Comenzó de jovencito haciendo fotos en el festival de música de Glanstonbury. Con el paso de los años, dice, tuvo que cambiar de ámbito, «porque con tanto rock and roll no hubiera llegado a viejo», bromea. Quizá también porque sus fotos de las estrellas musicales parecieron gustar a las del celuloide, y casi sin darse cuenta se vio absorbido por la industria del cine y, desde el principio, comenzó a jugar en su primera división. De hecho, la primera incursión del británico Nick Wall en el séptimo arte como cámara fija (profesional que va fotografiando las diferentes escenas del filme), fue en el rodaje de Donde los ángeles no se aventuran (1991), que protagonizaba la oscarizada Hellen Mirren. «Cuando esa mujer te miraba con esos ojos tan grandes... ¡Guau! Era una actriz muy coqueta», subraya con cierto esfuerzo para recordar, ya que tras esta película vinieron más de 100, tanto en su Reino Unido natal como en Hollywood. Títulos como Tierra de sangre, El amor en los tiempos de cólera o En un rincón de la Toscana han contado con este fotógrafo que también ha retratado a estrellas del género como Michael Cain, Ben Kingsley, Will Smith, Martin Scorsese o Spike Lee.

En todos estos carretes, además de grandes imágenes, se esconde un anecdotario supremo, que por profesionalidad no está dispuesto a desvelar del todo. Por ejemplo, cuenta que Michael Caine, durante un rodaje, «me estaba contando una historia larguísima y le llamaron para volver a escena. Entonces gritó: "Joder, ¿no veis que estoy contando una anécdota?", y no se volvió al trabajo hasta que acabó». También se ríe al relatar que a finales de los 90, en Almería, estuvo en el rodaje de la película Sexy Beast, portagonizada también por el británico Ray Winstone. «Rodábamos en lo alto de una villa en la zona de Aguamarga. Salíamos toda la noche de juerga y llegaba la mañana y de repente alguien decía: "Ostras, tenemos que trabajar". Para mí era fácil, porque no dejaba de estar detrás de la cámara, pero Ray tenía que ponerse delante... aunque el tío lo hacía genial. Bebía toda la noche y trabajaba todo el día», declara entre risas.

Hace unos meses, un amigo le pidió que viniera a ayudarle en las tres últimas semanas de rodaje de The Counselor, el filme que Ridley Scott grabó en tierras alicantinas junto a grandes intérpretes internacionales como Michael Fassbender, Cameron Díaz, Javier Bardem o Penélope Cruz. «Para mí fue un privilegio trabajar con un realizador como Scott. Es curioso ver cómo utiliza varias cámaras para grabar diferentes perspectivas al mismo tiempo. La mayoría de directores graban con una y después manipulan la imagen para conseguir diferentes puntos de vista. Él lo rueda todo a la vez. Es maravilloso ver cómo trabaja este director», explica. Sobre los actores destaca el buen carácter de Fassbender, con el que ya había coincidido en Hidden Lake. A Cameron Díaz le hizo unos retratos antes de que se convirtiera en una estrella de Hollywood, «pero no eran muy buenos, por eso no los he incluído en mi página web». Sin embargo, destaca que esta actriz tiene un gran feeling con la cámara, tanto de cine como de fotografía, por su bagaje como modelo. «Lo cierto es que yo prefiero fotografiar a hombres. Te centras más en sacar detalles que definan su carácter. Me divierto enfocando sus arrugas, que te hablan sobre las experiencias vitales de la persona. A las mujeres simplemente tienes que dejarlas guapas. Eso se hace un poco aburrido, a no ser que te gusten las mujeres hermosas», bromea.

Wall explica que en cada película saca unas diez mil fotos y de todas ellas se escogen unas 300. «En un rodaje la responsabilidad y la decisión corre a cargo del director y los productores. Ellos buscan el "look" que desean entre todas mis fotos. Quizá cuando haces un retrato de un actor en estudio te sientes más realizado, ya que el resultado depende más de ti y todo tiene más glamur. Sin embargo, trabajar en una película es genial, ya que tienes el privilegio de ver a directores y actores maravillosos haciendo su trabajo en primera línea; actuando para ti en localizaciones preciosas».

Con todo, subraya que aunque los cineastas tienen la última decisión sobre sus fotos, su papel es determinante de cara al recuerdo del público de cada una de esas películas. «Las imágenes que yo congelo con la cámara son finalmente más duraderas que cualquier secuencia de la película. De Taxi Driver, por ejemplo, la gente recuerda más la foto de Robert De Niro andando por las calles de Nueva York que cualquier escena del filme. Se te queda más grabado el icono visual que extraes que la propia película», dice.