El solsticio de invierno dejó el 21 de diciembre el día más corto del año. Si coloquialmente consideramos el día como el espacio de tiempo que transcurre entre la salida y la puesta de Sol, apenas duró 9 horas y 23 minutos. Muy lejos de las 14 horas y 58 minutos de luz que nos dejó el día más largo, el solsticio de verano, (que este año fue el 21 de junio). Solsticio viene del latín "solstitium", que literalmente significa "sol quieto". La razón de este nombre ésta en que durante varios días alrededor de esta fecha la altura máxima del astro rey al mediodía no cambia, de ahí que parezca que está parado.

A partir del viernes el día se va alargando hasta que en el equinoccio de primavera, el 20 de marzo de 2013, habrá tantas horas de luz como de oscuridad. El día seguirá imponiéndose a la noche hasta que en el solsticio de verano (21 de junio) alcance su triunfo máximo para iniciar un nuevo declive en favor del lado oscuro, pasando por un nuevo equilibrio en el equinoccio de otoño (22 de septiembre), que culminará dentro de un año de nuevo en el solsticio de invierno (21 de diciembre ). Este periplo solar, que por convenio define el inicio de las estaciones, y su relación con los ciclos de vida y muerte de la naturaleza, ha marcado la vida del ser humano desde sus orígenes. La arqueoastronomía, campo de investigación en el que arqueólogos y astrónomos van de la mano, se dedica a buscar las posibles alineaciones solares, o con otros cuerpos celestes, de los templos de la antigüedad.

Astronomía de la Edad de Piedra

El alineamiento solar más antiguo hallado hasta ahora es el de la Cova del Parpalló de Gandía, que comenzó a usarse como santuario hace unos 21.000 años antes de Cristo. En este yacimiento prehistórico, declarado patrimonio de la humanidad al albergar el conjunto de arte mueble paleolítico más grande de Europa, se han hallado más de 5.000 plaquetas pintadas o grabadas con motivos de flora, fauna y otros elementos geométricos que podrían representar aparatos sexuales.

Un estudio del astrónomo César Esteban, investigador del Instituto de Astrofísica de Canarias (IAC) y uno de los principales especialistas españoles en arqueoastronomía, y del catedrático de Prehistòria i Arqueologia de la Universitat de València, Joan Emili Aura Tortosa, reveló hace una década que al amanecer del solsticio de invierno, y unos días antes y después, un rayo de Sol ilumina la zona más interna de la cueva por unos instantes.

"Un caso único"

Esteban destaca que la orientación solsticial del Parpalló "es un caso único en el mundo dada su antigüedad, por tanto hay que tomarla con cautela pues no se han documentado relaciones astronómicas similares en ningún otro yacimiento paleolítico para empezar a plantear la existencia de una astronomía de la Edad de Piedra".

No obstante, salvo derrumbes que hubieran variado la entrada de del Parpalló a lo largo de estos 230 siglos, este fenómeno podría ser la razón por la que los primeros pobladores de la Comunidad Valenciana eligieran esta cueva para ubicar un santuario. "Hace 23.000 años, el cerebro del hombre -apunta Esteban- y su estructura cognitiva eran similares a la actualidad, por lo que los moradores del Parpalló eran capaces de interpretar la relación del Sol con los ciclos naturales de los animales que cazaban y las plantas que recolectaban". El Sol, continúa ,"en las culturas antiguas siempre es símbolo de fertilidad, un elemento fecundador, mientras que las cuevas están ligadas con el culto a la Madre Tierra".

El Sol que "renace" en el solsticio de invierno, al iluminar el fondo de la cueva, "cuyo aspecto exterior y estructura recuerdan a un aparato reproductor femenino, a una gran vulva" resalta Esteban, estaría fecundando a la Madre Tierra y garantizando así la supervivencia del hombre del Parpalló.