En la búsqueda de fórmulas que garanticen la viabilidad del sistema sanitario público, usted apuesta por construir una atención primaria más resolutiva.

Hay que hacer dos movimientos, que es lo que hemos hecho en el País Vasco en la legislatura pasada. Por un lado, desarrollar la medicina no presencial, es decir, determinar qué es lo que puede hacerse en casa y controlar a distancia con algunos gadgets, partiendo de un concepto probado clínicamente: que la mayor parte de los enfermos crónicos se descompensan despacio, y por lo tanto sus organismos van diciendo cosas en casa bastante antes de que se compliquen y aparezcan en urgencias.

¿La propia casa es el mejor hospital?

La clave estriba en ver si el domicilio puede convertirse en centro de cuidados, o por lo menos en centro de información sobre qué cuidados necesita uno. Enviar esa información al hospital y a la atención primaria, donde hay unas personas vigilando que el diabético, el hipertenso, el enfermo renal, etcétera, siguen estando bien. La idea es asegurar que se puede enviar profesionales sanitarios a esos domicilios antes de que el paciente se descompense y requiera hospitalización. El modelo actual es como reparar un coche cuando ya tiene varias averías, en lugar de intervenir antes.

¿Habla usted de hacer una inversión en atención primaria que, a la larga, produciría un ahorro global?

En la parte diagnóstica sí, una inversión tecnológica que reduzca el volumen de enfermos que han de ser enviados a las consultas externas de los hospitales. Y luego es posible descentralizar los procesos de rehabilitación bastante más de lo que lo están actualmente. Sigue habiendo muchos procesos de rehabilitación que se hacen en un centro hospitalario complejo, que está lejos, y que podrían hacer cerca, en un centro de salud. Y eso no requiere una gran inversión.

¿Prevé un colapso a corto o medio plazo de la sanidad pública española si no se adoptan medidas de reforma?

No, porque el Sistema Nacional de Salud (SNS) ha sido muy eficiente y muy eficaz. Tenemos una de las mayores longevidades del mundo, una mortalidad infantil envidiable, un sistema de salud que, en general, se mueve con un 8 por ciento del producto interior bruto (PIB), sumando el sector público y el privado... Es un sistema eficaz donde los hubiera, igual o más que otros modelos europeos, que están en el 10 o el 12 por ciento del PIB. La historia del SNS es la historia del mayor éxito de gestión pública en la historia española.

¿Le parece preocupante que en España haya 17 sistemas sanitarios autonómicos que son distintos?

Me preocupa mucho más que no exista un proceso y un sistema en España que consiga llevar rápidamente el conocimiento de un sitio a otro. Lo que es necesario es probar cosas en distintas partes de España y asegurar que, después de una evaluación, ese conocimiento se transmita rápidamente al resto de España. La línea seguida actual por el Ministerio nacional conseguirá algunos ahorros, pero no afectará el fondo de la cuestión. Esos recortes son una venda artificial: el sistema sigue sangrando por dentro. Una política de recortes o de privatización es un parche. Creo que estamos equivocándonos en el modelo de funcionamiento de un país descentralizado

.Usted ha sido elegido miembro del equipo asesor del Gobierno de Barack Obama para diseñar la reforma sanitaria de EE UU. ¿Cuál es su perspectiva?

No voy a estar trabajando directamente con la Administración americana, sino haciendo lo que hice hace 16 años con la reforma Clinton, cuando me invitaron a participar en una batería de reuniones con otros expertos europeos. La reforma americana supone que hay que dotar de un seguro a unos 44 millones de ciudadanos, casi como toda España.

¿Que piensa de las reformas sanitarias que van hacia la privatización total?

El debate público versus privado es, en parte, artificial. Si se empieza a privatizar la gestión de todos los hospitales y centros de salud no me parece que nos acerquemos al modelo del que hemos estado hablando. No es cierto que la gestión sanitaria privada sea mejor que la pública. Si fuera cierto, en España el gasto sanitario no estaría en un 8 por ciento del PIB. Si el sistema está funcionando bien, lo que hay que hacer es reforzarlo.