Aunque se cortaron tres orejas de poco peso, el cantado duelo entre El Juli y José María Manzanares, uno de los grandes atractivos de la Feria de Julio de Valencia, se quedó finalmente en nada básicamente por la pobre presentación y el descastado juego de los toros de Domingo Hernández. Con toros sin la exigida presencia para una cita de este nivel, pero también sin un mínimo juego por su falta de casta, al mano a mano entre las dos figuras le faltó, de principio a fin de su dilatado y nada brillante desarrollo, toda la pretendida categoría con que se anunció.

Por mucho que El Juli cortara dos orejas y una Manzanares, fueron trofeos demasiado baratos y con poco aval. Pedidos por un público con ganas de justificar fuera de la plaza el precio de la entrada, no pasaron de tener un valor simplemente estadístico que en nada refleja lo sucedido en el ruedo. Con todo, El Juli mantuvo una actitud esforzada durante toda la tarde, marcando su disposición al triunfo desde que se fue a recibir a portagayola al primero de su lote.

Una buena serie de naturales, de largo trazo, fue el único momento lucido que le permitió ese toro antes de venirse abajo por completo, justo cuando el madrileño se metió en la corta distancia en busca de ese primer trofeo que le concedieron muy generosamente.

Más aún tuvo que atacar a un tercero que se le rajó en cuanto le exigió un mínimo de esfuerzo con la muleta. El quinto también se le rajó a mitad de faena, después de una estimable tanda de muletazos con la zurda. Dado en retirada el toro, El Juli lo acosó hasta las tablas, también en un esfuerzo que el amable público valenciano le quiso recompensar con una oreja poco justificada. Consciente del verdadero valor de los trofeos, el torero renunció al final a su derecho a salir por la puerta grande por número de trofeos.

Del mismo talante fue la petición de una oreja demasiado barata para José María Manzanares en el cuarto, tras una faena inconsistente en la que no logró imponerse a las que fueron las mejores y más entregadas embestidas de toda la tarde. Puede que afectado físicamente por el calor, ya que se quitó en varios momentos la chaquetilla y era constantemente refrescado y abanicado en el callejón.

Sus tres faenas, tanto la que le hizo al noblón y entablerado primero, como la premiada o la del apagado sexto, estuvieron plagadas de largos tiempos muertos, en los que el alicantino parecía coger aire tras unas tandas de muletazos sin apenas mando, muy al aire de sus toros, y en las que nunca logró imponer ni el ritmo ni los terrenos de la lidia