El Consell Valencià de Cultura se encuentra en el corazón de la ciudad, en Valencia, cerca de la catedral y junto al conocido barrio del Carmen. El edificio, de unos 200 años de antigüedad, parece extraído de un juego de miniaturas que alberga, al fondo, un hermoso jardín con naranjos.

En la segunda planta, dos enormes puertas de madera se abren como el telón de un teatro. Alto, extremadamente delgado y con los pantalones a la altura del ombligo, Santiago Grisolía se presenta en mangas de camisa y nos invita a pasar a su despacho. Pocos libros, pocos papeles y pocos muebles se dejan ver en el escenario de la entrevista.

Con dos tés para aliviar la sed y espabilar la cabeza, Santiago Grisolía recuerda los días en que conoció al primer presidente del Consell Valencià de Cultura, el poeta alcoyano Juan Gil-Albert, al mismo tiempo que muestra su preocupación por la recesión, los jóvenes y el paro. "Toca ahora la cultura anglosajona, la cultura del esfuerzo y del trabajo", reflexiona.

¿Qué línea de investigación o trabajo le ha supuesto mayor esfuerzo en el Consell Valencià de la Cultura?

La más importante fue el tema de la lengua valenciana. Por aquella época, le hablo de hace unos 12 años, las cosas estaban verdaderamente mal y se utilizaba la lengua desde el punto de vista político. Por entonces, Zaplana era el presidente de la Generalitat y Camps, que tanto sale en los periódicos, era el conseller de Cultura. Trabajamos mucho, tanto que recuerdo que a Zaplana le iban a operar en Alicante y me decía por teléfono: "Hasta que me anestesien, cuénteme". Fíjese cómo estaban las cosas que yo he salido de este edificio (del Consell Valencià de Cultura) custodiado por la policía porque había una serie de energúmenos ahí en frente con sus banderas tratando de hacer daño. Recuerdo que fueron varios meses de trabajo, pero al final se llegó a un acuerdo importante, y como consecuencia de nuestro dictamen se consiguió la formación de la Acadèmia Valenciana de la Llengua. Algo que algunos de estos energúmenos no me perdonan. Ahora se les ha pasado un poco, pero cuando llega el 9 d'octubre, el día más importante de la Comunidad Valenciana, todavía me insultan y me tiran dinero. Afortunadamente no eran monedas grandes, sino pequeñas (risas).

¿Y cuál es ahora su mayor preocupación en el Consell Valencià de Cultura?

El empleo de los estudiantes universitarios. Nos preocupa el paro en todos sus aspectos, pero sobre todo el paro en los jóvenes estudiantes. Por ese motivo, actualmente, estamos elaborando un estudio con entrevistas a universidades de toda Europa, como la de Luxemburgo, para conocer el problema. De este modo, queremos conseguir un documento que pueda servir a las universidades. Porque tenemos que proteger a los jóvenes de la crisis.

¿Y podemos proteger la cultura en estos tiempos de recortes e incertidumbre?

La cultura y la ciencia son las dos áreas que peor lo pasan en tiempos de crisis. ¿Y sabe lo que pasa Pues que la ciencia es el futuro y siempre va a estar ahí porque habrá alguien con nuevas ideas... Lo que ocurre es que la ciencia tarda años en dar sus frutos. Por eso la cultura y la ciencia no la tienen en consideración los políticos que, generalmente, solo piensan en persistir y ganar votos.

¿Y les dice eso a la cara?

Escribo cartas constantemente. Hago continuamente lo que puedo. Hay que ser repetitivo y repetirlo muchas veces. Pero es cierto que, en cuanto metes la política de por medio, lo estropeas. ¿Un ejemplo El Centro de Investigación Príncipe Felipe.

Alberto Sols, médico de Sax y Premio Príncipe de Asturias, era muy amigo suyo. ¿Qué recuerdos guarda de él?

Era una persona muy interesante. ¿Usted sabe que fue el número 13 del Opus Dei Luego se salió y a los del Opus le sentó muy mal... Teníamos como 20 años cuando nos conocimos. Después yo me marché a Estados Unidos a trabajar y Alberto vino después. Era un gran trabajador y un gran científico. Nos teníamos un gran cariño.

Y cuánto hizo por la investigación, y qué rápido nos hemos olvidado... ¿no?

¿Y quién se acuerda de don Severo Ochoa La memoria de los científicos es muy corta, pero para mí Alberto Sols sigue vivo. Si no fuera porque algunos científicos seguimos existiendo... Está claro que se podría dar más. De todos modos, hay un importante instituto de investigación que lleva el nombre de Alberto Sols y, en Sax, su pueblo natal, también hay una casa-museo.

Severo Ochoa, el Nobel de Medicina español, tengo entendido que también le apreciaba mucho.

Tanto que, cuando falleció Alberto Sols, don Severo Ochoa cogió en Asturias un coche él solo y, con sus más de 80 años, se vino a Alicante para asistir al funeral. Lo hizo solo por estar en su última despedida.

