con un total desconocimiento del idioma, abandonaron a su familia para dar con una vida mejor. Es el drama humano de la pérdida, «de la distancia entre el país de origen y el país receptor entre los miles de emigrantes valencianos, en su mayoría analfabetos, que se marcharon a Estados Unidos para ganarse un futuro».

Así, en Valencians a Nova York, se han rescatado historias como la de Jaume Guinnot, de Dénia, que aparece vestido de vaquero y fotografiado en una feria (página 81), en noviembre de 1920, lo que nos hace una idea de cómo disfrutaban de su tiempo y ocio lejos de casa; o la de Àngel Baixauli, nacido en New Britain, Estados Unidos, e hijo de un matrimonio de Dénia, que impulsó su propia empresa de construcción que llegó a contar con más de 70 trabajadores; o Frank Sendra, hijo de Paco Sendra, de Orba, fundador de La Valenciana, una de las pensiones y restaurantes más conocidos por los emigrantes alicantinos y valencianos en 1920. Frank Sendra nació en Nueva York en 1923 y se casó con otra hija de emigrantes valencianos, el matrimonio Montalva, de Guadassuar; e incluso cómo los fotógrafos ambulantes recorrían la provincia y allí aprovechaba la madre para hacer una instantánea a sus hijos para enviársela a su padre, en tierras lejanas de Estados Unidos, y viera cómo sus hijos crecían y se hacían mayores en Tàrbena. Es el caso de los niños Rosa, Fabián y Amadeo Ferrer en una imagen que se remite a Fabián Ferrer Perles; o el testimonio de Valeriano Martí y Vicent Tomàs, ambos emigrantes de Pedreguer, quienes señalan en sus cartas a su familia el frío que hace en América pero que, con los generosos sueldos que ganan, se han podido comprar unos buenos abrigos; o el caso de Joaquín Gomis, de Beniarbeig, que tuvo durante muchos años su propia peluquería en Colchester, Connecticut.

Lo cierto es que, con el trabajo de Juli Esteve sobre los emigrantes alicantinos y valencianos, a uno le da la sensación que el tiempo apenas ha transcurrido debido al actual contexto político y social: porque son miles y miles los alicantinos que, todavía hoy, se ven obligados a buscar fuera la oportunidad laboral que no encuentran en su tierra. Por entonces, muchos de estos emigrantes alicantinos no regresaron, y su vida siguió su curso en Estados Unidos. Ahora, puede que la historia se repita, porque muchos que se han marchado ya no volverán.

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