¿Cómo se mete a grabar un disco en los tiempos que corren?

El disco es una necesidad, va más allá de la pura comercialización. Para los artistas, es una forma de que nuestro trabajo tenga una proyección que sería imposible de cualquier otra manera. Nos da visibilidad.

¿Y cómo ha conseguido que sea el más vendido en música clásica durante alguna semana siendo música antigua?

La verdad es que es un disco singular, porque en España, en el ámbito de la música antigua, no hay ningún otro trabajo de músico solista acompañado de orquesta. Creo que eso ha llamado la atención y el repertorio [de música napolitana del siglo XVIII], también. El producto final es fresco y de fácil escucha.

Pero la música antigua es minoritaria dentro de lo minoritaria que ya es la música clásicaÉ

Es verdad, pero tiene un público fiel desde hace veinte años. Dentro de la música culta puede ser una parte pequeña, pero significativa.

Pero, no obstante, usted de lo que vive es de la docencia, ¿no?

Tengo la plaza de profesor de flauta de pico y soy jefe de estudios en el conservatorio de Torrent. Compagino como puedo la actividad concertística con las clases. Gran parte del coste del disco ha salido de dedicar conciertos de La Dispersione a financiarlo. Ha sido mucha gente y mucha actividad musical altruista.

Colabora con distintas formaciones de música antigua. ¿Por solidaridad?

Es bastante habitual entre músicos de instrumentos históricos, porque somos pocos. Históricamente no había más remedio que tocar todos con todos.

¿Jordi Savall es el rey, el que abrió caminos en esta especialidad?

Es un pionero, el que ha abierto un camino, aunque ha habido también más gente, como Capella en Valencia, pero es el que ha tenido más resonancia mediática. Me parece fundamental en la historia de la música en España en el siglo XX.

¿Los que se dedican a la música antigua se sienten respaldados institucionalmente?

Depende. Algunos grupos han tenido más presencia institucional y desde mi punto de vista podría haberse hecho mejor: abrir el abánico a otras posibilidades y a músicos jóvenes. Al final es la sociedad la que ha de pagar la cultura, pero es necesario que las instituciones apoyen, porque si no tendremos solo pop y rock, y la democracia cultural pasa por la supervivencia de música minoritaria, que es aire fresco.

Que se lo digan a las escuelas de las sociedades musicales. ¿Dejarlas sin apoyo puede tener consecuencias graves?

Para la música en general. Esta crisis, que también es de valores y preferencias, ha castigado duramente a las iniciativas públicas y privadas de enseñanza musical. En esto debo decir que creo que es más interesante que haya más escuelas de música y menos conservatorios. Quizá me linchen [ríe], pero es verdad. Las escuelas, que están muy descuidadas, están más encaradas no tanto a formar profesionales sino gente musicalmente culta. En Francia hay solo dos conservatorios superiores y en la C. Valenciana hay tres. Para el nivel de programación me parece excesivo. Pero es una opinión personal.

¿Y qué piensa cuando acude al Palau de la Música o de les Arts: que nos gustan demasiado las formas y las fachadas?

Que está muy bien que tengamos esas infraestructuras, pero mantenerlas es casi imposible hoy. Y creo además que las cosas se podían haber hecho de otra manera. En una ciudad donde la ópera ha brillado por su ausencia, quizá no era necesario tanto para introducirla en la vida cultural. Y es ahora cuando se están creando iniciativas interesantes, como precios especiales para grupos escolares. Ese es el camino que podría haberse emprendido hace muchos años y hoy tendríamos un público más formado, porque el público hay que crearlo.