¿Y cómo se llevaba usted con el poeta alcoyano Juan Gil-Albert, el primer presidente del Consell Valencià de Cultura?

Gil-Albert fue nombrado por Ciprià Ciscar en enero de 1984, pocos meses antes de constituirse el Consell, y estuvo hasta su muerte en 1994. Fueron años en los que el Consell no tenía mucha actividad pero, como es lógico, por aquí se le respetaba muchísimo. Fue un premio a su labor y reconocimiento. Pero lo cierto es que estaba muy mal y muy mayor, y necesitaba ayuda para seguir las reuniones.

Volviendo a la crisis, hay entidades como el Marq o el Teatro Principal de Alicante que tienen problemas de financiación debido al dinero que les adeuda la Generalitat... ¿Ha valorado el Consell Valencià de Cultura esta situación?

La Generalitat debe dinero al Marq y al Principal, pero a nosotros también nos deben dos años. Y vivimos de lo poco que tenemos ahorrado.

¿Y qué hacer entonces?

Aquí hemos planteado muchas veces y sin éxito la Ley de Mecenazgo. Sería, como en el sistema americano, una manera de desgravarse con la condición de gastar o invertir un porcentaje de tu dinero en una fundación. Así se beneficia el Estado y se beneficia la persona. En Francia, uno se puede desgravar hasta el 80%. Si eso ocurriera en España, con la obligación de gastar un porcentaje todos los años, se daría un salto importante. Sería una alternativa a la crisis actual de las cajas de ahorros.

Hablando de cajas de ahorros, recientemente el Consell Valencià de Cultura mostró su preocupación por los legados de Carlos Arniches, Azorín, Gabriel Miró u Óscar Esplá que conserva Caja Mediterráneo. ¿Cree usted que todo esto ha mejorado con la absorción del Banco CAM con el Sabadell?

Hay que proteger esos papeles y lo más importante es que el Sabadell los tome en consideración. Porque los legados no pueden ser importantes 300 años después como solemos hacer, sino tienen que serlo ahora. Se necesita para ello que estén en manos alicantinas. Uno de nuestros consejeros, el profesor Francisco Moreno Sáez, nos ha insistido mucho en este tema e, incluso, hemos pensado en dirigirnos al Sabadell para que tengan en cuenta y sepan la importancia de estos legados.

¿Va con frecuencia al cine?

Tanto como puedo. La última, El discurso del rey.

¿Y qué le dice el caso de Ciudad de la Luz, los platós de cine en Alicante ¿Nos equivocamos con su construcción?

Sí, totalmente. Además, cada vez se utiliza menos este tipo de platós. Fue un error cultural y fue mi compañero Berlanga quien insistió y ahora se está intentando vender... Es como todo, y todos nos equivocamos. Yo quiero mucho a Berlanga y a toda su familia, pero creo que le sucedió lo que me pasa a mí con mis hijos: pienso lo que me gastaba cuando era joven y no entiendo lo que se gastan ellos ahora con ciertas cosas tan caras.

Callosa del Segura tiene un instituto con su nombre y también hay un jardín en Ibi que le rinde homenaje... La provincia de Alicante siente un gran cariño por usted.

Yo también siento un gran afecto por Alicante y su provincia. Es más, tengo hasta una palmera con mi nombre en el Huerto del Cura en Elche y, todos los años, por el mes de diciembre, me mandan los dátiles de la palmera. Todos excepto uno, que fue el año en que muró don Severo Ochoa, y me mandaron los suyos.

"Me gustan los toros pero no los bous al carrer

FIESTA NACIONAL

Grisolía recuerda su infancia con su padre en Dénia y el día en que conoció a Manolete

Me decía que conoce muy bien Dénia.

Mi padre fundó el primer banco de Dénia. Debía tener unos siete años cuando mi padre dejó de ser profesor para iniciar una nueva vida como banquero en el Banesto. Los muebles que tenía eran muy bonitos, los hacían en Granada, y mi hermano incluso los intentó comprar. No le dejaron, claro, porque eran muy espectaculares. Imagino que todavía estarán por allí.

¿Y le gustan los toros a Santiago Grisolía?

Me gustan, pero no los bous al carrer. Sabe usted que por aquí, sobre todo en Castellón, se hacen miles en verano. Y es muy peligroso. Pero por aquí hay adoración. Sin embargo, para mí, las corridas de toros son más llamativas, aunque es muy raro ver una corrida muy buena últimamente. Por eso, mi propuesta es que sean de cuatro toros y, al mejor o peor torero, darle el cuarto astado.

¿Y peligra la Fiesta como en Cataluña?

No, no creo que ocurra lo mismo.

¿Y siente predilección por algún torero?

Bueno, recuerdo cuando conocí a Manolete. Fue en el barco que nos traía a Estados Unidos, cuando era un becario. Él venía a hacer la gira sudamericana, y la verdad es que era una persona más abierta de lo que parecía y decían.