«Mi conducta de lector, tanto en mi juventud como en la actualidad, es profundamente humilde. Es decir, te va a parecer quizá ingenuo y tonto, pero cuando yo abro un libro lo abro como puedo abrir un paquete de chocolate, o entrar en el cine, o llegar por primera vez a la cama de una mujer que deseo; es decir, es una sensación de esperanza, de felicidad anticipada, de que todo va a ser bello, de que todo va a ser hermoso». Esta declaración de principios de Julio Cortázar es la que puede guiar la aventura de entrar en el mundo del escritor argentino, de este autor esencial en la literatura mundial, a través de la exposición Julio Cortázar. Un recorrido, con la que el Centro de Estudios Iberoamericanos Mario Benedetti, dirigido por Eva Valero, quiere conmemorar los 50 años de la publicación de su novela cumbre, Rayuela.

Y es que el Museo de la Universidad de Alicante abre hoy las puertas a una de las voces más sobresalientes de la narrativa latinoamericana del siglo pasado, con una muestra que reúne alrededor de 500 piezas procedentes del Museo del Escritor del Centro de Arte Moderno de Madrid.

Primeras ediciones, libros dedicados, fotografías familiares y documentales, ilustraciones y cartas conviven con objetos personales y discos con su voz en esta exposición que se podrá ver hasta el 9 de noviembre. Un fondo que forma parte de las 4.000 piezas que se encuentran en el Museo del Escritor y que conforman una muestra «única», concebida específicamente para la sala El Cub del MUA. «La exposición pretende dar una visión general para abarcar su trayectoria como autor y como persona», asegura Claudio Pérez, director del Centro de Arte Moderno de Madrid junto a Raúl Manríquez, que se encuentran en Alicante para presentar la muestra.

Las fotografías que cuelgan en las paredes «muestran diferentes etapas de su vida» y han sido realizadas por distintos autores, como periodistas o familiares. También destacan obras plásticas de artistas que trabajaron con Cortázar, ilustraciones originales de sus libros, «por ejemplo las que hizo Judith Lange o dos collages de Rosalba Campra, que ilustró algunas traducciones al italiano del escritor, y que ella misma nos donó, además de algunos afiches, revistas y suplementos de periódicos dedicados a él», apunta Pérez.

En las vitrinas se exhiben primeras ediciones de sus obras y ediciones especiales, «por ejemplo, el único texto que el escribió en francés en 1969 y del que se publicaron solo 100 ejemplares con ilustraciones de Pedro Silva», libros con dedicatorias («Poemas manuscritos de Julio Cortázar. Para Juan Carlos). También cartas manuscritas, telegramas «uno de ellos a una amiga avisando de que iba a llegar a Nueva York», discos en vinilo grabados por el propio Cortázar leyendo sus textos «que fueron editados por una productora argentina en Cuba y en Estados Unidos» y numerosos objetos personales. Entre ellos, una de sus pipas, sus gafas, un gorro, un espejo y carpetas de grabados de Tàpies y Saura, entre otros artistas. Asimismo, se muestra un libro que el escritor dedicó a la poeta Alejandra Pizarnik a principios de los 60, con todos los nombres de los personajes de Rayuela.

Además de la exposición, el Centro de Estudios Mario Benedetti ha organizado un seminario en torno a Julio Cortázar, del 15 al 17 de octubre, bajo la dirección de la profesora Carmen Alemany. Este encuentro contará con la presencia de estudiosos y destacados autores, como la escritora argentina Reina Roffé o el también argentino Rodrigo Fresán. Asimismo, el cierre lo pondrá un diálogo de Alemany con el escritor Jorge Eduardo Benavides el día 17, a las 20.15 horas en el ADDA.