En una esquina del taller de pintura, una madre amamanta a su hijo, sentada desnuda sobre una tela de terciopelo rojo. Es la protagonista del lienzo que atrae todas las miradas. Su autora, Nati Pamies, reconoce que ésta es su cuarta obra desde que asiste a las clases que imparte el artista Galo Cabezas en la academiaLa botica del pintor, en el barrio alicantino de Benalúa.

La mujer del cuadro oculta su rostro al espectador, con la cabeza vuelta hacia el bebé que sostiene en sus brazos. Algo similar a lo que le ocurrió a Nati con sus propios hijos, en los que volcó toda su atención. "Siempre había pintado, cuando era soltera", recuerda, "pero al casarme y tener a mis niños lo dejé estar, porque me faltaba tiempo".

Y fueron precisamente sus hijos quienes, años más tarde, la animaron a retomar su afición. "Cuando fui a comprarme el lienzo para volver a empezar, me enteré de que había clases de pintura en esta academia, y no me lo pensé. En lugar de comprar el lienzo, me apunté a las clases". Fue hace ya más de dos años, como recuerda la fecha que tiene apuntada en la caja de madera donde guarda sus tubos de pintura.

Ahora ese momento parece muy lejano. "El día que llegué estaba asustadísima. Lo primero que vi al entrar fue un cuadro de una compañera que me impresionó muchísimo, de un nivel muy alto, y sentí mucha vergüenza. Pensé que no estaba a la altura. Pero los compañeros enseguida me invitaron a quedarme. Realmente hay muy buen ambiente en el grupo en el que estamos trabajando. Además de los compañeros, aquí encuentras a un profesor que te orienta, te corrige y te ayuda a avanzar".

Todos estos factores ayudaron a que, dos tardes a la semana, Nati sustituyera la bata blanca de la clínica donde trabaja por otra bata, esta vez salpicada de manchas de pintura de todos los colores, para asistir a las clases de Cabezas. Asegura que sus hijos siempre la apoyaron con esta idea, y por eso siguen estando muy presentes en sus obras. "Pinto para los míos, así que no me siento capaz de vender mis cuadros. En ellos hay muchas cosas personales, muchos sentimientos...Mis cuadros son como mis hijos: nunca querría separarme de ellos", asegura.

Su compañera Virginia Siendones observa el lienzo y comenta: "En toda exposición, siempre hay una obra que destaca, y para mí será ésta". Nati preferiría que su cuadro no ocupase ninguna posición preferente en la muestra, que se inaugura esta tarde a las 19.30 en la nueva sede de la Asociación de Artistas Alicantinos, en la calle Arquitecto Morell. Pero Virginia habla sin rastro de envidias. Alaba el trabajo de Nati con sinceridad, aunque reconoce que la suya no es una opinión de experta. "Yo sólo soy experta en piedras", bromea. Se refiere a la temática de sus cuadros, inspirados en Cataluña, su tierra. En ellos, las plazas porticadas y los recodos de las callejuelas empedradas son los protagonistas. Confiesa que su interés por la pintura le viene de familia. "Mi padre nunca tuvo la oportunidad de ir a la escuela, pero siempre le gustó pintar. Aprendió él sólo, y a mí me ha quedado esa afición". Y, como su padre, también ella se considera una autodidacta.

"No dejas de ser autodidacta sólo porque vengas a las clases", sentencia Jesús Molina, uno de los alumnos más veteranos. "Todos los que venimos aquí ya sabíamos pintar, y simplemente acudimos para que el profesor nos dé su opinión o nos ayude, para que los compañeros nos aconsejen...", apunta. Reconoce que a veces, pintando en solitario, puede concentrarse mejor, aunque mantiene que "cuando te pones a pintar, te olvidas de todo". Algunos de sus colegas sostienen que las clases potencian su voluntad de crear, y que si estuvieran en casa simplemente no encontrarían el momento o el espacio para trabajar. Y la libertad que tienen en la academia para elegir los temas es la misma que tendrían pintando por su cuenta, como señala Jesús, que es experto en retratar escenas taurinas, y aspira a exponer en la Plaza de Toros de Alicante.

Libertad creativa

Los alumnos también tienen vía libre para escoger la técnica con la que plasmar sus obras. "No todos los artistas quieren pintar al óleo", puntualiza Galo Cabezas. "Algunos prefieren la acuarela, o técnicas secas como el pastel o los lápices".

Es el caso de Pablo Contreras, un artista del carboncillo, cuyos cuadros destacan por sus tonos grisáceos, como los del cielo plomizo de la obra que exhibirá en la muestra. Pablo sufre de Parkinson, pero asegura que su enfermedad no supone una limitación para dedicarse a la pintura. "Es cierto que algunos días tengo más temblores, o tengo que usar mi 'otra izquierda'... pero acaba saliendo. Porque también tengo muchas ganas", explica.

"Los alumnos vienen buscando, principalmente, poder relajarse", recalca Cabezas. "Pero también quieren aprender y ver unos resultados. Como profesor, estoy comprometido con esos resultados. No me interesa que los alumnos realicen una gran cantidad de obras al año: normalmente sólo pintan dos o tres cuadros por curso. Lo que perseguimos es la calidad, y eso es lo que se refleja en las obras expuestas".

En las clases no le llaman Galo, sino sensei, una palabra que se emplea en Japón para referirse a los maestros. El pintor reconoce que es exigente y crítico con sus alumnos, pero siempre con intención de ayudarles.

Desde sus inicios, La botica del pintor organiza una muestra anual, a final de curso, donde se enseña al público el fruto de su trabajo.

"Exponer junto a otros artistas es una satisfacción muy grande", afirma Nati. Está ultimando los detalles de su obra, dándole las pinceladas finales. Al observar de cerca el lienzo, se descubre, recién pintada, una dedicatoria muy personal. La tela está lista para enmarcar, y Nati confiesa: "Estoy nerviosa por ver cómo reaccionarán mis hijos, porque este cuadro lo he hecho pensando en ellos. Sólo espero que disfruten con la exposición".