Sam es el pianista del Rick's Café en Casablanca. ¿Lo recuerdan? El local presenta algunos nubarrones de humo -nada anormal, para la época-, mientras la gente conversa, apura su cigarrillo, toma una copa, se conoce, liga o sencillamente calla. Al lado de Sam, y elegantemente vestida, está Ilsa Lund, interpretada por la eterna Ingrid Bergman. El local, decíamos, tiene una iluminación envidiable, con lámparas sobre el techo y las mesillas, la mayoría ocupadas por el público que ríe y habla ignorante ante la próxima manifestación de una de las secuencias más maravillosas que haya deparado el séptimo arte.

Lund, o la mágica Ingrid Bergman, como se quiera ver, rompe entonces su silencio y se dirige al pianista. Le ruega una canción: "Tócala, Sam. Déjame recordar". "No sé a lo que se refiere", le responde. "Tócala, Sam. Toca "El tiempo pasará"".

De pronto, la cámara apunta a la puerta del Rick's Café. Es Rick Blaine, el dueño del local, quien anda a toda prisa, se detiene, capta la música, y vuelve a acelerar la marcha. Y parece molesto, muy molesto, cuando se apoya sobre el piano y suelta a medias la frase: "Sam, te había dicho que nunca volvieras a...". Se produce entonces una de las estampas más recordadas y fascinantes del cine cuando Humphrey Bogart e Ingrid Bergman se reencuentran con sus miradas.

Casablanca se rodó en 1942. Y Sam, el pianista de la película, estaba encarnado por el actor Dooley Wilson, quien por cierto no sabía tocar el piano pero sí cantaba y manejaba la batería. Durante los rodajes, Wilson se dedicaba a hacer meros play-back y a actuar, que eso sí era lo suyo. Pero nada de esto importa ya cuando Dooley Wilson ha pasado a formar parte de la historia del cine como el pianista de Casablanca.

Hace ya por tanto 70 años de la conocidísima película, y cuánto hemos cambiado desde entonces, en buena parte debido a las nuevas tecnologías y la era de Internet, culpables de muchas de las transformaciones en nuestras vidas y trabajos.

Sin embargo, hay oficios que siguen inalterables pese a ese transcurso inexorable del tiempo. Son trabajos que se comportan como pequeñas burbujas impermeables e inaccesibles al paso de los años, como los músicos que todavía hoy continúan amenizando las veladas de restaurantes, pubs y hoteles de la provincia de Alicante, como el pianista Sam lo hacía hace 70 años trabajando para el Rick's Café en Casablanca.

El pianista

David González es profesor del Conservatorio de Música de Alicante y con 15 años trabajaba en restaurantes de la costa para ganarse algún dinerillo extra. Acompañado siempre del piano, David González explica que aquellas prácticas le sirvieron para "aprender más allá de las aulas", dominando un estilo en el que "los papeles son prescindibles, puesto que no siempre puedes depender de ellos, y te dejas llevar por la improvisación", afirma. "El perfil del músico que ameniza veladas en restaurantes y hoteles es muy distinto al del conservatorio, porque la base del estudio es diferente, y no se ahonda tanto en la improvisación", añade.

David González, que no ha abandonado esta parte del oficio que se lo toma como un "complemento", reconoce que la "mayoría del público suele pasar totalmente de la actuación, y a veces te sientes como parte del mobiliario del local. También hay gente que pasa por tu lado y ni te da las buenas noches", agrega.

Sobre el precio, González afirma que los sueldos siguen siendo los mismos desde hace diez años. "Y puedes pedir desde 100 euros por tocar en un restaurante, a los 250 por algo más importante como una gala".

¿Y sale trabajo con este tipo de eventos?

"Sí me ha pasado que a base de verte te ofrezcan algo para una fiesta privada o una boda. Por eso te digo que es bueno estar en todos lados, porque es una manera de meterte en el círculo, de estar tocando, y eso te permite de alguna manera estar en el escaparate", concluye David González.

La violonchelista

Verónica Rubio es una prometedora violonchelista de Mutxamel. Tiene 29 años, imparte clases de música por varias poblaciones de la provincia, y en época de vacas flacas busca las oportunidades que le brindan en el extranjero porque, por aquí, apenas las hay.

Rubio ha amenizado todo tipo de veladas, y asegura haberse expuesto también a todo tipo de públicos: "Depende del día, eso está claro, aunque a veces suele ocurrir que la gente más humilde es la que más caso te hace. Incluso se acercan y te invitan a algo, a una copa o lo que sea. Recuerdo la noche en que trabajé en una tetería, y el caso es que cuando tocaba la gente se callaba, y cuando terminaba la gente se ponía a aplaudir. No quería ni pretendía que fuera así, pero terminó siendo un concierto", explica.

Verónica Rubio destaca además la magia que envuelve un instrumento como el violonchelo, "que es muy especial y si quieres que se note es fácil de conseguir. Además, es muy agradable cuando suena como música de fondo, de ambiente, en trabajos que... no sé cómo decirte... hay que tener una conexión especial con el público, y eso que no estás sobre un escenario".

