Invirtió toda su fortuna en abrir dos fábricas de pan y trece tiendas en Cuba. Se convirtió en el primer empresario francés en crear un negocio en la isla y hasta Fidel Castro inauguró su primera fábrica. Eso ocurrió entre 1994 y 2007. Ese año, el gobierno cubano vio que había conseguido demasiado poder, nacionalizaron su empresa, justo cuando Fidel Castro cayó enfermo, y le echaron del país. Se instaló en Andalucía y, como sus socios habían guardado algo de capital, pudo llevar el caso a la Corte de Justicia de Londres. Como respuesta, el presidente cubano accedió a pagar y devolverle parte de su capital. Pero firmó una cláusula de confidencialidad por la que no puede hablar del dinero recuperado.

Esta es, resumida, la historia de Michel Villand, un empresario francés que fue demasiado poderoso en Cuba y que ahora ha contado su experiencia en el libro Mi socio Fidel Castro, en colaboración con el periodista Francis Matéo, que hoy se presenta en el Club INFORMACIÓN.

«Es la primera autopsia económica del sistema cubano, un testimonio de trece años vividos en el interior del sistema de un país», asegura el fundador de Pain de París, nombre de su cadena de tiendas en La Habana, que tras su marcha pasaron a llamarse Dulcinea. «Mi fuerza es que me ha permitido llamar socio a Castro porque yo invertí mi dinero personal, no era una empresa, eran los ahorros de mi vida, y eso puede servir de muestra de lo que se debe hacer para sobrevivir en tiempos de crisis; ahora estamos amargados por el momento que atravesamos, pero hace 55 años que Cuba está en crisis y el pueblo sobrevive y sufre».

Villand ve en el pueblo cubano «un ejemplo de la solidaridad que se debe tener frente a las dictaduras; el mejor eslogan cubano que conozco es que lo que no se comparte, se pierde». Recuerda que «trataron de separarnos, de comprarnos, de atacarnos para que nos fuéramos, pero nosotros luchamos contra el pesimismo y con valor demostramos a la dictadura que éramos más fuertes que ellos; el libro, por eso, muestra el afán por combatir la dictadura y la corrupción, incluso quisieron pagarme para que abandonara a mis socios y yo siempre me negué a pagar dinero negro a los políticos».

Este empresario narra que cenó cinco veces con Fidel y fue invitado a su cumpleaños, incluso inauguró su fábrica, «porque consideraba que era suya, ya que tuve que firmar como si fuera una empresa mixta, el 51% del Estado cubano y el 49% mío; además yo pagaba 500 dólares al mes para cada panadero y el gobierno les pagaba en pesos lo equivalente a 15 dólares, el resto se lo quedaba».

No obstante, de Fidel destaca que «es un seductor, con una inteligencia excepcional; al contrario que otros dictadores entendió que para ablandar a la democracia y para que su ego fuera reconocido en el mundo entero tenía que destacar en el fomento de la educación, la salud, la cultura y el deporte; a partir de ese momento ganó el corazón de los europeos de izquierdas, además habla al pueblo con el corazón; le respeto porque por una parte está cerca de su pueblo, Raúl es totalmente diferente».

Michel Villand se quedó sin sus dos fábricas, una en La Habana y otra en Cayo Coco, y trece tiendas. «Pensaron que yo era demasiado fuerte», afirma.

En la presentación de hoy, que dará comienzo a las 20 horas, intervienen, además del autor del libro, el oficial de la Legión de Honor Pierre Gurtler y el editor de la obra, Juan Ramón Roca.