Está en un aeropuerto para volar a Francia y de allí volverá el fin de semana a Alicante y de vuelta a Francia otra vez. Algunos dirían que tiene suerte y otros que es una pesadez.

Hombre, la verdad es que mi niño se ha quedado llorando, pero bueno, cada profesión tiene sus más y sus menos. Esto es lo único que sé hacer y aparte me he dado cuenta de que también lo necesito. No es fácil, pero no me puedo quejar.

Nace en Sevilla, de padres bailaores y profesores de baile. Era muy difícil no ser lo que es...

La verdad es que el baile no lo he buscado, estaba ya cuando nací. Creo que cuando elegí por mí mismo bailar tenía una carrera hecha sin darme cuenta, ya bailaba yo con mis padres casi profesionalmente. Yo soy tímido y a los 15 o 16 años más todavía. Entonces me reuní con el baile que se convirtió para mí en una liberación y en una forma de comunicarme más con la gente. Tengo más poca vergüenza bailando que en la vida real.

Francia le adora y en España consigue el Premio Nacional de Danza en 2005, el Prado le invita a explicar Rubens bailando y el Teatro Real le ha encargado una producción para 2012. ¿Se siente valorado?

Pues sí. La verdad es que desde siempre he luchado mucho, pero también he tenido suerte de rodearme de gente que ha confiado en mí.

Tanto le quieren como le han criticado por saltarse las "normas" ortodoxas del flamenco.

Me considero un bailaor, aunque sí que es verdad que a lo largo de los años he tenido la necesidad de reinventarme pero con una base flamenca. En cuanto a las críticas creo que he pasado por diferentes ciclos. Ha sido una evolución en la que se han tenido que acostumbrar un poco a esa novedad que yo aporto. Yo siempre lo que he hecho, lo he hecho con mucha humildad como algo muy flamenco aunque con un concepto diferente. Me he dado mucha libertad, pero también primaba la necesidad de disfrutar bailando porque esto es muy sacrificado ya de por sí, como para dedicarme a bailar como quieren otros.

Ha colaborado con Enrique Morente, Sol Picó, Pat Metheny, Lagartija Nick, Miguel Poveda...

He tenido mucha suerte porque siempre que he llamado yo o me han llamado para colaborar lo hemos hecho. He conocido a estos grandes artistas y mejores personas. Eso te da como una armadura de hierro y siempre guardo su energía.

A usted le gusta estar en el borde, arriesgar. ¿Cuáles son sus límites a la hora de desarrollar una coreografía flamenca?

Yo soy bailaor, entonces todos los movimientos son flamencos. Si veo por un momento que lo que yo hago no me transmite esa sensación, que se sale de esa norma, que no es lo establecido sino lo que yo siento, pues lo dejo. Los límites están en la capacidad que tenga cada uno.

Y usted ha visto el flamenco incluso entre danzas hindúes.

Yo creo en todas las culturas y todos los movimientos son bellos y creo que me sirven. Pero intento hacer un poco de catalizador para sacar otro nuevo perfume, un nuevo clímax del flamenco. Tengo la necesidad siempre de reinvención, de cambiar de forma.

¿Le gusta la etiqueta de bailaor y coreógrafo más vanguardista del flamenco actual?

No sé. No estoy muy encima ni quiero que me pongan etiquetas. Lo que más busco es que los que me vean, vean algo hecho desde el respeto. Sobre todo eso.

Arte, cultura y crisis no parece una buena mezcla.

Lo veo en la gente que nos rodea. Y te asusta. Es como un miedo porque parece que yo estoy en mi mundo, pero la verdad es que tienes que tener un hilo atado a la realidad. Pero si hay cortes en cosas más básicas, en cultura mucho. Aunque todo el mundo sabe que no es tan cara como el fútbol.

¿Qué hace Israel Galván cuando no baila?

Mira pues ver el fútbol y estar con mi familia. Es verdad que no tengo mucho tiempo pero siempre intento leer cosas que me sirven.

¿Se arrepiente de no haber sido futbolista del Betis, que era su sueño de pequeño?

No lo sé. A lo mejor no hubiera llegado a primear división como en la danza y no me hubiera llenado tanto el fútbol como el arte. No me arrepiento... aunque siempre quedará la duda.