Se construyó a finales de 2005, con un coste de 3 millones de euros. Unos 4.000 metros cuadrados en el Muelle de Poniente, frente a San Gabriel, para convertirse en la nueva lonja de Alicante. A los seis meses de su apertura se cerró y así permanece desde entonces. En el centro de la ciudad, en el Monte Tossal, se encuentra el Colegio de Huérfanos Ferroviarios. Cuenta con un pabellón deportivo y una piscina de 25 metros. Está abandonado.

Estos son solo dos ejemplos de los espacios y edificios dentro de los cuales suena el eco. La mayoría tuvieron utilidad y la perdieron. Su titularidad es mayoritariamente pública, pero permanecen vacíos, sin ningún uso. En la ciudad de Alicante existe una copiosa senda de contenedores sin contenido, de metros y metros cuadrados a los que el tiempo juega malas pasadas hasta cambiarles la cara de tal manera que la única opción posible es el derribo.

Sin embargo, colectivos ciudadanos están reaccionando ante una situación que consideran intolerable. Se trata de buscar uso a unas superficies que mueren en el olvido y que los poderes públicos podrían "devolver" a la ciudadanía para proyectos culturales y sociales. "Hay personas, hay espacios, hay ideas.... solo hace falta que se nos escuche", asegura Rubén Bodewig, arquitecto que ha unido su voz a la de otros jóvenes que han puesto en común sus propuestas para estos espacios.

Su objetivo es claro. "Sabemos que la excusa va a ser que no hay dinero, pero no pedimos que se invierta sino que se cedan los espacios a proyectos interesantes", afirma Estíbaliz Sanchís. "No existe un canal con el que comunicar estas propuestas, no hay una coordinación ni siquiera entre concejalías para dar solución a todo esto; y además en las mesas donde se discute la programación cultural de la ciudad nunca están sentados los que producen cultura".

Todo empezó con una conversación a través de Facebook y eso dio pie a la confluencia de jóvenes de diferentes ámbitos, desde la arquitectura al mundo audiovisual pasando por músicos y artistas. Gente preparada, con voluntad de hacer cosas "y con ganas de que la administración nos escuche", remarca Estíbaliz.

A partir de ahí se inició un recorrido buscando espacios y edificios abandonados y en desuso. Y el principal artífice fue Rubén Bodewig. "Soy arquitecto y me gusta ver edificios, por lo que he ido recopilando los casos más destacados de la ciudad". Pide que se establezca un protocolo para que se puedan presentar proyectos y propuestas "para el uso y la recuperación de espacios".

Pone un ejemplo: "En Barcelona se ha puesto en marcha Pla Buits para recuperar solares. Se abre un concurso de ideas y a partir de ahí un jurado las valora y selecciona las más apropiadas para cada espacio. No puede destinarse a una actividad económica, pero sí a algo que ayude a sustentar el proyecto. Cada año se presenta una memoria, se revisa y se prorroga o no. De esa manera mantienen el espacio, lo arreglan y le dan un uso".

Su planteamiento no es que la administración invierta dinero sino que les ceda el lugar para poder desarrollar sus proyectos. "Es imprescindible empezar a hablar de cómo se gestiona la ciudad, seguimos con las mismas ilusiones pero ya ganas de jugar tenemos pocas", dice José Abellán. "Yo llevo siete años regalando contenido y ahora me voy a tener que ir a Barcelona para que se me valore". Omar Sanchís apunta que "nos inspiran ciudades como Madrid, donde se rehabilitó Matadero para uso cultural, o la Matriz Creativa de Cartagena o la Calderería de Valencia".

El "peregrinaje" por Alicante buscando espacios vacíos les ha llevado a crear una lista con más de una veintena de edificios y espacios de titularidad pública, además de una decena al menos en manos privadas, con sus puertas cerradas y unas entrañas carcomidas por el paso del tiempo.

Además de la nueva lonja antes mencionada, existe la "otra" lonja, también en el Muelle de Poniente, construida a mediados del siglo XX. Un edificio inmenso junto al mar, que está a punto de ser derribado. También en esa zona, detrás de la nueva estación de autobuses, hay un conjunto de naves "que van a demolerse y que podían ser espacios para talleres de artistas o para hogueras o una escuela de circo; son estructuras industriales y algunas tienen gran interés arquitectónico además", destaca Rubén.

La antigua estación de autobuses y los edificios municipales de la Plaza Séneca son dos claros ejemplos. En pleno centro de la ciudad constituyen un emblema de la decadencia. "La estación se está cayendo y podría ser un espacio cultural estupendo; no les costaría y se mantendría en uso", dice Rubén. El colectivo Ábrete Séneca lucha por la plaza "pero sin el edificio no tiene sentido". Precisamente en esa plaza hay un par de oficinas municipales y un antiguo aparcamiento que podía ser un gran espacio escénico".

Emblemáticos son también otros dos edificios: la antigua Fábrica de Tabacos, vacía desde 2004, con 30.000 metros cuadrados, y lo que fue el Matadero, fruto del vandalismo y la degradación. Otro ejemplo. El gimnasio del antiguo Colegio de Ferroviarios, con una piscina de 25 metros y un pabellón "muy deteriorado". Y por la misma zona "algunos habitáculos por el castillo de San Fernando", igual que en la ladera del de Santa Bárbara, "con la casa del ingeniero Mira, también vacía".

Caso llamativo es también el de una antigua cochera junto a Casa Mediterráneo que está abandonada. "Podría ser desde una biblioteca a un centro polivalente" o el de los locales del Puerto frente a la sala de exposiciones de la Lonja que están degradados en pleno eje cultural y turístico.

En similares circunstancias se encuentran otros espacios como la sala de exposiciones de La Ereta, hoy inactiva; el auditorio que se construyó en la estación del TRAM del mercado, que nunca ha funcionado; la antigua Cámara de Comercio; el que fue colegio Benalúa; el faro del Cabo de las Huertas o la torre de la huerta rehabilitada que se encuentra al final de Miriam Blasco.

Casos curiosos son el de la refinería subterránea que se encuentra en la Serra Grossa, de titularidad estatal -"hay un depósito externo que podía ser un auditorio al aire libre"-, y las chimeneas de Benalúa Sur -"que iban a ser salas de exposiciones y ahora se han convertido en chabolas".

También los cines Ábaco, que los compró el ayuntamiento para la Banda Municipal "y ahora lo quieren vender". En esas circunstancias se encuentran también otras salas de cine hoy en desuso, aunque en este caso de propiedad privada, los Astoria y el Ideal. Privado también es el centro Panoramis o las llamadas Bóvedas de los Ingleses del Raval Roig -"que deberían ser municipales"- o el hotel Sidi San Juan.

El interrogante continúa con casos "que pronto van a darse", afirma Rubén: la estación de La Marina del TRAM y el colegio San Roque, "que están a punto de quedar sin actividad"