­La lengua de fuego del Vesubio dejó a la ciudad de Pompeya cubierta de lava y ceniza. Corría el año 79 después de Cristo y esa desgracia humana se convirtió, a la larga, en una fortuna arqueológica ya que esta población quedó «congelada» en el tiempo y de esta manera se ha podido conocer hoy en día. Pero al menos uno de los ciudadanos de Pompeya no se encontraba allí cuando ocurrió este suceso. Publius Fulvius Asclas vivía en el asentamiento de Lucentum en Alicante y prueba de ello es la inscripción funeraria que se encuentra en los fondos del Museo Arqueológico de Alicante.

Esa pieza, en la que aparece el nombre del pompeyano y la edad de su fallecimiento, 32 años, se ha convertido en la primera prueba fehaciente y documental de que un italiano de esa ciudad vivió en lo que ahora es España, según aseguró el director técnico del MARQ. «No es que no esté demostrado que otros pompeyanos se instalaron en diferentes zonas sino que es el único que aparece registrado como tal, con una inscripción en el que queda determinado su origen».

La trascendencia de esta pieza ha propiciado que viaje hasta Madrid, donde ha pasado a formar parte de la exposición Pompeya. Catástrofe bajo el Vesubio, organizada por el Centro de Exposiciones Arte Canal, que se inaugura mañana y estará abierta hasta el mes de mayo. Esta inscripción se incluye así en la reconstrucción de las ciudades destruidas por el Vesubio que abarca esta muestra, con más de 637 piezas, en su mayoría originales, procedentes de veintidós instituciones, principalmente del Museo Arqueológico Nacional de Nápoles.

La inscripción funeraria de Publius Fulvius Asclas, que correspondería a la primera mitad del siglo I después de Cristo, fue encontrada en una de las torres de la huerta, la Torre de Santiago, en el entorno de la Albufereta, ya que las piedras del Tossal de Manises se utilizaron posteriormente para estas construcciones. «Las piedras del Tossal se reutilizaron para construir las torres y de ahí que fuera rescatada en una de estas construcciones y donada posteriormente al museo por Pedro Guillén en 1986», según Olcina.

La pieza que ahora se ha prestado para la exposición en Madrid muestra «como a partir de un nombre podemos reconstruir un poco la historia, hasta cierto punto, ya que permite establecer la vinculación entre Lucentum y Pompeya». Y es que este pompeyano con toda probabilidad vendría a comerciar «o a encargarse de algún negocio de un terrateniente italiano que tenía intereses por aquí y se quedó», apunta Olcina.

La inscripción ya se exhibió en Alicante, en una exposición que se realizó sobre los legados del MARQ y también una la muestra Pompeya bajo Pompeya que se pudo ver en este museo.

Ahora en Madrid, esa pieza contribuye a la reconstrucción de una de las páginas más sobrecogedoras de la historia y que ha despertado más interés a lo largo de los siglos, ya que simboliza el poder de la naturaleza sobre el ser humano. Su dramática destrucción la convirtió, sin embargo, en el yacimiento arqueológico más importante y mejor conservado de la época romana, en gran parte gracias a la labor del rey Carlos III, según informa Efe.

Por ello, los dos objetivos de la muestra son, por una parte, mostrar lo que supuso la erupción volcánica en una ciudad llena de vida, y, por otro, rendir homenaje a la figura de su descubridor, el Rey arqueólogo. Carlos III fue descubridor e impulsor de las excavaciones de Pompeya y su actuación sentó las bases de la arqueología posterior al excavar, documentar, proteger y evitar que las piezas saliesen de su lugar de origen.

El académico e historiador Martín Almagro se ha encargado de seleccionar las 637 piezas, de las cuales 629 son originales y la gran mayoría es la primera vez que viajan a España. Además, la exposición se ilustra con seis audiovisuales en los que se reconstruye la catástrofe y sus consecuencias y se ilustra la vida en estas ciudades antes de su destrucción.