El cine no deja de versionar personajes del cómic. Su último libro, La industria de los sueños, en cambio, satiriza el mundo del cine. ¿Es por devolverle el favor o como acto de venganza?

(ríe) Las adaptaciones al cine del cómic suelen ser bastante desastrosas. No me gusta casi ninguna, menos American Splendor y alguna más. Así que nos lo podemos tomar como una especie de venganza.

Acostumbrados a verse en pantalla, ¿los actores -o directores- cómo se toman verse en una viñeta?

Mmm... No lo sé. Sé que en el mundillo del cine español hay quien sigue las viñetas, pero son amigos, y no sé si salen retratados en La industria de los sueños, porque ninguno lo ha hecho tan mal como para salir en el libro. Confío en el buen humor de la gente.

Su álbum El manual de mi mente ha sido muy nominado a premios... sin llevárselos. A las comedias del cine les pasa igual: gustan pero no ganan. Ganar premios es como ligar ¿no? En teoría se valora el humor pero triunfan los guapos.

(ríe) Nunca lo había visto así. Pero es verdad que las cosas de humor, en general, lo tienen un poco más negro que el resto a la hora de llevarse premios. Pero por otra parte suelen ser más comerciales y suelen gozar más del agrado del público, así que me siento muy afortunado de hacer lo que hago.

Silvio José, su personaje en El Jueves, es misógino, misándrico, cínico, egoísta, mentiroso, vago, manipulador, tonto... ¿Usted se atrevería a parafrasear a Flaubert y decir "Silvio José c'est moi"?

Sí, soy un poco Silvio José y vuelco en él mis neuras. No soy sólo yo, está hecho de varios personajes y cosas que me rodean. Casi todos los dibujantes que tenemos un personaje, éste acaba volviéndose como nosotros

Silvio José es la viva imagen comiquera de Ignatius Reilly (La conjura de los necios). Creo que leyó la novela después de haber creado el personaje...

No, no. La leí de pequeño y siempre ha sido una de mis influencias porque es apasionante. Pero buena parte se debe a Ignatius; a Chris Peterson, de Búscate la vida; a Constanza, de Seinfeld... Está hecho de muchos retales y de mí mismo. Pero tiene más de mí que de otros. Lo que pasa es que físicamente se parece a Ignatius J. Reilly.

En España nos ofendimos porque los guiñoles franceses parodiaron el doping español. ¿Es como los musulmanes que se ofenden por la caricatura de Mahoma?

Sí, las parodias solo te hacen gracia cuando no hablan de ti. Cuando la gente está muy identificada con los deportistas españoles, todo el mundo se siente muy herido porque cree que se han reído de nosotros. Deberíamos tener un poco más de cintura y saber aguantar los chistes a nuestra costa como nosotros hacemos chistes de otra gente.

¿La corrección política es una nueva forma de censura? Si es que sí, ¿el deber del humorista gráfico actual es burlarla, como ocurrió con la censura franquista?

Sí, totalmente. Cada tiempo tiene su censura, por llamarla de alguna manera, o su moral imperante. Nuestros padres sufrieron la católica y a nosotros nos toca la corrección política, que es muy parecida. Sólo cambian algunas cosas, pero si lo analizas, es una manera de controlar la forma de actuar y expresarse de la gente, y meter a la gente en un mismo carril. El que va en contradirección ya sabe que tendrá problemas.

En 2007 se secuestró El Jueves por la portada de los príncipes. ¿No parece algo irreal, onírico? Sobre todo porque sus lectores saben que se publican sátiras más duras.

No fue tanto el contenido como la difusión que se le dio. Apareció en la televisión y rompió el círculo en que se mueve El Jueves. Habían salido cosas igual de fuertes, pero al salir por la tele todo el mundo se volvió loco.

El secuestro generó dos hitos comunicativos: la leyenda urbana de que todo empezó por la mujer del juez Del Olmo, que la vio en Aquí hay tomate, y la teoría conspiranoica de que todo fue un montaje de El Jueves para ganar venta y popularidad. ¿Cuál le parece más disparatada?

La primera me parece bastante sensata y la segunda no será verdad pero me parecería lógico. Toda revista quiere vender ejemplares y el secuestro fue una publicidad enorme. En el camino, los dos implicados, Guillermo y Fontdevila, fueron juzgados en la Audiencia Nacional por algo que hacen todas las semanas. Empresarialmente la jugada fue preciosa. Si hubiese sido una maniobra suya, chapeau, porque les salió redonda.