Título original: "Kerity, la maison des contes". Nacionalidad: Franco-italiana. Producción: Gaumont-Alphanim/Lanterna Magica/La Fabrique. 2009. Director: Dominique Monfery. Guión: Anik de Ray, Alexandre Reverend y Marielle Canta, sobre un argumento del primero. Diseño: Rebecca Dautremer. Animación: Benoit Meurzec. Música: Christophe Heral. 75 minutos.

Su homenaje a esos cuentos que han alimentado la fantasía y la imaginación de los niños resulta entrañable y llega al corazón del espectador, servido además en un espléndido diseño de animación tradicional que adquiere una más que llamativa belleza. De este modo, el que es segundo largometraje de animación del francés Dominique Monfery, tras "Franklyn y el tesoro del lago" en 2006, un realizador que se ha forjado durante muchos años en los estudios Disney, se erige en un ferviente homenaje a la pasión por la lectura. En apenas 70 minutos el auditorio goza del privilegio de reencontrarse con héroes inolvidables que nutrieron su infancia, desde Pinocho, la Bella Durmiente, el Ogro, el Capitán Garfio y Peter Pan hasta Caperucita Roja, el Lobo, el Hada Mala, el Conejo Blanco y, especialmente y entre otros muchos, Alicia, que corren el terrible peligro de desaparecer para siempre del universo de la imaginación.

El largometraje, una coproducción franco-italiana, se apoya en dos bases fundamentales, el ingenioso argumento de Anik Leray, que está concebido para niños pero que también interesa a los adultos, y el diseño de la ilustradora Rebecca Dautremer, autora de libros infantiles como "Enamorados" y "Princesas". El protagonista es Natanaël, que cumplirá pronto los siete años, pero todavía no sabe leer. Acaba de heredar de su tía Eleonor la más valiosa colección de cuentos del mundo, ediciones originales de libros que están guardados en la biblioteca de una bella mansión junto al mar, algo que él no valora en absoluto ni tampoco sus padres y su hermana. Ignora que cada uno de esos cuentos contiene un gran secreto y que de todos ellos, cuando llega la noche y ningún humano es testigo, salen de sus páginas personajes que cobran vida.

El peligro que se plantea, más aun después de que un anticuario desaprensivo se haga con los libros y trate de venderlos, es que todos esos cuentos y seres de fábula y de fantasía desaparecerán para siempre si Nathaniel no lleva a cabo, junto a algunos de ellos, una misión delicada en un muy breve plazo de tiempo. La aventura está servida y lo hace con loables recursos.