Con crisis económica o no, Verónica Rubio no se plantea abandonar esta vía de la música porque "una puerta te lleva a la otra, y aquí lo que funciona es el oído, y cuando te escuchan es cuando puedes recibir ofertas y te puedes mover un poquito. En este mundo funciona poco la informática e Internet, y lo que tira es el oído, que te escuchen cuantos más mejor".

Punto diferenciador

La música en vivo, en directo, la que ameniza locales de copas, restaurantes y hoteles también ha sufrido un descenso importante. Y no hace falta acudir a cifras oficiales sino a las mismas fuentes protagonistas, a los músicos entrevistados, para constatar lo que es todo un hecho.

Por ello, el gestor cultural y pianista alicantino Lucas Carbonell defiende el mantenimiento de este tipo de eventos culturales. "La música se tiene que ver como un factor crucial para el turismo y para los espacios. Si un espacio o un restaurante se quieren diferenciar, tienes que dar algo más, y ahí está la música. Porque puedes generar negocio y dinero con ella, porque puede ser tu punto diferenciador", explica.

El saxofonista

Román Rodríguez es un prestigioso saxofonista, director de la Escuela de Música Moderna de La Nucía y componente del grupo Café Quijano. Rodríguez, habitual artista invitado en las galas del Sha Wellness Clinic, prefiere innovar ante este tipo de eventos y aporta algunos elementos a su espectáculos que son más comunes de la cultura americana que de la europea. Por eso, a Rodríguez no le verán quieto sobre un punto de la sala, sino que se mueve y desliza entre el público -que anda a lo suyo y disfrutando de la fiesta- de la misma manera que Román Rodríguez lo hace a su estilo: dejándose llevar por las notas de música.

"La figura clásica del pianista puede que haya cambiado, pero la música no. La música sigue siendo tranquila en todos lados, para que la gente pueda disfrutar de su copa. También están los sitios que prefieren música romántica, porque la música romántica nunca muere", afirma.

Por eso, Román Rodríguez se define como un saxofonista que gusta de moverse entre la gente y, de este modo, "cambio un poco en comparación con el pianista que está estático. Por eso me acerco hasta la mesa y me pongo al lado de la gente".

"Lo que hago es seguir un poco el rollo americano, el plan espectáculo, del músico que interactúa al lado del público, que se pone a su lado... y de lo que se trata es de dar a la gente algo diferente", añade.

Román Rodríguez asegura además que, ante este tipo de eventos, la gente cada vez demanda más nuevas tendencias musicales, como el jazz o chill out, que van más allá de la formación clásica del músico en España.

"Todo este tipo de músicas proceden de América principalmente, y en España hemos recibido otra formación más clásica. Poco a poco, es verdad, cada vez hay más academias u aulas donde se puede recibir esta formación, pero hace diez años no había absolutamente nada. Pero lo que está claro es que debemos tenerlas en cuenta porque son muy demandadas", afirmó Román Rodríguez.

El trompetista

Daniel Conca, trompetista de La Vila, cuenta una anécdota que pasa por surrealista al tratarse de un músico que está amenizando una velada: "Para que veas cómo está la cosa, a mí me han llegado a decir que tocara más bajito para no molestar, por lo que piensas: "y qué pinto aquí", o muchas veces te da la sensación de que estás tocando solo", asegura.

Conca destaca la calidad de un local que asume contratar música en directo. "Siempre será un atractivo que no tienen otros espacios", aunque todo depende también del trato que uno reciba: "He tocado en hoteles en los que un sándwich mixto vale ocho euros. Y restaurantes que veías la carta y te asustabas. Y luego "tú", teniendo una carrera profesional y una calidad en la actuación, te dicen que eres muy caro", reflexiona.

Cuando el intrusismo se cuela también en los escenarios

El intrusismo no es un problema hasta que empieza a afectarle a uno el bolsillo, o incluso cuando empieza a dañar la profesión en términos generales. Es lo que viene a denunciar el pianista alicantino Vicente Ruiz, que observa cómo el trabajo desciende no solo por la crisis, sino también por el intrusismo cada vez más imperante. "Todo el mundo tiene derecho a ganarse la vida, pero también ha bajado el trabajo por el efecto de las nuevas tecnologías, que son maravillosas, sin duda, hasta que su uso no es el adecuado. El caso es que vivimos en un país de sordos, y hay gente que ves por ahí que va por los locales con su teclado de última generación, que lo lleva todo grabado, y lo vende como música en directo. Y eso es lo que ocurre. La gente se compra teclados sofisticados y hace mal uso de esta tecnología", asegura. Vicente Ruiz, profesor en un instituto, tiene la música hoy como una válvula de escape, como una conexión para estar unido a sus amigos de siempre. Y, aunque en los años 80 y 90 trabajó en restaurantes y pubs amenizando veladas, señala los cambios que se han producido de un tiempo a esta parte: "La gente era antes más respetuosa y atenta, y valoraba mucho más el esfuerzo del músico tocando".