El color de la mesilla de noche, la disposición de los armarios, y otros rasgos aparentemente superficiales y anecdóticos de nuestras casas, configuran el universo cubista y maravillosamente particular del artista Isidro Blasco en su próxima muestra.

Afincado en Nueva York, e hijo del maestro ceramista Arcadi Blasco, de ahí su vinculación con esta provincia, Isidro Blasco ultima una exposición compuesta por 20 "retratos" familiares a través de sus casas para la prestigiosa galería Dominik Mersch en Sidney.

Se trata, pues, de una creación fotográfica que reflexiona sobre los espacios íntimos y familiares mediante las entrevistas que el mismo Isidro Blasco entabló con los inquilinos de estos hogares y, por su parte, de la deconstrucción y transformación de estas imágenes que fueron previamente tomadas.

"Para mí la idea de espacio está centrada en cómo lo percibimos, somos nosotros los que generamos la idea de espacio, con todo lo que llevamos a cuestas: nuestra cultura y nuestra experiencia vital desde que nacemos. Somos todos únicos a la hora de hablar del espacio que nos rodea, todos lo percibimos de forma diferente, y esto siempre me ha parecido fascinante", afirma Isidro Blasco, quien añade: "Siempre me hago preguntas sobre los volúmenes que me rodean, y en muchas ocasiones me veo midiendo el espacio físico de los cuartos y de las cosas que hay en ellos; es como una obsesión: tengo que saber cuánto mide la ventana por la que estoy mirando, el ancho y el alto, para quedarme tranquilo y poder apreciar la vista a través".

Para la elaboración de las distintas obras, elaboradas y producidas en Australia, Isidro Blasco contó con la ayuda de la NAS (National Art School) para que el mismo trabajo de la exposición fuera un nexo de retroalimentación profesor-alumnos. La inauguración de la muestra está prevista para el 1 de agosto.

"Lo cierto es que ahora también estoy muy interesado en lo que dicen los demás de sus propios espacios, incluso cuando no prestan atención. Eso me fascina incluso más. Me pregunto cómo es posible que no presten atención a algo que está siempre ahí, con nosotros. He querido hacer "retratos" de la gente a través de sus casas, o mejor dicho, de los interiores que ellos ocupan. Presumiblemente esos espacios los han transformado ellos y están cargados con su personalidad", explica Blasco, quien está confeccionando además un cortometraje con todas las entrevistas mantenidas y que podrá verse junto al resto de obras.

¿Y hasta qué punto le fue fácil localizar a amigos, conocidos o anónimos que abrieran las puertas de sus casas para ser "analizadas"? "Digamos que de cada cinco personas a las que les he pedido que participen en mi proyecto, solo una dice que sí", confiesa Blasco, que vuelve a hacer uso de la arquitectura y de la fotografía para sus creaciones: "La arquitectura siempre ha estado presente en mi trabajo, aunque mi educación básica fue en escultura, teniendo padre y madre escultores ceramistas. Era lo que vi desde pequeño en casa, pero luego también estudié arquitectura en Madrid y en Nueva York. Lo de la fotografía y el vídeo lo utilizo como herramienta que expresa muy bien lo que quiero decir en mi trabajo, pero nunca lo estudié profesionalmente. También escribo en algunos de mis proyectos, pero no me considero escritor, claro", apunta.

Referentes

Shanghai, Helsinki, ahora Sidney, y ya se marca en el futuro Sao Paolo. La mirada de Isidro Blasco es la mirada que proyecta al mundo. Diferentes ciudades, culturas dispares. ¿Pero hasta qué punto está hoy el arte dominado por la globalización? "Cualquier chaval con un iPhone, en cualquier lugar del planeta, puede hacer un vídeo alucinante que se propaga por Internet en segundos y se puede convertir en elemento clave cultural con mucha influencia. Eso es lo bonito del momento en el que vivimos, que ya no hay nadie con esa presión de estar en el centro para formar parte de la contemporaneidad, ahora se puede formar parte de ella desde Alicante, sin salir de tu dormitorio", apunta Blasco, quien jamás olvida el referente de su padre, del maestro ceramista de Mutxamel: "De mi padre lo aprendí todo, empezando por la imperiosa necesidad de irse fuera de tu lugar de nacimiento para aprender algo. Arcadio se fue de polizón cuando tenía 14 años en un barco que iba a la Argentina creo; pero lo pillaron y lo mandaron a casa con el rabo entre las piernas. Luego lo metieron en el seminario a estudiar para ser sacerdote. Pero por poco tiempo, en cuanto pudo, se fue a Madrid a estudiar en la Escuela de Arte de San Fernando. Creo que tenía 17 años solo", rememora Blasco, y concluye: "Yo no fui tan heroico, pero sí que acumulé coraje y algo de dinero y me fui a Nueva York en el invierno del 96. Tenía 8.000 pesetas en el bolsillo y un teléfono que me dio mi amigo compositor César Camarero, el telefono de su hermano que vivía en Brooklyn. Allí pasé la primera semana, con un frío como nunca lo había pasado en mi vida".