El nuevo profesor de la academia LC-Danse de San Vicente del Raspeig, nacido en La Habana en 1949, atesora tantos escenarios y aplausos en su memoria como sellos en su pasaporte. El Bolshoi de Moscú, la Ópera de París, La Scala de Milán o el Teatro Colón de Buenos Aires son sólo algunos de los grandes escenarios donde ha bailado Luis Aguilar Sardiñas. Gigantes como Alicia Alonso o Pierre Lacotte suponen la cabeza de su larga lista de profesores y colaboradores; El Cascanueces, El Lago de los cisnes Pájaro de fuego, apenas tres de los más de 150 ballets que en los que ha trabajado como bailarín, asistente de dirección o coreógrafo. "Tengo una maleta con 50 años de experiencia" sonríe este cubano que hoy prepara a algunas de las promesas de la danza de Alicante.

El maitre y primer bailarín del Ballet Nacional de Cuba durante la década de los 80 ha encontrado en la playa de San Juan "un paraíso" donde retirarse y una escuela donde devolver a sus alumnos lo que aprendió de sus maestros en San Vicente. Desde hace unos meses audita a las "muy bien encaminadas" alumnas de este centro y apoya a su claustro de profesores "de nivel muy elevado". Está convencido de que Alicante "puede alcanzar el nivel de danza que se merece".

Bailar desde niño

Aunque las teselas de la Explanada no habían fraguado del todo cuando el niño Luis Aguilar le decía a sus padres que quería ser bailarín, sus primeros años fueron tan duros como el presente de cualquiera de sus alumnas. Entró muy joven a la compañía fundada y dirigida por la mítica Alicia Alonso, una de las grandes bailarina de todos los tiempos, en una Cuba revolucionaria que, impregnada por el culto socialista a las artes, dedicó muchos esfuerzos a mantener el que sería uno de los grandes ballets del mundo.

Fue becado, pasó al poco a cuerpo de baile, y ascendió en las categorías profesionales con agilidad. "Corifeo, solista, primer solista, bailarín principal y, finalmente, primer bailarín" recuerda Aguilar desde su casa en Muchavista.

Tenía 37 años y el mundo era su ciudad. Vivió el cénit de su carrera recorriendo los teatros de la antigua URSS, Europa Occidental y Latinoamérica en giras y festivales. Ejerció la dirección y la docencia en Argentina y Ecuador y aterrizó hace diez años en España para trabajar en la cátedra Alicia Alonso de la Complutense y como maestro en el Ballet de Zaragoza y el Instituto Rey Juan Carlos.

"Fue al principio cuando conocí Alicante, invitado por la maestra de baile Raquel Alarcón", apunta Aguilar. Asegura que se enamoró del mar y de la ciudad y se estableció aquí. Y como el interés común acaba acercando a los profesionales, no tardó en conocer a Luis Francisco López y a Dori Cortés, propietarios de la escuela LC-Danse. Su hija Aída, de 17 años, es una de las bailarinas destacadas y su potencial no ha escapado al ojo experto del cubano. La prepara para que el año que viene "pueda probar suerte en alguna escuela de Suiza, Alemania y Holanda", como cuenta risueña la joven.

Alumna y maestro saben bien que lo único de color de rosa en la vida de una bailarina es el tutú. Ella, con 17 años, sacrifica su adolescencia y sus noches de fin de semana para acabar la Secundaria sin perder una sola hora de baile. Él hace mucho que vio compensada esa infancia "sin patinetes ni bicicletas en la que tenías que estudiar muchas obras y someter el cuerpo a una disciplina que no todo el mundo aguantaba", recuerda Aguilar.

Ella quiere bailar como hace su hermana en Francia. Y su profesor quiere verla haciéndolo. Es consciente de que un discípulo sobre un escenario es un proyector de memorias: "En gran medida esos aplausos los estás recibiendo tú", admite el primer bailarín de Cuba.