El ilustre científico y matemático alicantino Jorge Juan viajó a Inglaterra en 1749 en una misión secreta, cuyo objetivo consistía en espiar y robar la alta tecnología de los barcos ingleses, los más poderosos del mundo por entonces. Para ello, Jorge Juan ejercía por el día de un prestigioso matemático miembro de la Academia de las Ciencias de Londres y, por la noche, de un agente que revelaba informes de telas, maderas, trabajadores y barcos ingleses que posteriormente remitía a la Corona española.

Estas cartas y comunicaciones que Jorge Juan hacía llegar al Marqués de la Ensenada, consejero de Estado de Fernando VI, contenían mensajes cifrados para evitar que, en caso de que cayeran en manos enemigas, ya fueran francesas o inglesas, su contenido no fuera descubierto.

De estos manuscritos, poco o nada se ha sabido hasta ahora. Incluso grandes conocedores y estudiosos del legado de Jorge Juan, como el marino Julio F. Guillén Tato, solo pudieron acceder a las cartas del marino alicantino enviadas desde Londres que ya se encontraban previamente traducidas en el mismo original. Del resto de informes, que son muchos, y depositados en el Archivo de Simancas, Guillén Tato ha reconocido en algunas de sus obras que le fue imposible traducir los mensajes criptográficos.

Toda esta situación, sin embargo, ha sufrido un giro radical con la reciente publicación de un artículo de investigación del economista alicantino Amadeo Sala para la revista Betania. Porque en dicho artículo, como decíamos, Amadeo Sala describe las instrucciones técnicas que Jorge Juan empleaba, con un complejo libro de claves que alternaba cifras y letras, para la redacción de los informes y cartas que remitía a España.

De este modo, el investigador alicantino explica que estos códigos responden a dos grupos distintos de dígitos con caracteres arábigos. Una serie que se inicia con el cero (desde 01 hasta el 0200); y otra siguiendo la secuencia natural de los números (del 1 al 410).

"Para hacer más difícil la tarea de su descifrado por terceras personas que pudieran interceptar los mensajes, se utilizaban claves con el mismo significado y, por ejemplo, las claves 154, 155 y 156 significaban la misma vocal "A". Además, habían signos para expresar los signos de puntuación, como el 51, 52 y 53, mientras otros se referían a siglas, como las claves 1 y 2, que equivalían a V.E. (Vuestra Excelencia). La separación de cada clave se realizaba mediante la inclusión de un punto", señala el noveldense Amadeo Sala en el artículo "Los mensajes cifrados de Jorge Juan en su misión de espionaje en Londres", publicado en Betania.

La utilización de estas claves registraban también otras particularidades. Así, por ejemplo, Amadeo Sala cita el empleo de las cifras 103, 104, 105, 106, 107 o 108, que suponían las tres últimas (106, 107, 108) un valor cero para sí mismas, y las tres primeras (103, 104, 105) la anulación de la equivalencia de la cifra inmediatamente anterior y de la propia cifra, "con el fin de llevar al analista de las claves a pistas falsas".

En mencionado artículo, el historiador alicantino cita a otro estudioso como Lorenzo Cadarso, quien hizo referencia de determinados motes para identificar a los personajes en estas cartas cifradas de la Corte de Fernando VI. Así, el Marqués de la Ensenada era "B" (por la apariencia de esa letra en la rúbrica de su firma), "el amigo", "El tinto" y, al final de su mandato "El mogo" o "El gran mogo". Ricardo Wall, embajador español en Londres, sería conocido como "el Dragón", "Cosme" o "Leman".

"Es de suponer que del libro de claves existirían, al menos, dos copias: una en poder de Jorge Juan para su uso, y otras a disposición de la Secretaría de Estado para proceder al descifrado de las cartas recibidas y el cifrado de las emitidas. Incluiría las instrucciones técnicas para su uso, con índice de letras, sílabas o palabras enteras ordenadas alfabéticamente, con su correspondiente código cifrado", agrega Sala.

El artículo incluye el libro de claves utilizado por Jorge Juan, del que restaría únicamente un 20% por completar, lo que significa un importantísimo avance en la investigación del legado del marino alicantino en este contexto histórico, quizás el más desconocido de toda su biografía.

Y de aquella etapa, por cierto, Jorge Juan fue finalmente descubierto por la Policía inglesa y tuvo que regresar a toda prisa. Habían transcurrido dos años desde su llegada a Londres y, para entonces, el marino alicantino trajo a España casi 80 constructores ingleses (aunque la mayoría eran irlandeses católicos) que hicieron escala en Oporto hasta más tarde recalar en Ferrol. Constructores que, junto a los ansiados informes, cumplieron la misión encomendada a Jorge Juan, que venía a defender lo que en su día dijo el Marqués de la Ensenada: "Por antipatía y por interés serán siempre enemigos los franceses e ingleses, porque unos y otros aspiran al comercio universal, y el de España y su América es el que más les importa".