Hay historias, como películas, que estarán siempre cosidas al nombre de sus protagonistas. ¿Qué les dice si no Lo que el viento se llevó? A Clark Gable y Vivien Leigh. ¿Y Cleopatra? A Elizabeth Taylor. ¿Y La tentación vive arriba? A Marilyn Monroe. ¿Y Mogambo? A Ava Gardner. ¿Y La Virgen del esclavo, representación teatral en Tabarca, y un clásico ya del verano en la provincia? Pues a Sara Montiel.

A la actriz de Hollywood, fallecida tristemente el pasado mes de abril, le bastaron tan solo dos ediciones para hacer suya una obra que llevará siempre su recuerdo. Por eso, ayer en Tabarca, su nombre se escuchaba fácilmente entre los actores y público asistente, acostumbrados a estas alturas de agosto a su desfile majestuoso, ataviada de luces y de reina mora.

Pero Sara Montiel ya no está, aunque su imagen siempre estará viva sobre el sofá acolchado y céntrico del escenario, entre tabarquinos y visitantes, encarnando un papel en el que se sentía sumamente cómoda y encantada: «Yo pertenezco a Tabarca, y soy una tabarquina más»; «Todos los tabarquinos son mis amigos»; «Adoro a la isla, a Tabarca, y a toda su gente», afirmó hace un año en una entrevista con este medio, con lo que evidenciaba el cariño y amor, que no solo profesionalidad, sentía por esta isla.

Ayer se pudo ver por tercer año consecutivo la pieza teatral La Virgen del esclavo, que aborda la leyenda de la liberación de los esclavos tabarquinos en el siglo XVIII; pero en realidad, lo que todos pudimos ver ayer, fue un emotivo homenaje a Sara Montiel, que en el pasado mes de abril pasó a la eternidad de la historia del cine, del teatro, la televisión y su querida Tabarca.

Ante esta desgraciada pérdida, fue el actor Pepe Ruiz (Escenas de matrimonio) el encargado de sostener toda la fuerza dramática de la obra, ejerciendo brillantemente su papel de «sultán viudo». Nada fuera de lo corriente si atendemos a las aptitudes de un intérprete de largo recorrido, que no falla en las formas y con dicción impecable (hasta los niños, los mejores críticos, le miraban absortos). Pero lo cierto es que, lo de su actuación, fue lo de menos. Porque Pepe Ruiz no se medía al público (como cualquier otro actor que sale al escenario), sino que se sumaba a la fiesta de la cultura, de la pequeña y a veces modesta cultura que permite una representación teatral en una pequeña y simbólica isla como Tabarca en pleno verano. Y eso, si se une a la memoria de Sara Montiel, que sobrevolaba ayer en el recuerdo de muchos de los presentes, sabe mucho mejor.

«Una profunda pena atenaza nuestro corazón. Hace un año que quise representar esta obra con Sara Montiel, que se fue al paraíso hace cinco meses, dejándonos llenos de dolor y vacíos de su presencia. Por eso hoy homenajeamos profundamente a quien amó Tabarca», señaló el actor Pepe Ruiz, quien se vio interrumpido por los gritos de una espontánea en ese instante. «Dejad de aprovecharos de una muerta», decía incesantemente Feli, según nos cuentan algunos habitantes de la isla, tabarquina que organiza un acto denominado La noche mágica y que, al parecer, mantiene un conflicto abierto con los organizadores de La Virgen del esclavo. «Sabía que ibas a hablar, así que calla ya, miserable», le recriminó Pepe Ruiz ante un público un tanto estupefacto al principio, que terminó por abuchear a la espontánea en su retiro. «Sara (Montiel) amó Tabarca. Te queremos, te respetamos y que Dios te bendiga», concluyó el actor de Escenas de matrimonio, entre aplausos.

A un lado la fugaz polémica, llamó también poderosamente la atención cómo todos (o casi todos) los habitantes de una diminuta isla se volcaron con la representación teatral. Algo que viene a ser, salvando las distancias, como la exhibición de un fin de curso escolar al que se han dedicado semanas de entrenamiento y preparanción para alcanzar el éxito. No es lo mismo, pero casi, porque no faltó detalle en los vestidos, los complementos y el maquillaje de un reparto en el que se mezclaron amigos, familias e incluso puede que hasta enemigos (qué más da las animadversiones, si uno cuando sale a escena ha dejado de ser uno mismo, y solo piensa en hacer lo mejor posible su baile, frase o personaje).

Hijos, madres, padres, abuelos, nietos... fue éste uno de los tantos reclamos de ayer, en un recorrido teatral que arrancó al inicio de la isla y sobre escenarios naturales, de tal modo que los actores y público llegaban a fusionarse. Y era en este mismo itinerario en el que un humilde esclavo, encarnado por el actor Ricardo Rodríguez (que asistió a la representación acompañado por su pareja, la periodista María Patiño), descubre la imagen de la Virgen, y se le presenta como un símbolo de la liberación de su pueblo.

La directora y máxima responsable de La Virgen del esclavo, Cari Antón, destacó la entrega de todos los actores y participantes, más de 100, en el que no faltaron amigos incluso de fuera de la provincia. «Aquí todo el mundo ayuda, y la verdad es que es muy emocionante ver cómo se entrega. También ha sido muy emocionante este día porque hemos recordado a Sara (Montiel), que estaba enganchada a la isla, a Tabarca», afirmó.

Puede que esta edición haya sufrido un leve recorte de público, pero eso no ensombrece en absoluto la magia de un acto modesto pero con encanto. Y eso es posible gracias a la Asociación Virgen del esclavo, que lleva la organización y montaje de todo el evento en colaboración con la Diputación de Alicante.